El pasado que seremos

“Pensar bajo cuáles aspectos de la actualidad es que los individuos futuros, indignados, nos juzgarán como inferiores y con vergüenza similar a la que nosotros solemos mirar ámbitos del pasado …”

Cuando miramos hacia atrás en la historia tendemos a juzgar diferentes condiciones sociales del pasado principalmente con base a nuestros actuales valores y contextos. Es por esto que al revisar graves y lamentables fenómenos del pasado como la esclavitud, la tortura, la opresión y exclusión de la mujer, la persecución y violencia religiosa (fenómenos los cuales, lamentablemente, no se han extinguido por completo pero sin duda ahora son menos sistemáticos), entre otros, juzgamos aquellos tiempos y sociedades como “atrasadas” o de alguna manera inferiores al permitir y legitimar diferentes conductas que hoy en día nos parecen cada vez más repudiables e inadmisibles.

Sin embargo, creo que pocas veces hacemos este ejercicio retrospectivo “a la inversa”, es decir, pensar bajo cuáles aspectos de la actualidad es que los individuos futuros, indignados, nos juzgarán como inferiores y con vergüenza similar a la que nosotros solemos mirar ámbitos del pasado.

Indudablemente podríamos hablar y suponer de muchas situaciones que incluso hoy nos parecen injustas e indebidas y que con mayor razón serán criticadas en el futuro. Por ejemplo, en el desarrollo de esta idea con mi hermano, él mencionaba que la guerra contra las drogas sería un aspecto digno de burla por la posteridad.

Por mi parte, y es el principal aspecto que quisiera resaltar de este breve escrito, creo que nuestras sociedades serán fuertemente juzgadas y criticadas en el futuro por los increíbles niveles de desigualdad en los que vivimos actualmente. Puedo imaginar a las personas estudiando historia del siglo XXI preguntándose ¿Cómo era posible que el 1% más rico de la población poseyera más del doble de riqueza que 6.900’000.000 -seis mil novecientas millones- de personas (un 92% de la población mundial), mientras 3000 millones de personas vivían por debajo del umbral de pobreza (establecido en 2 dólares al día)? O ¿cómo permitían que los 22 hombres más ricos del mundo tuviesen más riqueza que todas las mujeres de áfrica, a la vez que la mitad más pobre de la población adulta mundial poseyera tan solo el 1 por ciento de la riqueza global? ¿Por qué aceptaba que el 20 por ciento más rico de la población consumiera el 90% de los bienes producidos, mientras que el 20% consume el 1 por ciento[1]? Entre las otras muchas cifras sobre la distribución de la riqueza que cínicamente nos hemos acostumbrado a escuchar.

¿Qué respuestas, que resulten verdaderamente razonables, podríamos darles a aquellos individuos del futuro al cuestionarnos sobre esta situación y sus cifras? ¿Acaso nuestras respuestas sonarían tan absurdas como hoy nos parecen las justificaciones que se daban al quemar personas en la edad media o al esclavizar, vender y traficar seres humanos?

El problema es que nos puede parecer tan absurda esta situación como imposible de cambiar. Aunque pudiésemos estar de acuerdo en que no hay argumento alguno capaz de sostener los niveles de desigualdad actuales, tampoco parece vislumbrarse un camino alguno en el corto plazo para transformar esta situación de carácter global. ¿Será que esta misma sensación tenían las personas del pasado que estaban en contra de las injusticias de su época? ¿Tenían también ellas la misma sensación de impotencia que tenemos hoy?

Debo aclarar igualmente que, aunque en la realidad sea difícil esperar una transformación radical en un corto tiempo, sin duda muchos tenemos ideas sobre cómo podría construirse una mejor y más justa sociedad, frente a lo cual se dedican y han dedicado excelentes pensadores en la construcción de teorías y planteamientos orientados a cambiar lo que consideramos como inaceptable hoy, proponiendo ideas desde las más utópicas y revolucionarias hasta unas más puntuales y específicas que permitan cambios concretos.

No pretendo aquí extenderme en las propuestas para erradicar la desigualdad o demás aspectos por los cuales pienso seremos criticados en el futuro, dejaré esto para otros espacios y momentos. Solo quisiera dejar aquí al lector la pregunta sobre qué aspectos de nuestras sociedades cree que serán fuertemente juzgados en los próximos 100, 200, 500 o 1.000 años cuando la humanidad -suponiendo que sigamos aun existiendo- mire hacia su pasado y tenga tal vez razones para avergonzarse. Una vez identifiquemos aquellos aspectos para apenarnos, tendremos argumentos para iniciar acciones para su transformación, abandonar un pasado y presente lamentable, y construir así un futuro del cual enorgullecernos.

[1] Datos de la Oxfam y el texto ¿La riqueza de unos poco nos beneficia a todos? De Zygmunt Bauman.

Juan David Montoya Espinosa

Economista y politólogo de la ciudad de Medellín, interesado por los temas sociales alrededor de la justicia, la desigualdad y la subjetividad capitalista; consciente del compromiso social que tengo, no solo por mi formación en las ciencias humanas, sino como ser humano que se construye y proyecta en la sociedad.

1 Comment

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  • Es todo un reto que cada generación asume según los factores condicionantes. En un corto plazo no sería una mirada realista, y no pretendamos que con comprar la idea del gobierno de turno, se conseguirán los cambios esperados. Pero, por fortuna, ahora somos más concientes, lo que nos posibilita en tomar acciones y buscar un futuro prometedor.

    En todo caso, una interesante reflexión del autor