La camiseta de la tricolor

El blanco del cuello tal vez no se acoplaba aún al conjunto y pesar de esto imprimía el símbolo de la paz en el pecho de todos. Las líneas azules representaban el dinamismo del equipo y el sombrero vueltiao el acervo y folclore colombiano. En la cara posterior, la esperanza y fortaleza del cóndor de los andes abrazaba la más noble intención y quizás principal logro de la insignia tricolor, unir a un país. El tradicional recelo al cambio le mereció algunas críticas, pero de pintoresca comenzó a hacerse emblemática –Estábamos en Brasil y éramos cabeza de grupo-. El balón aún no rodaba y los motivos para amar esa camiseta rebosaban.

En Colombia, donde la informalidad laboral merodea el 50% y a su vez es la cura y la enfermedad de una economía emergente, que se debate entre el crecimiento estructurado y la supervivencia de la población, sería más que injusto establecer que el precio de portar la pasión sea un tercio del salario mínimo. Sin embargo, la oleada de réplicas de productos licenciados invadió las calles y permitió a la hinchada tricolor llevar con orgullo la camiseta oficial (así no fuera la original y licenciada). Si, puede ser incorrecto no pagar ese valor agregado que cobran las grandes marcas pero cuando se trata de pasión, los excesivos intereses de esas grandes instituciones merecen menos aun la prioridad.

Siempre, como muchos colombianos he llevado con orgullo la camiseta de mi país, haciendo parte de la construcción de esa nueva imagen que queremos proyectar como sociedad. Sin embargo, y con mucha dificultad, a ese pasado doloroso que hemos venido dejando atrás le debemos esos comentarios inoportunos y de mal gusto sobre capos, drogas, guerrillas y violencia, a los que con serenidad y persuasión he intentado opacar con buenas acciones. Inoficioso sería entrar en discusiones triviales con extranjeros, cuando nosotros mismos encontramos divertidos los memes que vanaglorian a la cultura traqueta y la violencia.

A mi camiseta oficial (no licenciada) y a mi selección le debo un “Muchas gracias” porque además de haber tenido una de las mayores hinchadas en los estadios y el goleador de la copa, de ganar el Fair Play, de quedar en el cuarto lugar del ranking FIFA y ser la cuarta selección más comentada en redes sociales, entre otras. La multitud que asistió a la copa quería nuestra camiseta (réplica u oficial, a ellos tampoco les importaba), se veían asiáticos, nórdicos, brasileros, argentinos, y muchas otras nacionalidades caminando por las calles de Copabana con nuestro escudo en el pecho. Ahora no nos dicen –Ah Colombia, Pablo Escobar; ¿es verdad que la coca es muy barata allá?, No. Ahora nos dicen –Ah Colombia ¡James Rodríguez!, el ras tas tas, se merecían ganarle a Brasil. Podrá ser el futbol un furor pintoso de estos días pero verdaderamente ha sido un aliciente para continuar la construcción de país a la que cada uno de nosotros debemos contribuir desde cada foco de acción.

[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.net/hphotos-ak-xaf1/t1.0-9/1234720_10152123039743736_812544565538976061_n.jpg[/author_image] [author_info]Juan Símon Obando Zapata Caldense, ingeniero civil Uniandes y estudiante de maestría en bioconstrucción PUC-Rio. Transmitiendo desde la favela de Vidigal en Rio de Janeiro. Apasionado por la ciencia, la política, la literatura y el ocio. [/author_info] [/author]

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