¿Qué harán los magistrados?

los magistrados están en la misma situación del jugador que acaba de comer la dama de su adversario pero ignora que todo es parte de una estrategia suya para lograr el mate en una larga partida de ajedrez.”


A principio de la semana pasada el Presidente Uribe (y bien sea esta la oportunidad para recordar el artículo 28, literal G, del decreto 770 de 1982) sorprendió al país con la noticia de su renuncia irrevocable al Senado de la República, como respuesta al proceso penal que adelanta la Corte Suprema de Justicia en su contra con violación de sus garantías procesales, según dijo en la carta en donde daba a conocer su decisión.

En términos políticos, bien era previsible que el exsenador hubiera optado por esta medida como una estrategia política y jurídica en medio de su defensa en el proceso, pues lo que busca no es más que se le retire la competencia de La Corte—politizada en su opinión—como ente investigador y juzgador, para que sean asignadas a la Fiscalía y a otro juez de menor jerarquía de la misma jurisdicción respectivamente; pues tal es la consecuencia jurídica que implica su renuncia— prescrita por el Código de Procedimiento Penal—, ya que la comisión de los delitos que se le imputan no están relacionados con las funciones que poseía como congresista (así sus contradictores insistan en lo contrario).

Por más que las teorías que mencionó el senador Iván Cepeda en sus redes sociales sean ciertas, quien afirma que Uribe se valió de su equipo de trabajo legislativo para contactar a falsos testigos en las cárceles del país, no son razón jurídica suficiente para que La Corte retenga su competencia.

La norma es muy clara: “el fuero solo se mantendrá para los delitos que tengan relación con las funciones desempeñadas”. Y nada tienen que ver las funciones de senador (consagradas en la Constitución Política) que tenía Uribe con las conductas delictivas que se le imputan (Artículos 444 y siguientes del Código Penal).

Pero más allá del rife rafe jurídico-político que hay entre los simpatizantes uribistas y sus opositores, lo verdaderamente interesante entre todo este embrollo es ahora ¿qué harán los magistrados de La Corte?

Cuando estuve pensando en lo sucedido se me ocurrió la siguiente comparación, que creo es la más acertada para explicar gráficamente todo este tema: siento que con la jugada de Uribe, los magistrados están en la misma situación del jugador que acaba de comer la dama de su adversario pero ignora que todo es parte de una estrategia suya para lograr el mate en una larga partida de ajedrez.

Para algunos, la pregunta por la siguiente jugada de los magistrados es intrascendente en todos los sentidos, pero en mi concepto lo que decidan será el quid de todo el asunto y lo que en gran medida definirá la suerte del proceso, de Uribe y de ellos mismos.

De igual manera al ajedrez: ficha tocada, ficha jugada. No hay nada dejado al azar. No hay nada que no se haya pensado ya dos veces o incluso tres. No hay decisión, ni acción (u omisión) que no persiga un fin o una reacción en particular.

El problema es que por más que sepan, los espectadores en este tipo de partidas no pueden sino especular. Muchos dicen saber ya cuál es la siguiente jugada de La Corte, pero para mí seguirá siendo un enigma hasta no verla.

Hoy, hay un sinfín de posibilidades, y cada una de ellas implica un riesgo y una consecuencia distinta. Y sólo los magistrados del Alto Tribunal sabrán en su intimidad cuál se acomoda mejor a su estrategia (como acusadores y juzgadores). La única certeza que podemos tener es aquella enseñanza que aprendí estudiando y viviendo de cerca los primeros peldaños de la política: no hay nada casual, todo es causal; y al final todo es cuestión de estrategia.


 Referencias:  

https://www.instagram.com/p/CEDGbowgRZ5/

http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley_0906_2004.html#32

https://twitter.com/IvanCepedaCast/status/1296543860773064705

 

Eduardo Gaviria Isaza

Abogado especialista en Derecho Privado y Politólogo, todos en la Universidad Pontificia Bolivariana. Editor en Derecho en Al Poniente. También soy un apasionado autodidacta del café.

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