Borges lo decía hace mucho tiempo, ser colombiano es un acto de fe, mirar la casa del vecino mientras estamos en el peor momento del incendio, va a hacer que esta afirmación del literato se mantenga en el tiempo.
En el diario El Espectador a principios de este mes se publica un artículo de opinión titulado “Has nacido en Venezuela, perdóname”. Su autor, un enigmático Truman Percales, nos presenta la narración en tercera persona de Yadira Pérez, una madre soltera en Caracas, la imagen nítida de lo que es la desigualdad social, la falta de oportunidades y la desesperanza que nos embarga hacernos responsables de alguien en un contexto donde predominan los imposibles. Los comentarios que acompañan el artículo difundido por todas las redes del medio, reúnen a cientos de colombianos que no dejan de manifestar su misericordia o preocupación por todo lo que pasa en el país vecino, y justo cuando la empatía parece predominar entre los caracteres, aparece aquella vil comparación que se ha instaurado en nuestro lenguaje con tal aprobación que parece que nunca nos dejará ir, “Hay que tener cuidado, podríamos terminar así…”.
Para muchos, incluyendo diplomáticos de nombres pesados y partidos políticos enteros, el ejemplo de Venezuela se ha convertido en una insignia de campaña, el recurso perfecto para presentarse como redentores y salvadores de la patria, a la mano de una muletilla ligada a ese dicho popular derrotista de: “Estamos mal, pero podríamos estar peor”, con la diferencia de que existe un interés exorbitado por ese “Podríamos estar peor” que entorpece cualquier posibilidad o intento de trabajar en todo aquello que no está funcionando. Pero realmente, ¿Estamos lejos de la crisis de Venezuela?
Yadira, en su realidad, manifiesta que se siente impotente de no poder cubrir las necesidades que requiere su hija. Comprar medicinas, suplementos vitamínicos e incluso la misma leche se le hace una tarea imposible, no tiene ni un peso. El lugar en el que trabajaba cerró como resultado de la crisis política que ha vivido el país en los últimos años, y aunque parece increíble, el caso de esta mujer no es aislado, incluso traspasa las barreras geográficas. ¿Cuántas madres en Colombia se encuentran en la misma situación? Ser mujer en el país es un acto de fe, según cifras del DANE, en el último trimestre del año 2020, la tasa de desempleo estuvo en 18,7% a comparación de un 10,2% para los hombres. Además, dentro de la población de mujeres entre 18 y 24 años, el 46,5% se encuentra desocupada sin generar ingreso, y si dentro de ese porcentaje entramos a mirar cuántas de ellas son la cabeza del hogar, el panorama torna más desalentador.
Quizás en cuanto al marco político, las realidades de los dos países sean muy distintas, solo hay un factor que nos une en ese ámbito y es que contamos con liderazgos que no convencen, que cometen error tras error y que solo logran mantenerse por una serie de creyentes que no corresponde a la mayoría de la población, y que encima, sigue buscando las vías para mantener sus mandatos unos años más. Nuestro país además no ha sido ajeno a todas las consecuencias que deja una pandemia, y en el continente, hemos sido de los más afectados, en cuanto a casos, emergencias sanitarias y desplome de la economía, que en ciertas ciudades condenadas al olvido como Quibdó, Popayán y Leticia, alcanza cifras preocupantes que han alterado la vida de miles de colombianos, porque sí, ellos también hacen parte del territorio nacional. Por otro lado, en nuestro país no mata solamente el virus, el número de matanzas se eleva cada día más, siguen muriendo los líderes sociales en unos supuestos hechos aislados – Según el mismo gobierno – y hay ciudades que se encuentran sumidas en la delincuencia en un problemática social que ya parece desenfrenada. ¿Qué es lo curioso del asunto? Que siempre que se intenta indagar respecto a las razones que mantienen firmes estas problemáticas, siempre aparece un tercero. Entonces que la delincuencia se debe a los migrantes venezolanos, que las matanzas son el producto del narcotráfico y de los ciudadanos que andan en malos pasos, que el desplome de la economía es algo normal debido a la situación pandémica. Es muy rara la ocasión en que se empiezan a proponer soluciones a las distintas necesidades, el consuelo siempre termina siendo uno “Estamos haciendo todo lo posible para dar con el paradero de los responsables, o en su defecto, contrarrestar la crisis”, nada más. La oposición cada vez se encuentra más censurada y su interés se ha centrado más en las próximas elecciones del año entrante que en aliarse con el pueblo y velar por ser representante. Las problemáticas que abundan en nuestros medios de comunicación siempre están en pro de vanagloriar los líos y las disputas políticas en vez de retratar la voz necesitada de todos los colombianos. De vez en cuando sale a la luz un caso amarillista, nos indignamos y podemos punto final, no pasa nada.
En el relato de Yadira también se hace presente ese dolor de estar lejos de los suyos. El éxito, el progreso y la satisfacción económica se encuentran lejos de su propio país, y aunque son abismales las cifras del exilio en el país venezolano en los últimos años, tampoco somos ajenos a esta situación. La fuga de talentos, es decir, profesionales recién graduados que se van a otros países a cumplir labores que no corresponden a su formación, es un fenómeno que está aumentando en los últimos años y del que poco se habla. La excusa se le acuña a los procesos de globalización y ya está, o en su defecto, se afirma que las nuevas generaciones no quieren estar estáticas en un solo lugar, ¿Pero se ha pesado si realmente existen oportunidades para construir su futuro en estas tierras? Donde el trabajo no se valora, el acceso de la vida laboral casi un imposible y donde corres el riesgo de ser asesino por “andar en malos pasos”. Desde diferentes teorías psicosociales se hable del exogrupo como una necesidad para que los grupos progresen en el tiempo, ¿Pero no se le está dando al país vecino un papel fundamentador en vez de uno constructivo?
Con todo el respeto que el testimonio de Yadira merece, yo también le pediría disculpas a mi hijo si nace en mi país, Colombia. Porque aunque seamos los más felices del mundo, con una cultura biodiversa, exquisita, y una posición geográfica envidiable, aquí se llega para sufrir. Muchos somos afortunados y hablamos desde una perspectiva más positiva, tuvimos acceso a la educación y nunca nos faltó nada, ¿Pero qué nos hace acreedores de eso?, ¿No sería justo que todos tengamos acceso a las mismas oportunidades? En el país con una de las desigualdades más abismales, hablar de privilegios puede ser hasta grosero, porque mientras en mi mesa hay que comer, tenemos niños en el norte que se mueren de hambre. Borges lo decía hace mucho tiempo, ser colombiano es un acto de fe, mirar la casa del vecino mientras estamos en el peor momento del incendio, va a hacer que esta afirmación del literato se mantenga en el tiempo.
Artículo referenciado.
https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/has-nacido-en-venezuela-perdoname/
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