Niños desnutridos y sin educación en La Guajira

#LaOpinionDeColmenares

Han transcurrido mas de 20 siglos desde que se conoce la famosa frase que se atribuye al filósofo Pitágoras “Educad a los niños y no tendréis que castigar a los hombres”, y que en sí misma se constituye en dogma, una máxima irrefutable: hay que educar a los niños para hacerlos hombres útiles a la sociedad.

Los niños son el futuro de la humanidad. Y tengo mucho respeto por las personas que han tomado la decisión de no tener hijos. Tengo varios amigos que ya lo han resuelto, pero estoy convencido que es una decisión mezquina y egoísta independiente de los argumentos que invoquen para justificarla.

¿Qué pensarán de ellos si sus padres hubieran tomado la misma decisión?

Cuando a los niños se les niega la posibilidad de nacer o de crecer también se está negando la posibilidad de que exista la humanidad.

Volviendo a la máxima de Pitágoras, a los niños hay que enseñarles a comportarse, a respetar a los demás, la justicia, a amar al prójimo como a ellos mismos, no hacerles a otros lo que no quisieran que les hicieran a ellos.

Es decir, hay que hacerles entender con buen trato y consideración que no son dueños del mundo y que los demás vivimos en arriendo; que aprendan a convivir para que en el futuro sepan comportarse en sociedad.

O de lo contrario, lo mas seguro es que cuando sean adolescentes empezarán a crearle problemas difíciles a los padres, o en una madrugada salen borrachos en el carro y atropellan a otros seis, o en edad adulta golpean por cualquier cosa a la pareja, en fin, seguro que tendrán problemas de comportamiento individual y social en el futuro.

Pero además de la formación de los niños, también es importante la alimentación.

Y en este sentido llama la atención el informe de la Defensoría del Pueblo “Desnutrición en la primera infancia. Causas estructurales y vulneraciones prevenibles y evitables”. 

Estableciendo en dicho informe que solamente en el año 2020 hubo 9902 niños que padecieron de desnutrición aguda, traducido como bajo peso para la talla; y el top 5 de las entidades territoriales con el mayor número de niños desnutridos fueron Bogotá con 1756, en La Guajira 1121, Antioquia con 724, en Cundinamarca 625 y el departamento del Cesar 493.

Un informe de la OEA y el Banco Mundial concluyó que la mala o falta de alimentación de los niños durante los primeros años de vida les retarda el crecimiento, no desarrolla habilidades para aprender, tampoco se comunica bien ni piensa de manera analítica, entre otros males.

Es como si fueran condenados a una cadena perpetua. Por eso no puede menos que calificarse de tragedia humana lo que sucede con nuestros niños de La Guajira, sobre todo los niños de las comunidades wayúu.

Dice el informe de la Defensoría del Pueblo que “Para el año 2016, el INS reportó 355 muertes por desnutrición en todo el país; 70 se registraron en el departamento de La Guajira, lo que equivalía al 20% de las muertes por desnutrición infantil en Colombia. Para ese año, el 54,6% de los casos notificados de mortalidad por causas de desnutrición en menores de cinco años correspondió a niños y niñas indígenas.”

¿Qué pasa con las órdenes de la Corte Constitucional en la sentencia T302/19 a entidades públicas del orden nacional, departamental y municipal para proteger los derechos fundamentales a la salud, agua y alimentación de la niñez del pueblo wayuu del departamento de La Guajira?

¿Qué pasa con las políticas públicas relacionadas con alimentación de la niñez del pueblo wayúu del departamento de La Guajira?

¿Dónde se están quedando los recursos que son asignados a través del sistema general de participaciones para los resguardos indígenas?

El niño con hambre no puede estudiar. El niño desnutrido no está en capacidad de aprender. Los niños de La Guajira, como todos los niños del mundo, tienen derecho a la alimentación y a la educación, pero los gobiernos nacional, departamental y municipal les están negando esos derechos.

El daño que se hace a un niño no puede tener perdón.


Luis Alonso Colmenares Rodríguez

Me he desempeñado como Subcontador General de la Nación y Contador General de la Nación; Presidente del Consejo Técnico de la Contaduría Pública; Presidente de la Junta Central de Contadores y Asesor de Entidades territoriales en temas relacionados con la hacienda pública, control público, contabilidad pública.

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