Los asuntos que preocupan

Tuve el inmenso privilegio y la enriquecedora oportunidad de haber sido candidato al Senado en los comicios del pasado 13 de marzo.  Quizás las líneas que siguen, al mismo tiempo que dejan entrever una reflexión personal alrededor de mis acciones y omisiones, también me sirven de catarsis ante el desfavorable resultado que obtuve.  Mi participación en la campaña y en la contienden, me permitieron cambiar mi perspectiva.  Trato de hilvanar estas palabras más desde la no autorizada sugerencia que desde la crítica.

Ahora que estamos cerca de las elecciones del próximo presidente de Colombia, mi percepción es de una casi total asincronía o desconexión entre los asuntos que de verdad preocupan diariamente a la gente y lo que los candidatos a la Presidencia creen que necesita el país.  Esa asincronía o desconexión es una de las causas, no la única, de la apatía y el rechazo generalizados por la política.

De acuerdo con las últimas encuestas o sondeos de opinión, lo que he escuchado en las calles y caminos, y mi percepción de la realidad, los principales asuntos del país que preocupan a los colombianos son:

Su situación económica (prioritariamente comida, vestido, vivienda)

  • La corrupción
  • La inseguridad
  • El desempleo y su pensión
  • Su salud
  • Su educación y la de sus hijos
  • El medio ambiente
  • Su transporte
  • Los impuestos que tiene que pagar
  • La justicia

Los candidatos debieran estar ocupándose prioritariamente de todos estos asuntos.

Al examinar sus campañas, sus propuestas, sus intervenciones, sus alocuciones, sus debates, pareciera concluirse que hubiera dos países distintos, uno el país real, el de la gente, y otro el país político, el de los candidatos.

Si bien el líder debe anticiparse, marcar el rumbo, el camino, lo cierto es que la autoridad se consigue es a partir del conocimiento de las necesidades de sus seguidores y de las soluciones que implemente.  Todos buscan poder, pocos ganan autoridad.

Cada una de estas preocupaciones bien merece y requiere un análisis profundo.

Necesitamos propuestas concretas, claras, sencillas y por sobre todo realizables, para abordar todas estas preocupaciones reales, permanentes y angustiantes de nuestra gente.

En el mejor de los casos, las iniciativas de los candidatos apuntan es hacia la construcción del modelo de estado y gobierno que ellos y/o sus asesores estiman que es el mejor para el país.  No necesariamente van dirigidas a subsanar las múltiples falencias que aquejan a nuestra población.  Y, lo que es peor, muchas veces llevan oculto o soterrado un interés particular del candidato.

Además de esta muy desafortunada asincronía o desconexión, considero que los candidatos tienen serios problemas con el lenguaje que utilizan.  Su discurso está dirigido a una élite profesional, académica, social.  No logran llegarle a la gente, ni hacerse entender.

A veces creen que ganan más adeptos mientras más hablen y sus alocuciones se tornan en unas peroratas o retahílas interminables, que ni se comprenden, ni se asimilan.  Muchos sufren de vanilocuencia, esa verbosidad inútil e insustancial (hablan mucho y no dicen nada).

Son expertos en contestar evadiendo responder, utilizan sofismas de distracción por doquier.  No abordan los temas que les preguntan y se refieren a otros diferentes.

Se extienden en auto alabarse, mejor dicho, todo lo que han hecho ha sido una maravilla, y se desprestigian unos a otros, olvidando que no se es buen candidato porque el otro sea malo.

Para mal de todos, existe el riesgo de que en ese forcejeo y malabarismo del lenguaje entre los diferentes candidatos, resulte ganador aquel que misteriosamente le llega más a la gente, aunque ni le hayan entendido ni recuerdan lo que dijo, y voten llevados por una falsa ilusión o un pasajero beneficio.

Por favor señores candidatos, vamos a las cosas, no nos embolaten.  Los colombianos sin distingos de ninguna clase necesitamos que los dirigentes se ocupen de nuestros problemas y nos planteen verdaderas soluciones.

No nos hagan recordar aquel dicho popular:  si así son de novios, ¿cómo serán de esposos?

Gabriel Jaime Hurtado Restrepo

Abogado, MBA, asesor, docente. Católico. Conservador. De derecha.

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