Desde la Ciencia Política se ha estudiado la evolución de los partidos políticos, su transición de la facción al partido, sus tipologías, funciones sociales y, por supuesto, las funciones institucionales como bisagra entre el Estado y las exigencias constantes de la sociedad. La actual época electoral que vive Colombia debe llevarnos a una reflexión de fondo acerca del papel de los partidos en la representación de tales exigencias. Como es costumbre en nuestro país (lamentablemente) las campañas están marcadas por un superávit de palabras sonoras pero un déficit de ideas; un déficit de representación de las verdaderas problemáticas que aquejan a los colombianos. Me explico:
Posterior a la Segunda Guerra Mundial, se empezó a plantear la idea de la crisis de los partidos políticos, precisamente porque se estaban viendo limitados en su capacidad de actuar frente a viejas y nuevas problemáticas. El asunto de fondo también planteaba una crisis social, que se manifestó en la frustración del ciudadano al elegir y no ser representado. De hecho, en palabras de Norberto Bobbio este es uno de los principales incumplimientos de la democracia, pues las élites que gobiernan se olvidan de los ciudadanos. Sus programas abandonan la esfera pública y se convierten en objetivos de honor y status para lograr el reconocimiento personal. Pero ¿si los partidos políticos están en crisis quién o qué los va a reemplazar?
Este asunto no es pues ajeno a nuestra realidad política y democrática. La evolución de los partidos en el país ha sido compleja, conflictiva (como es natural), pero altamente violenta. Y al tiempo, los ciudadanos manifiestan constantemente una apatía por la política, asunto que incide directamente en la cultura política y que para examinarlo basta con que cada uno se pregunte: ¿Cuál es mi actitud frente a lo público? En este sentido, la resistencia hacia lo público del colombiano se expresa en la constante de los personalismos, caudillismo o en aquellos grupos políticos paternalistas que más que un desarrollo programático lo que buscan es anestesiar al ciudadano con la ficción del “yo te cuido”. Así, el ciudadano no busca un partido político, busca es un igual que le solucione su problema privado.
Las elecciones de 2018 deben llevarnos a este tipo de reflexiones para tomar decisiones acertadas en términos de representación (fíjese que su elección puede decir mucho de usted). Ya decía Maurice Duverger a mediados del siglo XX que en América Latina no habían partidos políticos sino simples clientelas agrupadas alrededor de un personaje influyente o familia feudal, es decir, simples facciones que lo que buscan es representar sus intereses particulares (y de unos pocos) sobre los colectivos. Los partidos no van a ser reemplazados por líderes o figuras notables, hay que exigirles cambios pero, sobre todo, que nos representen a todos.