¿Pa’ qué zapatos si no hay casa?

Qué difícil escribir sobre lo público, aún más, cuando se es consciente de que lo personal es político.


No le falle usted a la maltrecha patria, pero quiérala como a la madre; aquel adorado ser que se recuerda y se celebra con el día más violento de la nación.

Qué bonita fiesta democrática la del 29 de mayo, aunque me hubiese gustado incidir más como anfitriona; categoría exclusiva del bando que constituye derecho a elegirse, los previamente elegidos por la mano invisible del feudalismo neogranadino.

En el país del vallenato, florecen populismos importados con aroma de caribe tropical, en la brisa del Atrato se murmura al establecimiento un relevo de capataz. La brecha de sometimiento de las mujeres durante pandemia es muy líquida para observar, cómo el régimen de cambio hoy carga cara de trasnocho patriarcal; sí, evidente alarde de la brutalidad, esta clase de ejercicios en el poder no van a transformar su abuso haciendo que la burocracia crezca más, peligroso es el mensaje que dejan en un lugar de diferentes donde poco y nada se acostumbra a tolerar.

Ministerios de la igualdad versus el paradigma que renueva la economía imponiendo un más salvaje capital, la decisión es profunda; se necesita plata, pero no basta la plata para educar. ¿Qué es lo que apela Macondo en las urnas que ya no se puede ocultar?, ¿qué clase de campaña sucia es la que en los próximos días vamos a, morbosamente, dilucidar?, ¿se hablará de lo técnico innombrable que eminentemente es lo que va a importar?, ¿se contará con la inteligencia para sensatamente rectificar?; sufragista posmoderna, dos mujeres con raíces afro, muy talentosas en sus orillas, serán factor clave a determinar.

Talante decisivo es el rojo liberal; esta vez es un aparente republicano criollo quien viene a levantar la mano, un millonario soso que deja a la politiquería sin cabildeo rampante, sus asesores saben negociar. Un señor imprudente y altanero es todo lo que haría temblar a Bogotá; les descuadraría la cuenta para que el Estado medianamente se pueda saldar. La filosofía política sobra en un platanal veraniado con inflación y déficit fiscal; se impone tosca el hambre sobre cualquier consideración dialéctica que eleve el avance cultural, más realmente basta con que cumpla el margen de legalidad por el cual se le investiga de atropellar y efectivamente sea mesurado si se antoja de robar.

La izquierda anuncia las fracturas emocionales del elector con la sociedad, que se ignoran al estar latentes en la sombra y no contar con indicadores claros en la productividad; y es que son convenientemente empáticos para los enemigos de sus amigos poder incendiar, de eso muy bien saben saboteando los bienes públicos que tanto se ufanan de honrar, aguardan nostalgia de insurgencia criminal. Un exhorto a reconocer cuánto sufre quien padece la anulación de la diversidad. La fórmula de dos hombres blancos heterosexuales también figura como símbolo de clásica autoridad, que esta Colombia joven, como a las estatuas esclavistas, quiere tumbar; ingenuamente lo hacen de la mano de aliades progresistas, que, a codazos, cualquier falda de la tarima están dispuestos a bajar.

Colombia representada en la retórica del resentimiento y la superficialidad. En la voz del pueblo solo se percibe el tufo de una resaca de narcogobernabilidad, esta democracia con aproximadamente 54,91% de rostros hechos pueblo participando, llega a la adolescencia, y a los padres del capitolio se osa revelar; hace un año todavía quedaban vías bloqueadas y el hastío de la alfombra roja es vigente mientras otros salgan en chalupa y tarabita a votar. La mula que jala esta carretilla tiene sed y el salario ya no le alcanza para pastar, está arisca, cualquier senda puede tomar.

Tres semanas muy largas, quizá más largas de lo que el idílico triunfo alternativo se pueda festejar, es por tanto pertinente que la idea mesiánica se empiece a moderar; la ciudadanía son muchos más que quienes aspiran a un cargo público en el gobierno central, gane quien gane, el votante debe estar vigilante de los hechos, las falacias discursivas y hacer valer su dignidad, pues tantos años en guerra suelen naturalizar el ultraje a las libertades, el pluralismo, la propiedad y la identidad.

María Mercedes Frank

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