La Mediocracia

Cuando ya no se necesita merito, virtud o título para dirigir a una sociedad, estamos frente a una mediocracia: La degeneración de la democracia”.


No importa cuánto se esfuerce el gobierno nacional en tratar de justificar las razones por las cuales prefiere a un servil político en cargos públicos que la presencia de técnicos cuyo consejo puede hundir promesas, pero salvar la patria. La mediocracia es la antítesis de la meritocracia.

En efecto, cuando la escala del mérito desaparece en una oprobiosa nivelación de mediocridad. Cuando el ignorante se cree igualado al estudioso. Cuando el que cree saber que sabe algo tiene mayor audiencia que aquel que realmente sabe de lo que habla. Cuando la mentira encuentra mejor disfraz para dejar la verdad en la penumbra. Cuando ya no se necesita merito, virtud o título para dirigir a una sociedad, estamos frente a una mediocracia: La degeneración de la democracia.

Debemos aceptar que no vivimos en el ideal de gobierno que enseñara Platón, quien, en contra de las tendencias demagógicas de su época, afirmó que los ciudadanos debían ser preparados para la vida pública y solo los mejores guiar a la sociedad, proclamando el Rey-filosofo. En su criterio, la persona que aspiraba a gobernante, debía estar instruida en los saberes necesarios del gobierno que le permitiera desempeñar la tarea de orientar y tomar decisiones con conocimiento y responsabilidad, evitando así la disolución de la cosa pública.

Lejos de este ideal platónico, en el caso colombiano, se practica una democracia que ha degenerado en mediocracia. Aquí el mérito es sustituido con facilidad por la picardía. Se prefiere a los políticos que hacen política de maquillaje, inclinados no tanto hacia el saber y el ser, sino el parecer.

Por mucho que nos sorprenda, ni para ser Presidente de la República o “padre de la patria” (Congresista) se requiere de un título académico. En la mayoría de casos, quienes ascienden al poder no se destacan tanto por ser los mejores en talento y virtud como en sus habilidades para la intriga, las influencias y la marrullería. De esta manera, la sociedad es propensa a ser gobernada por hábiles políticos que saben disfrazar la mentira con palabras pomposas, desprecian los saberes, manipulan la verdad y se esfuerzan en apariencias.

En ese campo de maleza y espigas intentan florecer quienes se han ocupado en formarse para servir mejor, entendiendo que el ejercicio de la política y la administración de la cosa pública requiere de saberes técnicos y debe profesionalizarse.  Porque donde no distingue la ley si lo hace la naturaleza. Basta observar las diferencias entre una sociedad caída en ruinas dirigida por incapaces y mediocres, de aquellas sociedades gobernadas por hombres con mérito académico y moral. Deseo en este contexto subrayar lo dicho por el filósofo José Ingenieros: “cien políticos torpes juntos, no valen un estadista genial”.


Todas las columnas del autor en este enlace: John Fredy Arango

John Fredy Arango

Soy politólogo y abogado especialista en contratación estatal, desde los 18 años he sido colaborador en diferentes medios de comunicación escrita (caricaturista del Periódico el mundo 1998-2006; columnista y caricaturista en medios comunitarios de la ciudad). Apasionado por los asuntos políticos y la filosofía política. Reflexión crítica y debate responsable son mis principios.

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