La decepción ante el monstruo

“Estaba abierto a encontrar al provocador dedicado al escándalo o a un prosista virtuoso que sabe contar una historia al menos interesante, en todo caso no se cumplieron las expectativas”.


Hace poco terminé de leer Plataforma, un libro publicado hace casi veinte años por el que quizás sea el autor francés vivo más popular e importante, Michelle Houellebecq. Hay mucha gente que ha oído hablar de él, que lo defienden o atacan, sin siquiera haberlo leído más allá de una entrevista. Sus detractores lo acusan de misógino, racista e islamófobo que utiliza sus libros como plataforma para distribuir su veneno. Sus acólitos lo defienden como una voz necesaria en contra las tendencias políticamente correctas en la literatura actual. A mí me resultó algo decepcionante.

Estaba abierto a encontrar al provocador dedicado al escándalo o a un prosista virtuoso que sabe contar una historia al menos interesante, en todo caso no se cumplieron las expectativas. No juzgo el todo de su obra y quizás vuelva a él, es posible que tenga libros anteriores o posteriores que sean mucho más interesantes, tal vez sus ensayos o sus poemas, pero para hacer esta la novela que lo llevó a juicio, creo que ha envejecido para volverse completamente inofensiva y tampoco creo que tenga la genialidad literaria que algunos le atribuyen.

La trama es sencilla. Michel un cuarentón amargado recibe la noticia que su padre ha muerto.  Tras unos días de aburrimiento (que no parecen ser distintos a los de su vida anterior) decide viajar en un tour a Tailandia. Conoce a otra turista llamada Valerie con la que inicia un romance al regresar a Francia.

Casi por casualidad Valerie y Michel terminan enredados en un proyecto: crear una agencia de viajes dedicada al turismo sexual. Mientras crean la agencia ellos mismos se dedican a follar, a veces aburridos y de forma mecánica, otras veces hacen tríos, cuartetos, van a bares swingers o sadomasoquistas. A la larga, gracias al sexo, el amor y el éxito, Michel recupera por un tiempo la felicidad hasta que la vida lo castiga de nuevo.

El argumento de Plataforma importa poco. Houellebecq no es un gran arquitecto narrativo. Hay un narrador en primera persona, llamado Michel, que parece saber demasiado de los demás, es decir transmite al lector un exceso de información, incluso de estados mentales ajenos. A esto se le suma los cambios abruptos en el punto de vista sin cambiar necesariamente de narrador.

Su personaje Michel es patético en muchos sentidos. No para de sufrir y quejarse en exceso (la muerte de su padre no lo justifica porque siempre se nos muestra apático y distante frente a este hecho), eso puede pasar en la vida, pero un protagonista así suele ser despreciable para el lector.  En gran parte de la novela el éxito, en cualquier aspecto de la vida, le llega a Michel sin costarle nada y sin dejar de quejarse. Viaja a Tailandia con parte de la herencia de su padre sin preocupaciones económicas ni reparos morales. Él parece ser poco atractivo e incluso despreciable, pero Valerie se enamora de él sin siquiera seducirla. La iniciativa para un acto sexual, sin contar a las prostitutas a las que deja satisfechas, viene siempre de alguien más, la mayoría de las veces es Valerie que además de ser más joven, atractiva, exitosa laboralmente, tiene un apetito sexual insaciable y los acompañan parejas y desconocidos que accedes sin reparo a sus “juegos”.  Las ideas de Michel para crear su agencia de turismo sexual son alabadas como genialidades sin precedentes.  Michel no toma decisiones relevantes frente a su propia vida.  Solo al final hay un suceso que realmente lo impacta e incluso éste no ha sido el resultado natural de sus decisiones.

El libro se puede leer como una parábola sacada del Corán, la historia de Job a la inversa, un hombre mediocre y triste al que dios o la vida le premian hasta el desenlace en el que se revela la auténtica dimensión de su destino.

Más allá de una historia apasionante o entretenida esta es una novela de ideas.  No es una novela-tesis en las que se explore o desarrolle una opinión específica, pues lo que hace Michel es lanzar cuanta idea le sale de la cabeza. Hay reflexiones sobre política, el estado de Europa, la literatura comercial, la religión, el manejo hotelero, la industria del turismo y, por supuesto, las relaciones humanas y el sexo. Hay citas textuales tanto de libros de filosofía como de folletos de viaje o libros de mercadeo.  Muchos de los defensores de Houellebecq son el tipo de gente que suele esgrimir como argumento el viejo cuento de separar la obra del artista y mirar con sospecha al autor comprometido, paradójicamente si hiciésemos esto Plataforma no valdría mucho, pues son esas ideas con un claro matiz político y la relación entre autor y personaje lo que valdría la pena “rescatar”.

También hay que mencionar en este punto que los contradictores del autor francés también se equivocan, el libro en sí mismo no es tan polémico, como el performance del escritor hace creer. Las ideas que lanza Michel van de un lado al otro, algunas pueden ser aceptadas cómodamente por un hombre de izquierdas. Las feministas podrían encontrar en ese tipo a todas luces desagradable y triste una caricatura perfecta de los hombres más retardatarios y conservadores.

Por otra parte, se sabe que Houellebecq odia en la vida real al islam y probablemente a los musulmanes, pero en esta novela se acobarda. Justo cuando puede poner el dedo en la llaga abierta decide casi que retractarse y lanzar la duda, dejar cierta ambigüedad flotando en el ambiente.  Esto sucede con el islam y con otros temas en la novela, para ser un polemista experimentado, un héroe de la libertad de expresión y un contradictor tan temido, el escritor parece tener miedo de llevar sus ideas hasta las últimas consecuencias.

Las declaraciones más controversiales son expresadas por cabezas parlantes, personajes que no tienen otro propósito más que salir con comentarios radicales y que no vuelven a aparecer y no tienen mayor influencia en Michel o en la historia: un turista que se autodenomina racista y termina en un burdel de prostitutas tailandesas en un estado más deplorable y patético que el mismo Michel. Un migrante egipcio que ataca al islam por ser monoteísta mientras abraza el catolicismo por haber recuperado el politeísmo con su trinidad y su ejército de santos y de ángeles.  La única escena en la que se presenta una relación sexual con una menor es desacreditada por el mismo narrador como una fanfarronería de otro personaje. Cada vez que el autor dice algo polémico también parece decir inmediatamente “no, no me tomes en serio, que esto es solo una novela llena de voces tristes”.

Por mi parte puedo decir que este primer encuentro con el más mordaz autor de la literatura francesa no ha sido lo que esperaba. Yo me quedo con muchas ideas. La decadencia de occidente. La aparentemente contradictoria relación entre un mundo cada vez más libre sexualmente y a la vez más solitario. La mercantilización del sexo y el amor. Aunque suene cursi la necesidad de sentirse amado (y deseado) para ser feliz. Creo que por eso volveré a él, porque sé que estos son temas recurrentes en su obra y porque ahora soy consciente de que al entrar en sus libros no me encontraré ni con el monstruo ni con el héroe o mártir que de un lado u otro pretenden que sea.

Omar Celis Volkmar

Soy comunicador social con posgrado en escritura creativa. He cursado algunos semestres de la carrera de Historia y tomado cursos libres en distintas áreas como fotografía y guion cinematográfico. Con interés especial por la cultura, la política y la ética.

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