El Gobierno Nacional ha tomado la dura decisión de poner al País en cuarentena obligatoria. La medida se adopta quince días después del primer contagio y con 230 casos confirmados. Otros países, que hoy están en dificultades, tardaron varias semanas. Las otras medidas de contención – suspensión de espectáculos públicos, cierre de centros educativos, cuarentena voluntaria y cierres del espacio aéreo – también se adoptaron con relativa rapidez.
También fue oportuna la declaración de emergencia económica y social que pone a disposición del Gobierno Nacional cerca de 15 billones de pesos, de los fondos de ahorro y estabilización petrolera y de pensiones territoriales, y autoriza la enajenación de activos por cerca de 5 billones adicionales. Con esto y otros tres o cuatro billones que pueden obtenerse con reasignaciones del presupuesto ordinario, se tendrían unos 24 billones para enfrentar la crisis, antes de recurrir al déficit fiscal adicional. El decreto también autoriza la emisión de deuda interna a ser colocada en operaciones de liquidez al Banco de la República, cuya munición monetaria habrá que usar eventualmente. El asunto es entender lo que se puede hacer dada la naturaleza de la crisis.
El viejo marco conceptual de oferta y demanda agregadas resulta bastante adecuado para explicar la situación. La gráfica muestra las curvas de oferta y demanda agregada de la macroeconomía básica. El eje vertical mide la tasa de inflación y el horizontal la tasa de crecimiento. Las líneas O y D, continuas, definen en el punto E la situación de la economía anterior choque del Covid-19. Las medidas de contención, por el cierre de empresas y negocios, desplazan, hacia arriba, la oferta agregada y, por la pérdida de ingresos, hacia abajo, la demanda. Las rectas, punteadas, O´y D´ definen en E´ la situación de la economía después del choque, con menos crecimiento y una inflación cuyo nivel es incierto pues dependerá de la fuerza relativa del choque inflacionista de oferta y del choque deflacionista de la demanda.
Lo importante es entender que la presencia simultánea de choques de oferta y de demanda limita el alcance de cualquier política expansionista fiscal y/o monetaria. Sin duda alguna hay que hacer todo lo anunciado por el Gobierno Nacional para suplir mediante transferencias – familias en acción, devolución del IVA, adulto mayor, etc. – el ingreso monetario de la población más vulnerable para evitar, sobre todo, el deterioro de su situación y tratar de mitigar, en alguna medida, la contracción de la demanda que resulta de la pérdida de ingresos de los trabajadores por cuenta propia, pero también de los dependientes que perderán sus empleos a medida que se prolongue la parálisis de la producción.
En todo caso, la clave de la crisis y de su mitigación no está del lado de la demanda sino del lado de la oferta, es decir, de la amplitud y duración de la parálisis de la producción inducida por las medidas de contención, en particular por la cuarentena obligatoria que entra en vigor el 25 de marzo y que se extiende hasta el 13 de abril.
La duración ya la sabemos: los 19 días de la cuarentena, sin contar los que tarde la actividad económica en recuperar su ritmo. La amplitud puede estimarse cruzando la lista de actividades exceptuadas en el Decreto 457 con las 61 agrupaciones del producto interno bruto en las cuentas nacionales. La cosa no es evidente, pues no hay una correspondencia directa entre una y otra lista, por lo que deben hacerse algunas inferencias.
El decreto 457 presenta una lista de 34 exclusiones a la cuarentena. En algunos casos hay repeticiones: se continúa la prestación de servicios bancarios y financieros y se permite a la gente desplazarse para hacer uso de los mismos. Otras exclusiones guardan relación con dos o más agrupaciones de las cuentas nacionales como la referida a las cadenas de suministro de alimentos y bienes de primera necesidad o de productos médicos y farmacéuticos. También es difícil de aislar lo referente a la agrupación “Transporte y almacenamiento”, pues en las cuentas nacionales se desagrega por el modo de transporte y no por la naturaleza de lo transportado. La tabla presenta algunas correspondencias más evidentes pero que aun así no dejan de presentar problemas de identificación de las agrupaciones específicas que resultan afectadas.
En principio podría pensarse, por ejemplo, que la exclusión de la cadena alimenticia permite la actividad de todas las sub-agrupaciones del rubro “Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca” que equivale a un 8% del PIB. Sin embargo, allí está la agricultura de exportación – banano, flores, café, etc. – que no corresponde totalmente a lo que se entiende por “alimentos” y que será afectada por la cuarentena. También será afectada toda la industria, exceptuada la que en las cuentas nacionales aparece bajo la rúbrica: “Elaboración de productos alimenticios; elaboración de bebidas; elaboración de productos de tabaco”. Es también complejo el tratamiento del comercio pues la información de la Cuentas Nacionales no diferencia por la naturaleza de mercancías comerciadas.
Ojalá alguien en el DANE, Hacienda o el DNP, que tienen información más fina, esté haciendo un cálculo similar. Según mi estimación quedan en cuarentena un conjunto de agrupaciones que responden por el 70% del PIB.
Una cuentecita de tienda: el PIB anual colombiano bordea los US$ 350.000 millones, el PIB diario sería algo así como US$ 959 millones. Con la parálisis del aparato productivo estaríamos dejando de producir diariamente el 70% de esa cifra, es decir, US$ 671 millones. Y en los 19 días cerca de US$ 13 mil millones. Esto sin contar la reducción de la producción de las actividades por fuera de la cuarentena, muchas de las cuales, por razones obvias, funcionarán a “media máquina”.
Las medidas anunciadas por el Gobierno Nacional están orientadas a fortalecer la capacidad de atención del sistema de salud, a proteger a la población más vulnerable y a mitigar los efectos de la cuarentena sobre las empresas y el aparato productivo todo. Y está bien que así sea. Pero también es necesario preparar el pronto restablecimiento de la actividad productiva.
A mi juicio, las medidas de mitigación para preservar las empresas, especialmente, las medianas y pequeñas, son insuficientes. De nada sirve que el Ministerio del Trabajo diga que no se puede despedir a nadie: cuando no hay con qué pagar la nómina, no hay con que pagar y hay que salir de la gente, abierta o soterradamente.
Para enfrentar esta situación podría autorizarse una reducción temporal del salario y suspender el pago de parafiscales. Las empresas dejarían de pagar durante la emergencia una porción del salario, digamos del 20%, que pagarían gradualmente a lo largo de un año a medida que se supere la crisis. De la misma forma se pagarían los parafiscales.
Por razones de equidad esa misma reducción salarial debería aplicarse a todos los empleados del sector público, excepto a los que están en la primera línea de combate contra la pandemia, como son los del sector de la salud, los miembros de las Fuerzas Armadas y todos aquellos cuyos esfuerzos se requieran en estos momentos. Las mesadas pensionales más altas podrían tener un tratamiento similar. Esta seria una fuente adicional de recursos.
Los distintos dispositivos asistencialistas reforzados – familias en acción, adulto mayor, devolución del IVA, etc. – y la solidaridad ciudadana pueden ayudar temporalmente a los trabajadores independientes, pero no pueden mantenerse de forma indefinida. Esta gente necesita trabajar y trabaja en las calles. Por ellos es necesario que se haga todo lo posible por restablecer la actividad productiva así sea en condiciones limitadas.
No voy a meterme en el terreno de los epidemiólogos y los profesionales de la salud. Creo en la buena fe y sabiduría de sus consejos al Gobierno Nacional. Pero, de la cuarentena obligatoria espero dos cosas: 1. Que le quiebre el espinazo a la tasa de contagios y 2. Que discipline a la población para que sea más proclive a cumplir con esquemas de contención menos draconianos.
La cuarentena no puede extenderse de forma indefinida sin afectar gravemente el aparato productivo y lanzar millones de personas a la pobreza. Por eso, la tarea actual de los epidemiólogos y profesionales de la salud es pensar y diseñar esquemas de contención que permitan el restablecimiento paulatino, a partir del 14 de abril, de la actividad productiva. La del equipo económico es diseñar esquemas que garanticen la supervivencia del aparato productivo, del lado de la oferta, y para su reactivación posterior, ahí sí, del lado de la demanda.
Coda 1.
Me gusta mucho que Alberto Carrasquilla esté en el Ministerio de Hacienda en estos momentos de crisis. Su presencia se nota en la forma prudente, reflexiva y acertada como el Gobierno Nacional ha tomado las medidas y en la impecable factura de los decretos de emergencia. Su escasísima popularidad entre las “masas” y el odio que suscita entre los ignorantes dirigentes de la izquierda colombiana, son sus mejores credenciales para desempeñar el cargo en la coyuntura actual.
La situación de Carrasquilla me recuerda la de Esteban Jaramillo, el economista que capeó el temporal de la crisis de los años 30. Detestado por los dirigentes liberales de la época – en particular por el Gustavo Petro de entonces, un señor llamado Jorge Eliecer Gaitán – que le impidieron posesionarse cuando Abadía Mendez, ya en medio de la crisis, lo llamó a la cartera de hacienda por segunda vez; aceptó el nombramiento, que ya con el agua al cuello y después de haber quemado tres ministros, le hiciera Olaya Herrera en contra del querer de su propio partido, cuyos dirigentes se tragaron el sapo pues sabían que ese «desgraciado» era el colombiano mejor capacitado para enfrentar la crisis.
Coda 2.
Algunos jóvenes amigos y ex-alumnos, que saben de mi liberalismo hayekiano, se sorprenderán tal vez con algunas de las cosas que planteo y con el aparato analítico empleado. Sobre lo segundo les recuerdo que, como decía Joan Robinson, la teoría económica es una caja de herramientas y hay que usar la que resulte adecuada. Sobre lo primero, les comparto un par de citas de Hayek que me parecen pertinentes.
“Aunque la variedad de circunstancias que han de considerar las autoridades no puede preverse, la manera de actuar, una vez que surja una determinada situación, es predecible en un alto grado. La destrucción del rebaño de un ganadero a fin de evitar se propague una enfermedad contagiosa, la demolición de casas para contener un incendio, la prohibición de utilizar un pozo infeccioso, la exigencia de medidas protectoras en el transporte de energía por cables de alta tensión o la obligatoriedad de acatar regulaciones de seguridad en materia de construcción; todo ello, sin duda, exige que las autoridades se hallen investidas de ciertas facultades discrecionales al aplicar reglas de carácter general”. (Hayek. Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial, Madrid, 2006. Página 512.)
“También es un hecho demostrado por la larga experiencia que en tiempos de crisis los bancos centrales deben aumentar los medios de pago y ampliar su circulación para impedir los pánicos y que pueden hacerlo en gran medida sin dar lugar a efectos perjudiciales” (Hayek. Precios y producción. Unión Editorial, Madrid, 1996, Página 99)