Acechados por el crimen; el día que me convertí en víctima

“Como un colombiano indignado más, le exijo a quienes nos gobiernan que por lo menos sean capaces de garantizar que podré salir de mi casa y no correr el riesgo de nunca regresar”


Seré franco; no alteraré la realidad con el fin de otorgarle a ésta columna toques de teatralidad, pues si bien, miles de cosas suceden en muy pocos segundos, la verdad de todo esto, es que no se asimila en nada a lo que comúnmente vemos en las películas. Y es que sí; usualmente la experiencia más cercana a vivir eso, es por medio de anécdotas o de lo que vemos en películas, se siente lejano y poco probable; o al menos así llegué a pensar yo, hasta que te sucede y lastimosamente te das cuenta, que nadie está eximido de vivir eso, ni siquiera, a escasos pasos de la puerta de tu casa.

El pasado 6 de marzo, sobre las 5:15pm, me disponía a pasear con mis perros, actividad que lejos de ser vista como un deber, es uno de los momentos de mi día que más disfruto, pues me permite sosegar la fogosidad de la cotidianidad. Una vez emprendí el regreso hacía mi casa y a escasos pasos de la misma, luego de detenerme por un breve segundo, un hombre se saca de la pretina de su pantalón un revolver asumo yo, calibre 38 y me apunta directamente a mi pecho. Recuerdo bien que en ese instante, sin siquiera darle tiempo al delincuente de cruzar palabra, yo me quitaba mis elementos personales y se los entregaba inmediatamente, mientras que para ese momento ya era ofendido y amenazado de muerte por mi agresor. Frases como “al terminar de robarlo me pensaré si hoy tengo ganas de matarlo”, o “lo voy a degollar con las llaves de su casa y luego le voy a pegar unos tiros”, fueron y vinieron, en medio de un robo, el cual se me hizo más prolongado de lo que uno pensaría, esto creo yo, por ciertos toques de escepticismo del delincuente que percibí, al ver que su botín no era el esperado. Una vez, éste comprendió que no tenía que más darle, me obligo a darle la espalda, me acompaño por unos metros mientras me pegaba el revolver ahora en mi espalda, y me obligo a no voltear atrás, o si no, me mataría.

No salió ni un grito de mí, no se cruzó por mi mente huir, no me dio complejo de héroe, era simplemente una presa desamparada, implorando por no ser asesinada. Una vez logre llegar a mi casa, busqué los abrazos de mi familia y atiné a simplemente sentarme en una silla para esperar  que periódicamente fueran llegando recuentos de lo que acababa de suceder. Empecé a recordar la cara de mi agresor, reformulé y analicé cada una de las cosas que fueron dichas, recordé que fue exactamente en frente de la portería de un edificio vecino con dos celadores, que habían al menos otras 3 personas sacando a sus perros y que por lo menos dos, pasaron por mucho, a 1 metro de mi agresor y yo. Recordé sus miradas atónitas pero a la vez, y aunque entendibles, poco solidarias y hasta desinteresadas.

Llamé a la policía, la cual, se mostró dispuesta a colaborar, sin embargo, por ese mismo desinterés y falta de solidaridad de los terceros, se nos fue negada la posibilidad de ver las cámaras de seguridad que apuntaban directamente hacia el lugar preciso de los hechos. En los rostros y actitudes de los agentes, pude percibir una gran frustración, vi dolor, rabia e impotencia, estaban maniatados y solo por la obstrucción de un tercero civil. Me pidieron disculpas y me dijeron que harían lo que estuviera en sus manos, cada uno de nosotros, partió por caminos diferentes.

Hoy, ya no solo como un colombiano, como un bogotano, y como un joven preocupado, sino también como una víctima, decido levantar mi voz. Colombia no debe seguir por el camino que impongan los criminales, debe evidenciarse varias reformas dentro de nuestro sistema, mano firme, pero sobre todo, un ahínco sincero, para detener a éstos hampones. Mientras el alcalde Galán nos dice a los bogotanos que la inseguridad es un asunto exclusivo de percepción, hoy le digo como víctima, que el numerito que ha montado mandando a sobrevolar a helicópteros a altas horas de la noche y con sirenas a máximo volumen, o las requisas express, o su preparación, análisis e implementación tecnológica, es lo único que hay aquí, que es netamente perceptivo.

Como un colombiano indignado más, le exijo a quienes nos gobiernan que por lo menos sean capaces de garantizar que podré salir de mi casa y no correr el riesgo de nunca regresar.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Diego Vélez Forero

Juan Diego Vélez Forero

¡Hola! Soy Juan Diego Vélez Forero; un joven que en medio de una Colombia que regresa a un pasado que nos dejó un futuro colmado de incertidumbres y en donde diariamente se normaliza la desgracia; no quiere ser de la generación que permitió que su país, se diera por perdido

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