La bacanería del fascismo

Cuando escribo esto ya es noticia vieja el cambio de uniforme de la gobernación de Antioquia. Aunque no he ido a ver la fauna burocrática me imagino que ya todos los empleados deben estar disfrutando la combinación de calor extremo y la humedad sofocante que las minerías legales e ilegales nos han dejado. Más de uno habrá mandado bordar su nombre en la solapa del cachaco a la manera del  Duro; a lo lejos, en los terrenos de la alcaldía los yuppies de Federico respirarán un aire diferente. Un gabinete de secretarios acabado de salir de la universidad, con camisa formal, bluyines rasgados y cuenta de Instagram, representan para muchos el contraste con la vulgaridad del gobernador.  Uno usa anillos de oro y lujosas mancuernas y canta vallenatos con parapolíticos , el otro tiene colas de arquero de fútbol y lamenta la captura de un presunto paramilitar.

Luis Pérez ha pasado muchas veces por la Fiscalía. No lo voy a exonerar o a condenar por respeto a la inteligencia del lector y para no acabar demandado. Federico Gutiérrez no los tiene y no creo que los vaya a tener nunca, él es de esa especie de pelao socialbacán que abunda en los colegios privados de Medellín: uno que jamás haría trampa en un examen o pensaría mal del profesor y que tiene muchísimos sueños muy nobles para cambiar su país. No creo (la duda del creo evita litigios) que Luis Pérez tenga sueños, es de esa especie de caudillo arribista de la política local que hemos visto una y otra vez desde el nacimiento de esta república asesina. El poder es una herramienta para conseguir plata, viejas, renombre, amistades. En cambio Federico Gutiérrez esta convencido de que hace lo correcto.

Pero  ¿Por qué la insistencia en el discurso de Federico de separar a los medellinenses en ciudadanos de bien y “los otros” y nombra a alguien que con toda seguridad cabría en la segunda categoría a la secretaría de seguridad? Si es por competencia, Luis Pérez también anda con presuntos paramilitares. Construir ciudad para Federico Gutiérrez es a punta de violencia de policías y prohibir el trago. Para Luis Pérez es poner a disparar helicópteros sobre la población civil y prohibir la bareta.

Lo preocupante y lo novedoso de este dueto de políticos de derecha que bailan con el fascismo es que a Federico Gutiérrez le creen. Cientos de pelaos brillantes adoptan un discurso que les daría escalofríos si viniera de José Galat, Álvaro Uribe o cualquier otro elefante.  Es el fascismo que cambia las consignas por días sin corbata y el racismo por palabras codificadas.

Hannah Arendt escribía hace cincuenta años sobre la banalidad del mal cuando Eichmann condenó a la muerte a decenas de miles y se justificaba con que “estaba cumpliendo órdenes”. Es el fascismo que antes de reclamar una doctrina, un ideario o una bandera negra está dentro de todos nosotros y de nuestros gobernantes. Es Dolores Umbridge sonriendo melosamente antes de la tortura. En el siglo XXI todos y todas somos empresarios y empresarias y no nos gusta recibir órdenes. En cambio, nos quitamos la corbata, nos dejamos crecer el pelo y comenzamos a darlas.

Simón Murillo Melo

Acabé de entrar a periodismo en la de Antioquia. Me gustan los árboles, los cómics y las series animadas. Prefiero hablar de mis amigos que de mí mismo.

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