Panorama cataclísmico

“política macondiana, ¡vaya contradicción!”


Colombia se enfrenta a unas candentes elecciones presidenciales como no se habían presentado desde hace varios años, y es no para menos, en estos momentos en los que nos encontramos a escasos 19 días de definir no solo quien será el nuevo hospedado en la casa de Nariño sino que, como si fuera poco, y en función de sus propuestas, el futuro del país, cuando en política se menciona esta frase, “el futuro del país”, frase quemada y sobrevendida en el panorama electoral es más de seguro que para la gran mayoría nos suene a un cliché más de los usados en política, pocas veces se toma en serio tan alarmante frase, pero; ¿será que en función de los postulados para el máximo poder podemos usarla y más que usarla, tenerla presente de la manera más literal posible?, pues la respuesta corta es sí, y no es para menos achacarla.

Entre esos dos inimaginables candidatos presidenciales, inimaginables hasta hace unos años, se vislumbra un gran número de reformas a la estructura del Estado y por medio de estas, variables importantes en la economía del país, Gustavo Petro, fenómeno de izquierda en la política colombiana, política históricamente de derecha, trae consigo y desde sus inicios en la política colombiana, por allá en los años 80 su “revolucionaria” forma de ver una nueva estructura social en Colombia, lo que lo ha llevado a tomar posturas extremadamente debatibles, no lo es menos sus posturas acerca del papel del Banco de la República, el cual según el candidato, en tiempo de crisis  pandémico, aseguró que esta respetada entidad debía hacer uso de su poder emisivo para solventar las duras necesidades de los hogares colombianos de forma directa, esto es, emitir para gasto, más desacertada no pudo ser su propuesta, más aún siendo el proponente formado académicamente como profesional de economía en una de las universidades con más renombre en el país.

Debería recordar el candidato, en sus tiempos de estudios macroeconómicos, la relación que guarda la emisión desmedida de dinero con la subida generalizada de los precios y esta a su vez con el empobrecimiento de la clase ya de por sí más golpeada de la sociedad, clase a la cual según sus discursos jura que protegerá si llega al cargo que hoy disputa, ¡vaya contradicción!, y no menos polémica son sus propuestas acerca de la administración de los fondos de pensión y el futuro minero-energético colombiano, si bien es cierto, la estructura pensional pública necesita una urgente modificación debido a la inequitativa distribución en los subsidios para pensionados, subsidios que van a parar a las pensiones más deseadas, es decir la punta de la pirámide pensional, y no a las pensiones más demacradas, su visión de tomar las pensiones privadas de forma coercitiva y llevarlas a el sistema público sólo para remediar temporalmente este dilema no es más que simples paños de agua fría para un sistema que ya por su modelo, el cual es un modelo piramidal, está totalmente agonizante.

Ni que hablar de sus propuesta energética para también, de manera coercitiva, empezar a prohibir la explotación del recurso más preciado de la economía colombiana, el petróleo, recurso que nos ha permitido, mucho o poco, desarrollar nuestra endeble economía y atraer a capitales importantes para el desarrollo económico, la reforma energética debe hacerse, sí, pero los tiempos deben ser fijados por el mismo mercado que por medio de sus desarrollos tecnológicos nos da una mirada al futuro energético, esto es, energía solar y movilidad automovilística por hidrógeno. En resumidas cuentas, si Petro llegase a la casa de Nariño, ya podríamos esperar una desaceleración económica producto de la prohibición de la explotación petrolífera y a esta desaceleración debemos sumarle una posible inflación debido a la imparable capacidad de emisión que tendrían las impresoras del banco de la república en su gobierno.

Del  otro lado tenemos a su antítesis, el ingeniero Rodolfo Hernández, político santandereano el cual se ha convertido en todo un fenómeno en muy poco tiempo en la política colombiana, un extrovertido viejo, sin pelos en la lengua, que asegura tener una fortuna de 100 millones de dólares producto de construcción de vivienda de interés social, este “nuevo” político colombiano, quien asegura ser y representar el cambio en materia política que todos los colombianos necesitan no está tan alejado de la política tradicional como sus publicistas lo hacen notar por sus diferentes redes sociales, las cuales, aseguran expertos, fue su trampolín hacia el éxito político que hoy vive, el ingeniero, o el viejo, como ahora se le conoce y se le dice para referenciarlo, es un perro viejo en la política santandereana, ha pasado ya por dos consejos municipales y una alcaldía, esta última en la ciudad de Bucaramanga, en ninguno de sus anteriores puestos públicos ha pasado desapercibido, esto gracias a su fuerte temperamento y poco autocontrol en situaciones de fuerte estrés e incomodidad.

Esto lo vio todo el país en el 2018, año en el que siendo alcalde de Bucaramanga arremete físicamente contra un concejal cuando este le reclama por una presunta intervención en contratos públicos de su hijo, acto que le costó una suspensión, y desde luego, como no existe publicidad mala, también le dio la fama en todo el país. Este hombre de “mano dura” nunca mejor dicho, piensa llegar a la presidencia para, según él, acabar con la robadera y la politiquería que tanto le cuesta al país, y es que Hernández se ha abanderado de la lucha anticorrupción, ha sabido aprovechar esa demanda en la sociedad colombiana por alguien que acabe con esta recocha de contratistas públicos y políticos, los cuales se rotan el erario como niños una pelota de fútbol.

Curiosamente es el quien tiene en la fiscalía un proceso abierto por posible corrupción de un contrato para la prestación del servicio de basura en Bucaramanga, por el cual supuestamente, por adjudicar el contrato, él y su hijo se llevaría una fuerte suma de dinero por “comisión”, ¡vaya contradicción!, el político que nos salvará de la corrupción, imputado por presunta corrupción, parece ser una de las tantas ironías a las que ya nos tiene acostumbrado nuestra macondiana política, en la cual un fiscal anticorrupción es extraditado por corrupción, donde el hijo de un temible paramilitar es nombrado director de víctimas del conflicto, donde un político que endeuda los municipios más pobres de Colombia y que nos sabe cuánto cuesta la canasta básica familiar es nombrado codirector del banco de la república.

El ingeniero, a diferencia de su contrincante, propone un reajuste a las cuentas del país, reducción de gasto público, reducción del estado, minimización de recursos para la funciones públicas, esto, según él, ayudaran a poner en orden la balanza fiscal sin necesidad de una temible y estricta reforma tributaria, idea que a pocos les desagrada, y no es para menos, reducir el exacerbado gasto público, y por medio de este, reducir los impuestos que se pagan en el país, país en el cual se paga impuestos hasta por una simple transferencia bancaria, es una propuesta que resuena en el común del electorado, cabe resaltar que para esta, que es su propuesta bandera, lo va a tener bien cuesta arriba, no solo porque los números a cuadrar son estrepitosamente grandes, no son sino 70 billones los que deben conseguir por medio de reducciones al gasto, lo cual es un trabajo titánico teniendo en cuenta la tan bien planeada distribución burocrática del erario en el país, sino que para hacerle frente a esta, deberá abrirse camino, a sangre y fuego, por las estorbosas trabas que le ofrecerían  nuestros honorables senadores y representantes, a los cuales, según el candidato, mantendrá una trato hostil, hasta el punto de “boletiarlos” por medio de vallas publicitarias cuando estos no estén de acuerdo con sus posibles futuras leyes. Adicionalmente a los 70 billones de pesos que deberá robarle a la burocracia colombiana, tendrá que conseguirse otros 50 billones para su otra propuesta insignia, educación básica y superior gratuita a toda la población.

El reto es enorme, y para ser sincero, teniendo en cuenta el histórico en la administración de los recursos en Colombia, esto es una tarea imposible. Las  cartas están sobre la mesa, dos candidatos con amplias diferencias, uno toma el electorado que demanda cambios extremos en las políticas colombianas y el otro toma el electorado que pide algunos cambios estructurales en la administración del gobierno, sin importar quien sea el nuevo inquilino de la casa de Nariño, y mirando sus muy imposibles propuestas, nos espera 4 posibles años de crisis económica o 4 posibles años de crisis política, o en el peor de los escenarios, 4 posibles años de una fuerte crisis económico-política que ararán el terreno perfecto la inestabilidades sociales dignas de los apocalípticos movimientos de masas que se han visto en los últimos años en Latinoamérica.

Diego Beltrán Pérez

Estudiante de economía, con amplias críticas hacia la administración que la política de la a la misma.

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