No sé mucho de fútbol, no me apasiona ningún equipo y tampoco soy asidua a las celebraciones con la harinita que se le mete a uno por todos los huecos del cuerpo, pero sé valorar el triunfo, esfuerzo y dedicación no solo de 22 piernotas, sino también de un guía y/o técnico que fue hijueputiado a comienzos de año, ahora endiosado, y de esos hinchas DE VERDAD, que ríen, lloran y lo más importante SIEMPRE ESTÁN AHÍ en las buenas y las malas, para entonar porras que salen de un corazón pintado de colores.
Cómo es de bacano ver pelaitos en la cuadra jugando con un balón, y chochando esos cinco por tremendo golazo en una portería imaginaria, o cuando se dan esos cotejos entre amigos de toda la vida cada ocho días, y se remata el encuentro con una cerveza bien fría. Y en el estadio, en momento en el que se va a cobrar un penalti a favor del equipo local, que todo el mundo es petrificado y solamente se escuchan los laditos de un corazón de más de cuarenta mil personas, y después, cuando se grita el gol, es un abrazo colectivo que embriaga el aire.
Lastimosamente este año ha estado marcado por matanzas injustificadas de y hacia hinchas de equipos de fútbol colombiano, sin una causa clara. Los colores de una camiseta, una rabieta, mostrar poderío, una traba bien brava, los líos de faldas y muchas otras especulaciones se han levantado frente a hechos que nunca deberían suceder, pero que pasan, se habla de ello unos días y después se olvidan. Esas muertes van más allá que las diferencias entre pasiones y colores; son el resultado de la intolerancia a la que nos estamos acostumbrando.
Las noticias muestran al hincha que mato a otro a punta de cuchillazos en Transmilenio en septiembre, las peleas en Bogotá y Cali después de la final del 15, y salen y salen especiales y documentales sobre las “BARRAS BRAVAS” y lo malas que son, y lo bien que hacen el honor a su nombre, etc,.
Pero son muy poquitos los espacios en los medios que publican a esos hinchas que viven y dejan vivir, que disfrutan triunfos y aprenden de derrotas, que sueñan con gritar gol cada vez que ven a su equipo, y que saben que no hay nada cantado hasta que no dan el pitazo final. ESOS HINCHAS DE VERDAD son muchísimos más que esos revoltosos que se creen SUPER BRAVOS. No generalicemos.
Felicitaciones de nuevo para el equipo que está compuesto por HINCHAS DE CORAZÓN, jugadores que la saben sudar y técnicos que son líderes y guías. Y me tomo el atrevimiento de decirle a Faryd Mondragón que me cautivó el corazón cuando levantaba a sus compañeros después de la derrota, ahí se ve lo que es un jugador que siente pasión por lo que hace , y es líder e hincha del equipo para el que juega y trabaja.

Estudiante de Comunicación Social – Periodismo de la UPB
Representante al Consejo estudiantil de la misma universidad en el año 2011
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