Gobernar en tiempos de crisis: una mirada desde la comodidad del sillón

Sí que es cierto, eso de que desde afuera todo es mucho más fácil; agitar redes, construir planes de desarrollo imaginarios, oponerse a todo a cambio de proponer nada, señalar sin probar, tachar sin mirar, hablar sin pensar, inclusive, expresar ese típico y cínico “se los advertí”.

Aunque así muchos ex candidatos lo sostengan, ni dándole credibilidad absoluta al trabajo de las pitonisas, a la lectura con lupa de los astros, a la creencia en diferentes dioses, y ni siquiera, a las esferas del dragón por ponerle chiste al cuento, era posible prever, que llegaría una crisis, a modificar todo el ideario de gobierno que cualquier mandatario por moderno que se llame, hubiese construido de forma flexible, para facilitar su adaptación a circunstancias imprevisibles.

Ante la necesidad de improvisar y proponer medidas, que es por demás indiscutible, desde la comodidad del sillón, surgen tres tipos de controles hacia ellas, hacia los gobiernos, más aún, hacia las personas que lo integran; (i) el control ciudadano, (ii) el control circense y (iii) el seudocontrol, hablemos de cada uno, para que se formen filas. (No vamos a hablar aquí de control en estricto sentido desde la perspectiva jurídica, ese ya está muy trinado y desgastado, hablemos de otros).

El control ciudadano, en todo su furor, necesario y legítimo por demás, por diferentes vías y haciendo uso de diferentes mecanismos, reclama espacios, derechos y expresa inconformidades, se manifiesta, presiona, y alcanza en mayor o menor medida sus cometidos, desde una mirada netamente democrática, este es el control, que merece tener el altavoz, a quien se deben los gobiernos, y de quienes debe esperar participación en todo caso, este es histórico, sostenido, constante y no varía de forma fácil.

El control circense, el que se pinta de circo, no como calificativo peyorativo ni discriminatorio, sino como aquel que representan los acróbatas, que se dicen expertos exponiendo medidas y movimientos imaginarios de ciudad, los contorsionistas especialistas según ellos, en salir de cualquier dificultad,  los equilibristas que según dicen, siempre garantizarían óptimas condiciones en un mundo paralelo, los  escapistas, a quienes no los detiene ninguna dificultad y son omnipotentes, los forzudos nadie puede con ellos, los magos, quienes siempre le advirtieron a la ciudad, que tenían la varita para solucionar todas las problemáticas en un parpadeo, los payasos que opinan tanto, que terminan haciendo reír a la gente,  los titiriteros que le hacen el mandado a otros que no pueden, no quieren o temen lanzar opinión contra los gobiernos, solo por mencionar algunos. En este equipo, se ubican normalmente ex candidatos, resentidos y olvidados, que escogen el camino fácil, para reactivarse en la vida pública, que consiste en aferrarse del margen de error,  y sacar provecho al mejor estilo de un mesías.

El pseudo-control, lo ejercen quienes desde una curul diseñada para hacer control real, mutan su función por el protagonismo, los argumentos por rabietas, los requerimientos por populismo y las discusiones de ciudad, por pauta. Los pseudocontroladores, confunden veracidad con cantidad, su medida es el número de escándalos que publiquen, repliquen y hasta denuncien, su efectividad se mide con la fórmula de  número de denuncias realizadas vs número de denuncias archivadas, su rigor político y ciudadano se reduce al afán, de pegar primero una noticia, y bajo la soledad del día a día, sin equipos, sin estructuras, sin ideas, se van yendo entre expresiones de ira e intensa envidia, hasta silencios de sepulcro.

El control desde el sillón, también requiere responsabilidad y objetividad, hay quienes piensan que se gobiernan ciudades, por el contrario, se gobiernan ciudadanos, a quienes además de garantizarles derecho y libertades como acción principal, hay que incitarles al cumplimiento de las normas, y a la prevalencia del interés general, y de paso, impulsar el desarrollo y el cierre de brechas sociales.

Los del sillón se equivocan, cuando desgastan los esfuerzos de buenas mentes que los acompañan, de buenas ideas, en destruir los grandes o pocos avances que se alcancen, pero sobre todo yerran, en creer que gobernar ciudadanos, es tan fácil como incitarlos por redes, que construir desarrollo es tan simple como proponer caricaturas de proyectos, y que cuidar el recurso público, es tan sencillo como cuidar las propiedades, desde las cuales se asientan para lanzar diariamente disparos contra el desarrollo, sin discusiones objetivas.

Si la crisis no incita el trabajo común, la unión de ideas y el esfuerzo recíproco, además de arrebatar cientos de ciudadanos, no habrá servido para nada, en igual sentido, si el “control” no busca mejoras sustanciales en políticas, planes y proyectos, no es control, y por tanto es mero oportunismo.

Lucas David Acevedo Muñoz

Abogado y Profesor. Escribo columnas de opinión de temas actuales, jurídicos y no jurídicos, con alto contenido social y enfoque de Derechos Humanos, profesional políticamente activo, ejerzo un activismo constructivo desde la academia y los liderazgos sociales.

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