Las pandemias y la situación de orden público

En el imperio de Marco Aurelio, entre el 138 y 161, después de Cristo, se lee: “…hubo dos consecuencias de la guerra pártica que sí fueron desastrosas para el imperio. La primera fue la plaga que trajeron las legiones a su vuelta de Oriente. No se conoce la magnitud del desastre, pero éste debió afectar severamente a Italia y a la propia Roma, que en el año 167 sufrió numerosas pérdidas humanas. “los muertos se llevaban en carros (…) la peste acabó con miles de personas, muchos incluso entre los aristócratas; así describe la Historia Augústa la situación en la capital, en una visión que recuerda las narraciones que se conservan sobre la peste negra durante el Medievo europeo. La plaga se prolongó  mucho tiempo y se sabe que, aunque fue perdiendo intensidad, todavía se cobraba víctimas más de diez años después.” Roma Domina Al Mundo; Historia; National Geographic; Tomo 14; Pag. 113.

En los inicios del renacimiento en Italia, se lee: “Y digo, pues, que ya habían llegado los años de la fructífera encarnación del Hijo de Dios al número de mil trescientos cuarenta y ocho, cuando en la egregia ciudad de Florencia, bellísima entre todas las de Italia, sobrevino una mortífera peste. La cual, bien por obra de los cuerpos superiores, o por nuestros inicuos actos, fue en virtud de la justa ira de Dios enviada a los mortales para corregirnos, tras haber comenzado algunos años atrás en las regiones orientales, en que arrebató innumerable cantidad de vidas y desde donde, sin detenerse en lugar alguno, prosiguió, devastadora, hacia Occidente, extendiéndose de continuo. Y no valían contra ella previsión ni providencia humana alguna, como limpiar la ciudad operarios nombrados al efecto, y prohibirse que ningún enfermo entrase en la población, y darse muchos consejos para preservar la salud, y hacerse, no una, sino muchas veces, humildes rogativas a Dios, en procesiones ordenadas, y de otras maneras, por las personas devotas. En todo caso, lo cierto fue que, al principiar la primavera del año anterior, comenzaron a manifestarse, horrible y milagrosamente, los dolorosos efectos de la pestilencia…. Para curar tal enfermedad no parecía servir ni consejos de médicos ni mérito de medicina alguna, bien porque la naturaleza del mal no lo consintiera, o bien porque a la ignorancia de los medicamentos ….se escapase el origen del daño y el modo de atajarlo. Y así, no sólo eran pocos los que curaban, sino que casi todos, al tercer día de la aparición de los supradichos signos, cuando no algo antes o algo después, morían sin fiebre alguna no otro accidente.” Giovanni Boccaccio; El Decameron; Círculo de Lectores; Barcelona; 1972; pag. 13

En Colombia durante el gobierno de José Hilario López, se lee: “El Cólera Asiático. En 1849 se presentó en la costa atlántica el terrible cólera asiático. Pasó de Europa a Nueva York, de donde vinó a Colón y causó estragos entre los pasajeros de Panamá y los que iban en busca de los placeres del oro de California. El espantoso azote pasó a Cartagena y en junio y julio hizo estragos en Barranquilla, en donde, en una población  de cerca de seis mil habitantes, las víctimas en el primer mes de la aparición fueron más de treinta por día, y hubo uno en que murieron más de cincuenta personas atacadas del cólera. También se dijo entonces que las defunciones en Cartagena pasaron de dos mi cuatrocientas, o sea aproximadamente la cuarta parte de la población que, parece, no sería mayor de diez mil habitantes. La mortalidad se calculó entre las poblaciones de la costa y las márgenes del río Magdalena hasta la ciudad de Honda, durante tres meses, en más de veinte mil personas, y entre aquélla y Ambalema también fue muy grande el número de víctimas. Puede considerarse cuál sería el pánico producido por una enfermedad desconocida, en medio de poblaciones de tan pobres medios de subsistencia o sin ningún recurso.”  Jesús María Henao y Gerardo Arrubla; Historia de Colombia; Tomo 2; Complemento a la Historia Extensa de Colombia; Academia Colombiana de Historia; Plaza y Janés; 3 edición; 1987; Pag. 204

En esas tres pestes se puede verificar: 1- Todas vinieron de oriente; 2-Vinieron y se fueron intempestivamente; 3- Duraron un período de tiempo extenso.

Aparte de estas tres pestes o pandemias, sabemos de otras como la llamada peste de Justiniano Y la llamada Gripe española de 1918  . Hasta antes de la llamada pandemia del COVID se discutía de dos severos problemas para la humanidad: el crecimiento de la población y la inversión de la pirámide de la población que llevaría a una crisis de la seguridad social insostenible en tanto que habrían muchos viejos sostenidos por pocos jóvenes. Hoy con las muertes que ha ocasionado el COVID estos dos temas ni se mencionan.

Estos datos dan para pensar que las pestes son comunes en la historia de la humanidad y que tal vez son necesarias y las utiliza la naturaleza para autorregularse.

Lo que sí es grave son las decisiones políticas que han decidido encerrar a la población con los graves efectos sobre la economía que está llevando a una crisis emocional sin precedentes.

Lo que está ocurriendo en Colombia, la violencia que se ha generalizado, las protestas, la salidas a la calle, puede ser consecuencia del encierro a que irresponsablemente se ha sometido a la población bajo el pretexto del cuidado de la salud.

En mi opinión, es necesario revaluar con carácter urgente las decisiones políticas y no dejar que sean sólo los médicos los que tomen las decisiones. La crisis económica, generada por la orden suspendiendo actividades deportivas, comerciales, civiles, gubernamentales, está generando un problema sicótico, una sensación de soledad, de desamparo, de desorden, de indefensión, de tal magnitud, que nos puede devolver al estado de naturaleza de Thomas Hobbes: Homo homini lupus.

 

Julio González Villa

Doctor en Derecho U. Externado de Colombia; Abogado UPB; Magíster Administración de EAFIT; Especialista Derecho Ambiental U. Externado y Derecho Administrativo y Comercial.

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