Lo retrógrado no es asunto del pasado.

Para nadie es un secreto que la idiosincrasia colombiana lleva consigo arraigada una tradición política de pensamiento conservador; pensamiento político que busca retornar a un pasado primitivo e ideal, y afirma además que gracias a las nuevas ideas el mundo se ha ido corrompiendo.

Absurdo.

En la práctica es todo lo contrario, el pensamiento conservador ha degenerado tanto lo estatal como lo social, evitando esas nuevas ideas que tanto “daño” hacen, pues tienen claro que todo pensamiento progresista es una amenaza para ellos; les pica la innovación, pero ese no es el asunto aquí.

El teórico político Joseph de Maistre dijo “cada nación tiene el gobierno que se merece”; lo anterior aplica perfectamente al contexto colombiano, pues Colombia a lo largo del tiempo ha contado, en su mayoría, con gobernantes que independientemente del partido político que representen en términos formales, han gobernado tomando como referencia el pasado y no el progreso; gobernantes que solamente se han preocupado en conservar el poder para las siguientes elecciones y no para servir a la comunidad, que fue quienes los eligieron. Los mismos gobernantes que no se toman el trabajo de renovarse constantemente, pues un mundo globalizado así lo exige; digo renovarse, no acomodarse o reencaucharse en otra idea. El mejor ejemplo para lo anterior son las elecciones legislativas de 1990, que fueron revocadas por orden de la nueva disposición del Congreso sancionada en la Constitución de 1991. En las nuevas elecciones legislativas de 1991 quedaron en su mayoría elegidos los mismos congresistas, mostrando así su casi perfecta capacidad de adaptación a una nueva carta política en un tiempo extraordinario.

Un país que es fiel creyente del refrán que dice “es mejor malo conocido que bueno por conocer”.

Ya es tiempo de abrir un campo en la política a las ideas frescas, ideas que vienen cargadas de juventud e irreverencia positiva. En Colombia ya es justo que se dé el espacio para una verdadera contienda política democrática, en todo el sentido de la palabra, no más una democracia endógena sesgada por viejos líderes políticos con rasgos de caudillismo y gamonalismo que tanto daño le han hecho a nuestro país. La renovación política debe ser la alternativa para la crisis política que estamos viviendo en Colombia, me atrevo a usar el término crisis, pues cada vez más parece que avanzamos hacia el pasado y no somos capaces de castigar en las urnas a aquellos discursos retrógrados, que además en la experiencia colombiana se han caracterizado por clientelistas y corruptos, estancando así al país.

La renovación política (no en asuntos de edad, en asuntos de ideas) no es un asunto de rebeldía, es algo que exige el ciclo de la historia. Ya es hora de dejar aquellas herencias nefastas del colonialismo español que tanto daño nos han hecho, dejar de venerar la figura del “pícaro” español y adelantar una serie de políticas con un fin claro, darle aire fresco al régimen político.

Nota: A propósito de la distinción que pretendía otorgar la Asamblea Departamental de Antioquia a Alejandro Ordoñez, quien por medio de negocios no institucionales compró su reelección en la Procuraduría, me surge una inquietud; ¿comprar reelecciones será un patrón de aquella clase política retrograda, clientelista y corrupta que no permite el desarrollo de nuevas ideas?

Absurdo pero real. Lástima.

Alejandro Palacio Restrepo

Un ciudadano más. Estudiante de ciencia política. Como buen antioqueño, soy creyente pero de la democracia y las instituciones.