¿Pinocho en Medellín?

Estando en aquel fascinante lugar, Quintero vio un acto de marionetas y quedó impactado sobre lo que podían hacer aquellos alegres muñecos, sin dudarlo y “borrachito de poder” se hizo partícipe del show, pero la astucia de “Pinocho” era tan admirable que se percató sobre unas manos ocultas que manejaban tan alegres momentos”


Hace poco tiempo, aproximadamente un año para ser exactos, en una ciudad rodeada de montañas, existía un viejo llamado Tricentenario quien anhelaba con gran fe poder tener un alcalde de verdad. El anciano, en sus meditaciones rezaba con gran devoción para tan beneplácito favor, sus agonías, sufrimiento, injusticia y actos de corrupción, en su contra, lo tenía agotado y sus ojos cansados de tanto dolor querían ver, antes de su marginalidad, un alcalde salido de sus entrañas.

La Diosa Medellín lo observaba con su desbordante compasión desde el monte sagrado del Pueblito Paisa y desde su infinita misericordia lo bendijo otorgándole el honor de un curioso joven llamado Quintero (“Pinocho”) quien por arte de la democracia pasó a ser el alcalde de estas pujantes tierras. Sin embargo la Diosa en su inigualable sabiduría le dijo a Quintero que debía comportarse bien para hacerlo un alcalde de verdad. Para ello le creo a un amigo fiel, Pepe (La ciudadanía), la voz de su conciencia para que lo acompañara en su nueva vida, iba a necesitar mucho del pequeño amigo en este trajinar de la existencia.

Tricentenario abrió sus longevos ojos y con el corazón sobresaltado observó a su hijo tan anhelado. Estaba cargado de independencia, renovación, innovación y de esperanza; el espíritu de la Diosa Medellín era su futuro. Quintero, no dudó en decir con orgullo – “Hola soy el hijo del Tricentenario”

El primer día  se asomó por la ventana de su casa, viendo entonces a otros alcaldes que iban para la escuela de La Alpujarra de inmediato le pidió a su padre que le dejase ir. Su papá temeroso de perder a su hijo, le otorgó dicho permiso, haciéndole la advertencia de tener mucho cuidado en el camino, ya que en ese lugar había mucho pícaro suelto. Quintero salió alegre a tomar su puesto y Pepe (La ciudadanía) lo acompañó por todo el camino. – “Es un buen muchacho” – se decía el pequeño amigo. Pero las advertencias de Tricentenario ahora se hacían realidad, salieron pues en el recorrido, una manada de zorros viejos que invitaron a “Pinocho” (Quintero) a conocer el carnaval de las contrataciones. – “No les hagas caso, ellos no son las mejores personas” – enérgicamente le recalco la ciudadanía (Pepe). Pero el joven triunfante salió del nido y con sus alas voló.

Estando en aquel fascinante lugar, Quintero vio un acto de marionetas y quedó impactado sobre lo que podían hacer aquellos alegres muñecos, sin dudarlo y “borrachito de poder” se hizo partícipe del show, pero la astucia de “Pinocho” era tan admirable que se percató sobre unas manos ocultas que manejaban tan alegres momentos y en un dos por tres se sintió enjaulado en aquel recinto que todos los presentes le daban por nombre La Joya de la Corona.

La Diosa Medellín desde el faro místico del Picacho, no pudo aguantar tan agobiante complejidad y se le reveló de manera inmediata al joven – “¿Por qué estás en este lugar, acaso no ibas para La Alpujarra a ser un alcalde de verdad, y dónde has dejado a Pepe?” – Quintero confrontado por la deidad y con un trozo de queso en sus manos, afirmó que ya sabía la verdad,  ciertos hombres expertos en el acto de las marionetas estaban cometiendo sacrilegio en los lugares más preciados y sagrados de estas tierras montañeras. La Diosa sonrió levemente – “Quinterito, te vas a meter en tremendos problemas”

De repente apareció Pepe y volvió a acompañarlo en sus andanzas, pero “Pinocho” en el camino volvió a encontrar las exquisiteces del poder. Un viejo encorbatado, todo un personaje en estas tierras, le habló de la isla de las delicias, donde podía comer de todo, en especial de los manjares de EPM, una fruta deliciosa de la cual habían comido muchos alcaldes anteriores a él, era su turno. Sin embargo, Pepe le habló al oído advirtiéndole que las personas que entraban a dicha isla no salían muy bien, su apariencia cambiaba, en síntesis, se convertían en seres amorfos con problemas de olvido.

“Pinocho”, en su extrema curiosidad y en sus arrebatos, entró a la isla, todo era deslumbrante, en ella había muchos otros sujetos, algunos alegres, otros con finos esferos y hasta bien vestidos. Pero de todos estos pomposos lugares, algo le llamó la atención. En el centro de la gran isla había una mesa brillante y redonda. El joven cerró sus ojos, y se dijo para sí ¿este es mi cuento (Pinocho) o es el de los caballeros de la mesa redonda? No le gustó nada dicha escena y de inmediato, revestido de la amistad de Pepe y la bendición de la Diosa Medellín, expulsó a los caballeros de la mesa redonda, quienes escandalosamente salían chillando de la isla de las delicias.

Por otro lado, Tricentenario se sentía solo, su hijo había abandonado la casa, y no sabía dónde estaba. Por costumbre se fue buscar al río Medellín, muchos terminaban tristemente en ese lugar. Pero en el momento en que contemplaba las aguas, la Diosa Medellín le hablo desde un susurro – “No te preocupes por “Pinocho”, él está tratando de ser un alcalde de verdad, esa es su misión”

A lo lejos, Quintero vio a su padre sentado a la orilla del río, junto con Diosa Medellín y presuroso de darle un abrazo a su viejo, llegó junto a ellos, pero de repente un cataclismo, un fenómeno sin igual, parecido a una ballena, se tragó a la Diosa y a “Pinocho”. Era el 04 de enero 2021 y el fenómeno aquí descrito, envolvió en la penumbra y la confusión a las tierras montañeras. Todo mundo guardó solapadamente un silencio, como si nada hubiese pasado y entre los dientes se decían ¿Será la profecía de la revocatoria a Quintero, alias “Pinocho”?

He aquí la historia que sucede en Medellín, un cuento de avatares políticos y personajes pintorescos que tienen a la eterna primavera en el eterno retorno de la discordia, la zozobra y la demagogia del poder. Una actitud, que hoy en plena pandemia, demuestra que la cooperación política es solo una utopía. Un fenómeno de revocatoria se está tragando a Medellín. Esperemos el desenlace de “Pinocho” quien osadamente reto a los caballeros de la mesa redonda y a los maestros de las marionetas.

Nota: Cuando el cataclismo se tragó a “Pinocho,” Pepe no estaba con él, es así que en su gran amigo queda depositada la esperanza.

Sergio Augusto Cardona Godoy

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