Equilibrio: ¿y qué es la vida, sin el desequilibrio?

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, equilibrio viene del lat. Aequilibrium y puede incluir entre otras las siguientes definiciones:

    1. m. Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente.
    2. m. Situación de un cuerpo que, a pesar de tener poca base de sustentación, se mantiene sin caerse.
    3. m. Contrapeso, contrarresto o armonía entre cosas diversas.
    4. m. Ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios.
    5. m. pl. Actos de contemporización, prudencia o astucia, encaminados a sostener una situación, actitud, opinión.

Estamos en la cultura que predica el equilibrio como conquista, pero ¿qué es el equilibrio sin el desequilibrio?

Para poder entender lo que te construye, tienes que aprender de lo que te destruye. Balancearte hacía el mejor lado, sin que esto te lleve a negar o sufrir por aquello que no logras controlar.

El equilibrio es una ilusión de la mente, que nos sirve de referencia para inclinar mejor la balanza y ver el otro lado cuando nuestra vida tiende al opuesto de lo que queremos ser y hacer.

Nada es tan justo, nada es tan injusto. Deja de ver el equilibrio como la meta y mira de frente el punto al que quieres llegar.

Basado en las anteriores definiciones te diré que considero equilibrio dentro de un contexto de vida saludable:

    1. Hacer ejercicio por disfrute la mayor parte del tiempo, en ocasiones por disciplina, pero evitar sufrir o enfermarse por el exceso o la ausencia del mismo.
    2. Querer verse bien físicamente, sin obsesionarse con el resultado, valorando esto que tienes y que puedes mejorar, pero que tiene un límite coherente con la paz mental y social.
    3. Comer bien la mayor parte del tiempo, sin dejar de disfrutar de la buena mesa, de las fiestas, los viajes y lo que te da placer. Sin perder de vista tampoco el objetivo y lo que has logrado o quieres lograr.
    4. Buscar lo material como parte de los sueños personales de realización, sin olvidarse de alimentar el espíritu que es finalmente el que nos da la capacidad de disfrutar de lo que tenemos y también de lo que no.

El equilibrio consiste en sentir que tu vida tiene sentido incluso cuando aún no estás en el lugar en el que quisieras estar, disfrutar del camino, y entender que la meta es por lo menos no dejarse caer hacía el extremo, los excesos, y si así fuera, tener la convicción de que “casi siempre” tenemos la oportunidad de regresar.

Alexandra Pérez Idárraga

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