Desde la antigüedad mucho antes de las religiones monoteístas, los seres humanos inventaron dioses menores para protegerse de las inclemencias de la naturaleza Y de la maldad de los seres humanos especialmente de los poderosos.
A pesar de que ese politeísmo fue reemplazado primero por un dios personal único desde Abraham Y luego por el racionalismo secularista, a veces agnóstico, aún en pleno siglo XXI sigue existiendo una fascinación por la idea fantástica de unos seres extra cotidianos que protegerán a los seres humanos comunes y corrientes de todos los males.
El modelo teórico práctico para proteger al homo sapiens, sobre todo de sí mismo, que existe hoy en día en América, Europa y Oceanía y algunos países de los otros continentes es la democracia.
En esta película son más conocidos los personajes antagónicos, los corruptos, que los héroes, los grandes estadistas. Sin estos últimos no existirían los modernos países democráticos de hoy. El problema es que a diferencia de las películas de Marvel y D.C. Comics en nuestros países no hay quien nos diga cuáles son los buenos y cuáles los antihéroes.
Y esto se da porque los seres humanos son más complejos que los personajes de los cómics, aunque ciertamente en Civil War de Marvel hubo una confusión parecida a los de los ciudadanos de hoy cuando se enfrentaron capitán América e Iron man.
Quizá por eso en la reciente Liga de la Justicia de D.C. Comics no hay lugar a este tipo de ambigüedades. Desafortunadamente estos superhéroes no existen, lo único que hay son profesionales de la política y tenemos que hacer un esfuerzo grande para elegir a los menos malos, por lo menos si hay tanto escepticismo sobre la idea de un político bueno, con lo cual no estoy de acuerdo.
Via: ElMundo.com