Lo innecesario y la decencia

En mi sentir, los tribunales de guerra son expresiones políticas ajenas al derecho. Utilizan como racero la doble moral para privilegiar un relato amañado que impusieron los vencedores de la segunda guerra mundial para castigar nazis y su esquizofrénica supremacía aria. Doble moral porque solo han apuntado sus condenas para fustigar dictadorzuelos del tercer mundo o de la Europa pobre (precisamente porque no la consideran Europa). Estos tribunales de guerra son, en sí mismos, una contradicción; deberían castigar a quienes los financian, en razón de que los crímenes que rechazan han sido cometidos por los imperios militares que configuraron el establecimiento del discurso político moderno. La base de la institucionalidad del lenguaje del Derecho Internacional Humanitario acumula de manera silenciosa los huesos de todas las víctimas de los imperios que hoy financian un sistema judicial simbólico, parcial y frágil. La guerra no se humaniza, se acaba. No es un asunto moral sino de voluntad política. Voluntad para exigir que la vida, como principio universal, se respete más allá de cualquier bandera de turno.

Pero como toda esta intención es solo una aspiración de la marginalidad política debemos celebrar las migas. Condenar a un militar por la comisión de falsos positivos es un logro cívico pero no es otra cosa sino romper la cadena por el eslabón más débil. Débil, inofensivo y alejado de lo verdaderamente importante y del verdadero responsable. Con condenas así, la verdad nos seguirá siendo esquiva. Asistimos a un relato parcial con el que la justicia autocomplaciente satisface el pago de su nómina. La única condición que debe atravesar una sociedad para superar sus conflictos exige sancionar al verdadero responsable de un crimen. Independientemente de su estatus o de su poder. Aspiración esta también, ingenua, como el fin de la guerra. Aunque no todas las migas son despreciables. Acierta la JEP en reiterar la tesis de que no todo caído en combate es un enemigo y que en el lenguaje desalmado de la guerra no todo se vale. Tomarse en serio esa posición no humaniza la guerra pero sí constitucionaliza el lenguaje de la transición que intentamos construir.


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John Fernando Restrepo Tamayo

Abogado y politólogo. Magíster en filosofía y Doctor en derecho.
Profesor de derecho constitucional en la Universidad del Valle.

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