PA-I-SAJES

PASAJES

Lapsus de nada, es quizá el aburrimiento cuando la insatisfacción es profunda, pequeñas cárceles con paredes que son voces, voces que no son aire porque solo están en la mente.

Distraer ese ruido, y la ansiedad se hizo un negocio de publicidad basura inacabable tras la pantalla, ya no puedo con los libros y aprender es tedio. Sed de conversar con quienes se han ido, no están, parte de mí tampoco.

Trozos de realidad me caen algunas horas, pero convivo en la impotencia, me son extraños y me soy ajena. Quiero escribir que las palabras se me esconden, pusilánime, no volaron cuando las vi en el abismo. A veces yo era la ceniza que quedaba de tantos papeles tras el ritual de despedida.

Escapar. Iba a nadar sobre un café que naufragó a su paso. Otra vez amanece, otra vez me sirve al protocolo de la cotidianidad, que ausente de magia, suspira un tiempo que son diásporas de nostalgia y anhelo.

Una hoja, explicar motivos cuando se ha sumado el miedo, una epifanía que rescate un verso aferrado al ahora. Quería decir algo, no saber, son esas muertes tan propias que no notamos, fractura. Respirar y repasar el pasaje que sentencia: medrar es el olvido.

PAISAJES

Me pinté el sol en los hombros y bailé con las flores junto a la brisa, llegué a lugares inhóspitos donde sentí al río abrazarme con alegría.

Caminé los senderos donde prolifera verde la vida, paso tras paso el asombro era cada vez mayor y mi alma conmovía, los pájaros cantaron los secretos que del bosque no se conocerán todavía. Elevé una oración porque, aún separada, todo nos unía.

Verdad su majestuosa energía, mi cuerpo que en el agua no pesa y la arena que mi piel limpia, la corriente entre las piedras que con fuerza arrasa los remordimientos y las penas más sombrías. Recordar la simpleza de lo valioso es quizá lo que estas líneas justifican.

Estar en mí. Sentirme querida por la existencia misma, en la que es posible la fe, la ciencia y la poesía. Devolverme la esperanza porque al moverme también cambia la perspectiva, y el silencio susurró en mi alma una fantasía.

Una fotografía, capturar los colores del ocaso, el cielo como un gran lienzo divino y enigmático. Las estrellas se develan con las horas y con ellas, las musas besan mis instantes más largos… Llorar un poco, perenne el amor en este paisaje solitario.

María Mercedes Frank

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