Polarización vs serenidad

Hace un año y medio la vida me puso en un lugar (laboralmente hablando) que me regaló unos cuantos amigos. Personas diversas, con personalidades encantadoras, sentido del humor de alto nivel y rayones mentales dignos de admiración. Entre todo es “circo”, una persona, quizás la más contraria a mí en todo, fue con la que entablé una relación más allá de lo laboral (relación de debate permanente de temas públicos y políticos). Somos tan distintos, que ni siquiera en los gustos futbolísticos coincidimos. En el gusto por el café sí.

Y ser tan contrarios, creo que es precisamente lo que no unió. Hoy, voy a responderle en esta columna a una que hace unos días el publicó titulada “Las virtudes de la serenidad”. Aquí la pueden leer.

No hay duda de que Carlos no tiene puntos intermedios y si leyeron la columna no es muy difícil concluirlo. En alguna época de mi vida, digan ustedes 13 años atrás, yo también era así, radical, blanco o negro, sin la posibilidad de grises. Mejor dicho, “matar o morir”, herido jamás.

Pero me desmovilicé.  La vida me fue mostrando otras posibilidades, le fue quitando espacio a las redes, en especial a Twitter, en donde salía con puñal en mano a acabar con todo. Maduré  -me digo a mi mismo-. Me serené…

Carlos empieza su columna magistralmente llamando la atención, incitando a la lectura. Dice: “Algunos actores de la opinión pública, y candidatos, han promovido por estos días las inmensas virtudes de la serenidad y la sensatez en política, oponiendo estos valores a la lucha polarizada e ideológica. Tengo que decirles que esa narrativa confunde deliberadamente valores con el propósito de dotar al centro político de un diferencial en la disputa”.

No soy nadie, pero quepo en el grupo al que él critica. Yo le dije en Twitter, sin puñal, que había que dejar de polarizar, que podíamos buscar puntos intermedios. Él sí, con todo su armamento me dijo que jamás, que cuando se acaben las clases sociales dejaban de polarizar. Ya ven que no se anda con rodeos.

Yo soy de derecha, si me tengo que ubicar a un lado del espectro ideológico. Tengo posturas claras, pero también comparto algunas cosas del otro lado y a veces me quedo en la mitad. Sí, seguro parezco aquí a un candidato que hábilmente logró graduarse de tibio, pero yo entendí que puedo estar o no de acuerdo con cosas de un lado u otro o simplemente no tener una posición clara y eso no me hace menos que nadie. Yo creo que eso me hace alguien sereno…

Se mete Carlos en este terreno: “La búsqueda de la moderación es una empresa estética por acallar lo incómodo, lo que no puede ser dicho sin generar una exaltación en el emisor. En este punto no se discute si esto sea o no cierto, o si tiene o no sentido, es simplemente una preocupación por el tono. Los modales han sido una forma en la que tradicionalmente se ha excluido la diferencia, basta con hacer referencia al concepto elitista de vulgaridad, y la apuesta por la moderación ideológica parece un ejercicio de “recuperar” la política para las élites, en su lenguaje y con sus formas”.

En el anterior párrafo hay un montón de elementos que analizar. Primero, ser moderado, ¿es una empresa por acallar lo incómodo? No, Carlos, no. La moderación también puede ir en el sentido de hacer la pausa necesaria para comunicarme con el otro, para respetarle su espacio. Las formas y el fondo de la comunicación importan y mucho más en política y en lo público. Ambas las hemos perdido, precisamente por alentar la constante polarización. Siempre terminan los debates estigmatizando a la derecha o a la izquierda. ¿Por qué?

Luego nos habla del tono, de la diferencia, de las élites. ¿Y qué vemos ahí? Polarización. La narrativa nos llevó por ese camino. En eso Carlos es muy coherente. Tiene un plan claro y miren cómo sigue…

Muchos ciudadanos han manifestado estar cansados de la “peleadera” desde ciertas orillas políticas. Eso es expresado por los gurús de la comunicación política con la máxima “la gente quiere moderación”. Y ahí es donde cabe el centro, la sombrilla de los que no tienen más identidad política que la de la propaganda que los haga ganar.

Yo hago parte de esos “muchos ciudadanos”. No es que estemos cansados, sino “mamaos”, hartos y hasta con rabia. Colombia viene en este cuento de los bandos desde hace muchos años y tal parece que así seguirá. ¿Por qué? Sencillo, si Carlos dice que: “Y ahí es donde cabe el centro, la sombrilla de los que no tienen más identidad política que la de la propaganda que los haga ganar. Pues en la polarización es que caben la izquierda y la derecha radicales. Les sirve seguir peleando, señalando, estigmatizando. Esa es su sombrilla. Esa es la estrategia de propaganda que los hará ganar.

¿Si ven?

Para terminar una columna redonda, Carlos dice: “En Medellín, por ejemplo, después de la tormenta necesaria de poner a las élites empresariales en su lugar deberá venir un periodo más sereno, pero como resultado de la disputa y no como una imposición estética. Nos la jugamos para que las élites no recuperen el gobierno. Vamos a elegir la serenidad que viene con el cambio y no la que lo acalla”.

“Elegir la serenidad que viene con el cambio y no la que lo acalla”, una linda frase final, pero cargada de veneno. Y no quiero que confundan mi respuesta como una que toma postura sobre lo que debe pasar o no en Medellín, sino simplemente como la posición de alguien que si ve en la serenidad una virtud.

Y no es que yo sea un santo, ¡jamás!, pero sí soy alguien que a punta de golpes, de cometer errores y de fracasar, entendí que no gano nada con polarizar, porque si así pensará, no habría aprovechado la oportunidad que me dio la vida hace año y medio de conocer gente nueva y tan contraria a mí, a la que hoy sin temor le respondo una columna porque sé que mañana nos veremos y sin problema nos tomaremos un café.

La diferencia, hoy, puede ser lo que más nos acerque. ¿Es el momento Colombia?

PS: creo que me quedé corto en la idea inicial de responder punto por punto la columna de Carlos. No importa, escribí de corrido, leí una vez para corregir cositas de forma y publiqué. El mensaje está ahí. Gracias por leer.

Diego Mora Ariza

Comunicador, magister en Comunicación y en Gerencia de empresas sociales.

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