Italia demuestra que las tradiciones pueden evolucionar

“Las tradiciones pueden evolucionar, cambiar; es más, es necesario que esto suceda cuando se quieren mejores resultados”.


El fin de semana concluyeron dos de los torneos de selecciones más importantes a nivel mundial: la Copa América y la Eurocopa. En el caso del torneo de Suramérica que hasta último momento estuvo en vilo por efectos de la pandemia -recordemos que las sedes eran Colombia y Argentina- el campeón fue el equipo gaucho que increíblemente llevaba 28 años de sequía. Messi se coronó como mejor jugador del torneo y pudo por fin, lograr un campeonato con su selección.

En el caso de los europeos, la victoria se la llevó Italia jugando de visitante ante los ingleses. El equipo italiano logró su segunda copa después de 52 años, con un fútbol vistoso que no va acorde a su tradición ni ADN como mencionan varios analistas. Esta es una de las grandes lecciones que nos dejan estos torneos no sólo para el fútbol sino para la vida. Las tradiciones pueden evolucionar, cambiar; es más, es necesario que esto suceda cuando se quieren mejores resultados. Como menciona Einstein: “no se pueden esperar resultados distintos, haciendo siempre lo mismo”.

Lo comento porque con la era que acaba de iniciar Reinaldo Rueda en la selección Colombia, el analista Luis Arturo Henao dijo hace poco en ESPN que no le gustaba como jugaba el equipo colombiano porque no era fiel a su ADN, al estilo tradicional de la selección. El comentario tendría más peso si como equipo tuviéramos nuestras vitrinas llenas de trofeos continentales y mundiales, pero no. El mayor logro que hemos tenido es la Copa América 2001, torneo en el que no asistió Argentina; y Brasil, llegó con una nómina alterna. El técnico Rueda, así como lo hizo Mancini en Italia, tiene todo el derecho a explorar otras alternativas de juego, acorde al talento de sus jugadores que nos permita llegar a instancias mayores.

Hablando de evoluciones, es normal que sintamos miedo al cambio, pero estos necesariamente no tienen por qué ser malos. Me cuestiona que políticos y activistas ambientales tengan una visión extremadamente conservacionista sobre el cuidado del medio ambiente, y las tradiciones, como si estas no pudieran mejorar. Lo digo porque por ejemplo, en municipios como Jericó y Támesis, así como la mayoría de municipios de Colombia, la informalidad está entre el 70 y 80% según un estudio de Fedesarrollo para Proantioquia (ver). La población joven de estos pueblos constantemente se va a las ciudades en búsqueda de mejores oportunidades, lo que ha hecho que año a año decrezca el crecimiento poblacional. ¿Cómo mantener las tradiciones y la cultura si la propia gente se termina yendo?

Hay un egoísmo evidente en las personas que insisten en mantener el status quo. La pregunta que debemos hacernos es ¿qué hacer para reducir la informalidad, generar empleo digno y mejorar las condiciones de vida de la población entendiendo nuestras ventajas competitivas, y que sean realizables en el corto y mediano plazo? La respuesta que no se puede permitir es que no es necesario hacer nada porque estamos bien; cuando en la realidad, nos falta mucho por hacer y mejorar.

Por eso me gusta mucho la analogía con el fútbol y en este caso en particular con el equipo italiano. Mancini entendió que tenía otros talentos a los que tradicionalmente estaban acostumbrados, los hizo jugar distinto, así logró un resultado exitoso después de más de medio siglo, tal vez, si se hubiera quedado anquilosado al juego tradicional de su país, el resultado no hubiera sido el mismo.

Como especie humana siempre tendemos a avanzar, a aprender de los errores, para hacer mejor las cosas. Ahora sabemos que el medio ambiente no está a nuestro servicio, que somos parte de este y que lo debemos respetar, pero eso no significa que no lo podamos intervenir, porque de lo contrario, ni fútbol podríamos disfrutar, ni estadios construir y mucho menos nuestras casas habitar. Tocaría devolvernos a vivir en las cavernas y cazar animales para sobrevivir. Como dice el dicho: ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.

 

Para finalizar: qué jugadorazo es Lucho Díaz, reconforta e ilusiona ver ese tipo de talentos en la selección que, con humildad, lucha y sacrificio, nos enseña a creer en nuestros sueños.     

José María Dávila Román

Comunicador Social - Periodista de la UPB con Maestría en Gerencia para la Innovación Social y el Desarrollo Local de la Universidad Eafit. Creo que para dejar huella hay que tener pasión por lo que se hace y un propósito claro de por qué y para qué, hacemos lo que hacemos. Mi propósito es hacer historia desde donde esté, para construir un mundo mejor y dejar un legado de esperanza y optimismo para los que vienen detrás. Soy orgullosamente jericoano.

Nota al pie: El columnista tiene o ha tenido vinculación laboral con la minera AngloGold Ashanti. 

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