Geografías de la verdad: una retrospectiva

La capacidad metafórica y literaria de representar la realidad es una herramienta bastante poderosa para el deber de memoria en nuestro país.


El Museo Casa de la Memoria de Medellín es el resultado de procesos de resistencia ciudadana que reclaman la reparación historia y simbólica de las víctimas. Colectivos y personas han hecho de este museo un gran hogar, punto de encuentro y casa para la reflexión crítica de la historia del conflicto armado colombiano. Esta gran casa tiene el propósito político, ético y social de soportar por medio del arte y el diálogo los procesos de consolidación de la paz en Colombia.

De ahí que, bajo el reconocimiento de la imposibilidad de tener formas acabadas de verdad o memoria, se han creado procesos artísticos que le hacen frente a la inmanencia de la desmemoria del mundo y su gente. El Museo Casa de la memoria con sus exposiciones permanentes y temporales hacen parte de esta resistencia frente al olvido y la banalización de los millones de historias de dolor convertidas en cifras.

Los poemas, esculturas, pinturas, danzas y canciones que comparten espacio en las diferentes salas del museo permanecen se reincorporan y mutan dentro de las personas que se detuvieron a escuchar, ver y sentir lo que estos ejercicios de memoria les quieren decir. Repetir con fuerza que sí podemos aspirar a tener relatos comunes sobre lo que pasó en el conflicto armado colombiano es también la esperanza de transformar el ethos político violento por uno dónde el conflicto sea la deliberación de las ideas y la confrontación de argumentos, no el derramamiento de sangre de personas empobrecidas y excluidas por ideas que ni les pertenecen. Hacer frente a esto y poder crear tierra fértil para la reconciliación y la no repetición de ciclos de desigualdad, desarraigo y violencia que de forma más intensa afecta a mujeres, niños, campesinos, negros e indígenas. El museo es el espacio donde muchísimas personas y colectivos recrean las historias con arte acercando su realidad a la de los otros. 

De esta manera, la exposición geografías de la verdad aporta conocimiento sobre la relación entre la geografía y el conflicto armado; haciendo uso del lenguaje artístico y los relatos de las personas que habitan estos territorios para la apropiación social del conocimiento. Entre montañas y ríos nace un relato de verdad sobre la tierra y sus historias de desarraigo. Es por esto por lo que se dice que la verdad es tan compleja y diversa como la geografía colombiana.

Nuestro país es una mezcla rica y compleja de montañas, ríos, desiertos, mares, páramos y selvas, esta realidad nos muestra dos caras en principio: uno, la belleza inmensa del paisaje nacional;  dos, la complejidad de estos territorios y los procesos sociales en medio. Es así como, mientras viajamos por este paisaje, nos encontramos con las marcas que la violencia ha dejado en los cuerpos, transformadas en cicatrices y preguntas. Las personas que buscan la verdad nos invitan a encontrarnos todos y reconocernos en la humanidad de nuestros rostros, las heridas del cuerpo que nos atraviesan y la violencia anidada en el corazón. Los hechos vividos durante el conflicto armado colombiano son como líneas que se entrelazan es un gran entramado tejido por diversos actores, situaciones y preguntas sin resolver como caras ocultas en las montañas, los ríos y llanos del territorio nacional.

La verdad y la memoria tienen un mismo propósito en la exposición de Geografías de la verdad y es comprender la realidad para transformarla. Esta experiencia museográfica busca reconstruir los lazos sociales dispersos, compensar el daño a través de acciones simbólicas, ayudar en los procesos de reconciliación y construcción de paz. Nos invita a explorar los laberintos de la verdad y a entenderla como una construcción que necesita de muchos para ser completa. Todos debemos compartir nuestra versión y escuchar las verdades que se resisten a morir sin ser pronunciadas.

Un zoom a la exposición

La exposición Geografías de la verdad tiene diferentes recursos audiovisuales, artísticos y metodológicos por observar. Es recorrido que nos acerca a las memorias del territorio colombiano. De esta manera, me quiero centrar en un par de obras; la primera, fotografía de Natalia Botero donde se ven unas botas de un desplazado por paramilitares en Tarazá obra que tiene similitud con la segunda que es una pintura de Van Gogh Las botas. Vale la pena hacer un pequeño ejercicio de hermenéutica del arte y hacer algunas preguntas como punto de partida: ¿Por qué las botas están desgastadas y sucias? ¿Quién es su propietario? ¿Dónde vive? ¿Qué hacen?

Heidegger en su ensayo El origen de la obra de arte donde expande el concepto de obra de arte más allá de la realidad del objeto concreto sea pintura, escultura o fotografía. El filósofo dice que la obra de arte es obra de arte porque revela una verdad sobre el mundo y la existencia del ser humano en este. Es así como la reflexión estética se subordina a la capacidad del artista, por medio de su obra, dar cuenta del mundo y sus circunstancias. La verdad en este sentido se encuentra más en la experiencia vivida y representada por el artista que en las proporciones o técnicas para crear una mimesis artística de la realidad.

Ilustración 1 Las botas de Natalia Botero y Van Gogh[1]

De esta manera, el artista, con su obra tiene la capacidad de revelar algo nuevo sobre el mundo que difícilmente se puede representar en conceptos filosóficos o matemáticos. Así la obra artística también tiene capacidad de dar cuenta de la verdad y sus diferentes realidades que la acompañan; al igual que otras expresiones humanas como la ciencia o la técnica la obra artística puede dar diagnósticos sociales, económicos y anímicos sobre la sociedades, épocas y personas.

Heidegger interpreta que la botas pertenecían a una campesina que por sus labores con la tierra las ha desgastado al punto que muestra la pintura. Para él es una obra que representa los días de largos caminos al sol, el llegar a casa descansar y soltar los zapatos, alegría y tristezas de alguien. Al igual que Heidegger soy un admirador de esta obra ya que para el representaban una realidad concreta y bella pero también de forma personal representa una crítica a una vida por y para el trabajo que poco deja más allá de la subsistencia,

hasta ahora el arte se ocupaba de lo bello y la belleza y no de la verdad […] es precisamente en una obra semejante, siempre que sea obra, donde está obrando la verdad. La verdad obra en la obra”.

De forma similar, la fotografía de Natalia Botero tiene una realidad más amplia y profunda que enmarca la imagen. Lo que en principio son solo unos zapatos sucios en la exposición museográfica se transforma en una obra que relata una verdad sobre el desplazamiento forzado en Tarazá, sobre las violencias en Colombia. De esta manera, la interpretación estética también esta soportada por el contexto espacial, social y temporal que tiene la fotografía, y es que el Bajo Cauca Antioqueño tiene una larga historia de enfrentamientos entre grupos armados, paramilitares y guerrilleros que han cometido múltiples masacres, desplazamientos, secuestros y torturas en sus municipios y veredas. Hasta la actualidad municipios como Taraza, El Bagre y Zaragoza viven cada tanto evento de violencia armada: atentados con granada[2] a plena luz del día, masacres y secuestros. Diferentes repertorios de violencia son la cotidianidad de estos pueblos.

Esta fotografía es un retrato que no tiene la necesidad de mostrar el rostro para mostrar las cualidades físicas o morales de esta persona. Tal y como lo hizo Nadar, famoso retratista francés, Natalia Botero da personalidad, lugar, existencia y una historia a un hombre solo usando como medio sus zapatos; y de esta manera, representar la realidad del conflicto armado colombiano. Así una persona con pantalones sucios y más allá de su talla, probablemente heredados, porta unos zapatos desgastados, sucios por el transitar entre veredas y montañas huyendo de criminales. En este ejercicio de verdad y memoria la fotografía nos acerca a una realidad, una verdad sobre el conflicto donde se pone frente el desgaste como sinónimo de desarraigo. Unos zapatos sucios también pueden ser la memoria del éxodo de millones de colombianos obligados a un transitar doliente e indeterminado por la voluntad violenta de unos pocos que los obligan a salir de la tierra a la cual le han dedicado su fuerza de trabajo y vida.

Para concluir, la obra de arte en toda su capacidad puede reconstruir hechos de la realidad y constituirse como un relato de memoria y verdad. También ocurre que diferentes dimensiones, de lo colectivo y de lo individual, se trasladan a un campo simbólico donde todos pueden habitar con sus propios presaberes y concepciones sobre el mundo. La obra de arte muchas veces nace a través del desahogo personal o la conciencia sobre lo colectivo, a través de la resistencia de las víctimas. Las canciones, poemas y barras de rap de la exposición es la viva manifestación del propósito y origen de la obra de arte.


[1] Con las botas, Van Gogh nos da una verdad revelada sobre el desgaste de los días de un campesino, o campesina, en días enteros de laboriosidad y constante precariedad. Por otro lado, la fotografía de Natalia Botero nos acerca al retrato de la tragedia del campesino desplazado por paramilitares.

[2] https://www.semana.com/una-mujer-asesinada-y-siete-heridos-en-ataque-con-granada-en-taraza-antioquia/615588/

Miguel Ángel Restrepo González

Soy politólogo por la construcción de paz. Escribo sobre filosofía política, derecho y cultura

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