Mi secreto

«Ella, en tiempos de Vespasiano, se haría rica bebiéndose los impuestos de su orina, en un ciclo interminable»


La mujer nos vio tocándonos la cara con la punta de los dedos, en la antesala del baño turco, y repitió la operación:

—Hay que activar la piel cada tanto para que rejuvenezca. Más que todo las paticas de gallina y en el cuello… De abajo para arriba es lo recomendable: la sangre tiene que ir al corazón. Lo mismo con las manos y toda la piel. Adentro, como está aromatizado con plantas, lo limpia a uno de suciedades y malas energías. Yo antes de pandemia no faltaba ni una semana. Esta es la primera vez que vengo después del encierro. Mis amigas y yo nos metíamos a orar, nos exfoliábamos con cremas y azúcar, mejor dicho, salíamos como nuevas. Eso es bendito para que no se note la vejez. Y ¿sabe qué otra cosa es bendita? ¿Ustedes han escuchado al médium Carolinus? El señor hace entrevistas a las almas de los muertos. Ha entrevistado a Celia Cruz, a Pelé, a Cantinflas; ha entrevistado a mucha gente. Él les lanza preguntas y ellos le responden. Yo una vez vi en su página y entrevistó a un médico muy famoso. Le decía que la orinoterapia era una maravilla; que él lo probó con sus pacientes y los sanaba de una; que ese procedimiento era un milagro; que tenía células madre, que combatía el cáncer y un montón de enfermedades. Y daba las instrucciones: en ayunas se lo toma uno y ese es más saludable; lo revuelve con aguapanela para endulzarlo y listo; también que, si podían, tomárselo cada que se fueran al baño. Eso lo probé yo y pa qué, al comienzo me asqueó; pero cuando le empecé a coger el tiro, ya normal. Mi hija era la única que sabía y no me creyó ni me cree lo del doctor. Un día salí a dar una vuelta y un vecino me dijo: «Oí, ¿qué te echaste en la piel que la tenés tan pulida?», y yo no le revelé mi secreto.

Redundó y nos levantamos para que entrara al turco.

Tiramos piscina, conscientes de que nos volvíamos a ensuciar en el caldo humano.

—¿Usted le notó la piel como ella decía?

—La verdad es que no. Quién sabe cuándo se hizo el tratamiento. Demás que va a escuchar la entrevista para empezar de nuevo.

Nos demoramos un rato en la piscina, salimos, nos vestimos, y, por la mesa donde terminábamos de arreglarnos, la señora, de salida del turco, pasó.

—¿Listo el pollo? —le hablé.

—Sí; listo… Como nueva… Voy a bregar por venir todas las semanas… —Y se despidió—: Chao; se cuidan. Yo sé que ustedes se cuidan. Se les nota. Felicitaciones.

Se equivocó: nunca madrugamos a caminar. La apariencia la traiciona. En tanto a Carolinus, ¿qué decir de quien entrevista a «la esencia de Colombia»? Imposible medir lo crédula que es: porque nos tocábamos la cara con la punta de los dedos, y nos divertimos en el turco, pensó que nos cuidábamos; y porque el médium fantasea con un médico, pone en práctica sus «remedios».

Ella, en tiempos de Vespasiano, se haría rica bebiéndose los impuestos de su orina, en un ciclo interminable.

Horquilla. El Ejército abre la incorporación voluntaria de mujeres al servicio, proponiéndoles, en dieciocho meses, forjar «su disciplina, coordinación, espíritu de cuerpo y su proyecto de vida». Iván Velázquez desea que solo fuera voluntario y no obligatorio; yo, ninguno de los dos.

Itagüí, febrero 6 de 2023


Otras columnas del autor en este enlace:  https://alponiente.com/author/3761229/

Alejandro Zapata Espinosa

Estudiante de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana del Tecnológico de Antioquia.

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