Para ser periodista en Colombia hay que aprender a vivir censurado

Hemos sido muchos los censurados, miles asesinados, la gran mayoría olvidados. Y en un país con tanto fanatismo político, complaciente de sus influencias políticas, no se hace extraño la represión a la que someten a aquellos que piensan de manera abierta y que son contrarios al poder. Y sí, a eso nos sometemos en nuestro día a día los que ejercemos como oficio el periodismo. Hoy escribo a favor de quienes ejercen el BUEN PERIODISMO, el ético, el que busca la verdad, no aquel que lo ejerce solo como relacionamiento público y con el fin de obtener un beneficio propio. Porque contar una verdad a medias, es disimular la mentira, maquillarla y por su puesto manipular la información como se nos antoja, como nos gusta a los colombianos. “Los más vivos y avispados”.

En nuestro país, los periodistas están rodeados de enemigos, sin más ni menos.  Quienes han defendido el “oficio más bello del mundo” han tenido sobre su espalda la carga de grupos al margen de la ley que asesinan, amenazan y desplazan. Y así mismo, han lidiado una y otra vez con funcionarios que estigmatizan, censuran, acosan en estrados judiciales y ocultan información. Y ni que decir, de la fuerza pública, esos bien que se toman la “autoridad”. Una fuerza que en muchas ocasiones no protegen, sino que agrede, obstruye el trabajo y detiene ilegalmente. Y por supuesto, un Estado que desprotege, no investiga y permite que los hechos de violencia contra la prensa queden en la impunidad.  Y aun así estamos obligados a convivir con ello.

La prensa ha sido blanco de ataques durante años. En 2018 los golpes vinieron de todos los frentes y las formas de censura cada vez se hicieron o se hacen más diversas. De los 477 casos atendidos durante ese año, hay algunos que se destacan por la gravedad de los hechos y el alcance de sus implicaciones.

La Fundación para la Libertad de Prensa- FLIP reveló casos de censura, acoso y abuso de poder en contra de periodismo, tales como: “INTENTOS PARA REVELAR LO RESERVADO”, por violación a la reserva de la fuente periodística: Magistrado Luis Armando Tolosa de la Corte Suprema de Justicia. ESMAD: LICENCIA PARA AGREDIR”, por agredir y obstruir a la prensa: Escuadrón Móvil Antidisturbios -ESMAD. “EL HOMBRE DEL TERROR”, por su crueldad y su sevicia: alias “Guacho”. “EL SILENCIO EN EL CATATUMBO: GRUPOS ARMADOS ILEGALES” por amenazar, silenciar y desplazar periodistas: EPL, ELN y Águilas Negras. “BUSCANDO CONSPIRACIONES”, por incumplir su mandato de garantizar la libertad de prensa y atacar a los medios: Fiscal General Néstor Humberto Martínez. “REGULADOR DEPENDIENTE”, por impulsar un proyecto de ley que afecta la autonomía de los medios públicos: ministra Sylvia Constaín. “DUEÑOS DEL BALÓN Y DE LA TRANSMISIÓN”, por obstruir la labor de los periodistas en los estadios haciendo uso abusivo de sus facultades: la Dimayor.

A su vez, la vulneración a los derechos de los profesionales se ha hecho más latente, casos y situaciones presentadas como: “El PACTO DE SILENCIO”, por su indolencia y su falta de compromiso humanitario: los Estados de Colombia y Ecuador. “MARATÓN DE DENUNCIAS PENALES” por usar el aparato judicial para acosar a periodistas: el alcalde Santa Marta, Rafael Martínez. Y “MATAMOS LA PRODUCCIÓN” por dar la orden de censurar un programa como retaliación a las opiniones de su presentador: RTVC.

Con relación a los anterior, para el año 2019 no hubo variación en cuanto a la vulneración del quehacer periodístico. Dicho año, terminó con una lucha por el espacio público en toda Colombia, y también con preocupantes síntomas del desprecio de algunos integrantes de la Policía hacía los periodistas. Los 40 días de manifestaciones y cacerolazos, que empezaron el 21 de noviembre, terminaron con 66 periodistas agredidos.

Es entonces que, la vulnerabilidad en Colombia se escala significativamente cuando la estigmatización proviene de figuras públicas que cuentan con audiencias importantes. Cuando la intolerancia a la crítica se convierte en declaraciones injustas que vinculan a periodistas con organizaciones o acciones ilegales, se pone un blanco en el cuerpo de los periodistas: los señalamientos pueden ser entendidos como incitaciones o autorizaciones para la comisión de actos violentos contra la prensa.

A estas situaciones hay que sumarle los recortes y despidos masivos. En los últimos cuatro años al menos 1.100 personas fueron despedidas de medios de comunicación. Estos recortes terminan impactando negativamente la diversidad de medios y la pluralidad de voces, requisitos indispensables para sostener una sociedad bien informada.

Para concluir, la violencia contra la prensa ha dejado nuevas cicatrices, difíciles de disimular. Y una censura que, aunque vieja, se viste con nuevos ropajes.

Andrea Ochoa Restrepo

Comunicadora Social- Periodista con énfasis en Educación de la Universidad Católica Luis Amigó.
Maestreando en Economía Aplicada Eafit
Apasionada por las letras, el periodismo investigativo y los viajes como una forma de conocer el mundo.

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