Dos cartas le he enviado al ministro de Comercio, solicitándole hacer uso de la salvaguarda contemplada en el TLC con Estados Unidos, para detener temporalmente la avalancha de importaciones de leche en polvo y proteger la producción nacional, agobiada desde siempre por la posición dominante de la industria y, coyunturalmente, por la pandemia y su efecto en la caída de la demanda.
Un pequeño ganadero, como los hay más de 300.000 en el país, no entiende por qué tiene que malvender su leche a un “crudero” o pelear con la industria alguito de ajuste en el precio, cuando sus insumos subieron, y no precisamente “alguito”.
No entiende por qué la industria les compra leche a ricos campesinos de Estados Unidos y no a sus compatriotas pobres, como él, que producen toda la que necesite, con calidad y buen precio.
No entiende por qué, si hay leche de sobra, estamos en pandemia y los productores -perdón por la expresión- están “rejodidos”, pues además de los problemas de siempre, dizque los supermercados no piden lo mismo, dizque los colegios están cerrados y la gente, si tiene p’a la leche no tiene p’al queso; si todo esto sucede, por qué el Gobierno no prohíbe que les sigan comprando leche a los campesinos gringos.
Él no entiende de TLC´s, de contingentes ni aranceles, y le sorprendería saber que existen compromisos, pero también las formas de “hacerles el quite” dentro de las reglas negociadas. Solo falta que el Gobierno, alegando “condiciones adversas de competencia”, solicite algo con un nombre bien puesto: “salvaguarda”, porque de eso se trata, de “salvar” de la ruina y de proteger a nuestros campesinos.
Se sorprendería más al saber que toda esa leche, 43.000 toneladas solo de Estados Unidos y 75.000 de todo el mundo, equivalentes a 889 millones de litros que no les compraron a nuestros campesinos en 2020, ahora la traen “descremada”, no solo por barata, sino porque, revuelta con lactosuero y algo de grasa vegetal, se vende como bebida láctea en empaque costoso. No es práctica generalizada, pero sucede…
Finalmente, una de las consecuencias de la pandemia a escala mundial es la desarticulación de las redes de distribución. En otras palabras, por fuerza de las circunstancias, en todo el mundo se están incumpliendo compromisos adquiridos en condiciones de normalidad. Aun así, no se trata de incumplir, sino de usar alternativas disponibles y temporales en defensa de la producción nacional.
Señor ministro: “salvaguarde” usted la lechería colombiana.
N.B. 1) Rechazo general al mezquino jueguito de Timo y Santos, de “tu-me-escribes-yo-te-contesto”. 2) Sector agropecuario y ganadería, únicos con crecimientos positivos en la mayor caída histórica del PIB. 3) Mientras el mundo aplaude a Colombia por apoyar a los migrantes venezolanos, la despistada ONU sale en apoyo del régimen que los expulsó.
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