Oda a la renuncia

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“Poner como prioridad la salud mental siempre será la mejor decisión”


Después de seis meses de meditarlo, hice lo que para muchos era impensable: renuncié. Dejé un trabajo que me daba estabilidad económica y beneficios extrasalariales por salud mental. Sí. Durante alrededor de dos años me mantuve en la burbuja del empleador perfecto. Tenía horarios que empezaban, pero no se sabía a qué hora finalizaban. Sin embargo, me trataban bien y me reconocían con beneficios o dinero mi compromiso. No obstante, mis horas de sueño eran cada vez más escasas; la ansiedad la tenía alborotada porque sentía que quien estaba equivocada era yo por no valorar lo que se me estaba ofreciendo. Me sentía incompleta. En ese rompecabezas faltaba algo. Con el tiempo supe que esa pieza que faltaba era yo.

Cuando conversaba sobre mi situación con otras personas me hacían ver que no tenía por qué quejarme. Mi empleador me pagaba muy bien comparado con otros y parte gozaba de beneficios que eran impensables en otros espacios laborales. Ahí me empecé a dar cuenta de que el concepto de estabilidad en la sociedad está muy atado a lo material y deja de lado el bienestar personal.

Agradecemos porque recibimos más dinero a cambio de estabilidad mental y emocional. El empleador sabe que la fórmula para que una persona permanezca en su puesto es ofrecerle aparentes beneficios que, en teoría, a su bienestar. De esta manera, el empleado siente que su esfuerzo está siendo recompensado y se siente incapaz de abandonarlo. Creo que ahí está la trampa.

Cuando tomé la decisión de renunciar me sentí culpable. Pensaba que estaba tomando el camino equivocado. Sin embargo, poner como prioridad la salud mental siempre será la mejor decisión. Los días van pasando y el bucle de responsabilidades en el trabajo impide ver con claridad aquello que se va perdiendo. Ya no hay motivación genuina para hacer el trabajo. Poco a poco nos vamos convirtiendo en máquinas predispuestas a generar valor a partir de lo que hacemos y no de lo que somos. Se vuelve más importante producir que sentir.

Esta es la reflexión que deberíamos plantearnos como sociedad. No se trata ahora de abandonar la labor al primer obstáculo, sino de ser más conscientes del lado hacia el cual se está inclinando la balanza. Solo así podremos notar un cambio en el que nos prioricemos como seres humanos.

Por dinero entregamos nuestro descanso y tiempo. Es natural sentir miedo frente al cambio. Por eso creo que nos acostumbramos a la rutina y no la cuestionamos. Una vez tomamos una decisión en otra dirección se abren nuevos caminos; aparecen nuevas oportunidades y nos damos cuenta del enorme potencial que habita en nosotros. Basta tener un poco de confianza para obtener resultados distintos.

Algunos años después de haber renunciado miro hacia atrás y recuerdo a todas aquellas personas que dudaron de mí y me hicieron creer que seguir en lo mismo era mejor que cambiar. Se necesita coraje para hacer las cosas diferente. Hoy vivo una vida más tranquila, en la cual mi ser importa más que mi quehacer. El síndrome del burn out, del que tanto se habla últimamente, no es otra cosa que el resultado de la exposición a la hiperproductividad. Nos enfrentamos a una oferta laboral que nos pide saber gestionar nuestro tiempo con el objetivo de hacer más labores en la misma cantidad de tiempo que antes; además, se nos solicita tener competencias de distintos perfiles para ser profesionales versátiles. Todo esto nos lleva a una sobre exigencia que nos deja drenados y con un solo deseo e idea en la cabeza: renunciar.


Todas las columnas de la autora en este enlace: https://alponiente.com/author/mpmendez/

Mujeres para pensar

Maria Paula Mendez Penagos

Soy literata y periodista de viajes. Me encanta escribir sobre viajes, empoderamiento femenino y temas de crecimiento personal. Dicto talleres de escritura terapéutica.

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