Enfermedad en casa

“Mentiras son dolor, tienen peso
Golpean con rencor
Adentro
No saldrás vencedor en ningún momento
Es opuesto
Perderás aliento
Tratando de escapárteles, lo siento
No te miento”

– Pxndx


El poder es un vicio y la corrupción es connatural a la libertad racional de los seres humanos; y es un vicio en tanto se alimenta de sí y para sí, en favor de sí, a costa de quien lo ostenta. Los sentimientos morales, el dolor, la empatía y la vulnerabilidad misma, en el mejor de los casos, educan, más no perfeccionan: limitación biológica obvia. La cantidad de opciones que las personas pueden alcanzar sobre y para sí mismas cuando asciende su estatus, ampliando además un margen de libertad material, es directamente proporcional a la cantidad de nuevas posibilidades, como una especie de lotería en la que la recompensa se incrementa, pero la probabilidad de equivocarse, también.

Las paradojas de la historia superan las construcciones identitarias de las ideologías políticas, el ejercicio del poder político prescinde de las ideas para acentuar su continuidad en la acción que garantiza su constitución en el tiempo. La cultura se cimienta en mitos, y quizá por eso el Siglo XXI atraviesa la era de la información y no propiamente del conocimiento, el dato se convierte en la luz perturbadora que irrumpe con la comodidad de la necedad pasional, la añoranza de “fundamentalismos” que se responsabilicen de nuestras libertades e instinto de poder, pues implican salir de la caverna. La ligereza del posmodernismo transcribe la decadencia de la sociedad ilustrada en la volatilidad de las redes sociales; en el mundo de la posverdad, es irrelevante la justicia, y en la apropiación de eufemismos como “fake news”, se minimiza hasta la dignidad misma.

Los estoicos apelan por una libertad íntima en la que se aspira a ser dueño de sí mismo, una invitación a la mesura, la serenidad, la austeridad, la prudencia, la táctica y el dominio sobre los placeres; una filosofía referente en tanto su práctica se hace efectiva en gobiernos de emperadores como Marco Aurelio, condensando la sabiduría en la inteligencia contenida por la ética, líneas que dependen exclusivamente del juicio de cada individuo. Sin embargo, la velocidad de las tendencias soportadas en las tecnologías de la información y la comunicación avasallan la percepción, agitando las emociones más primitivas y distorsionando el alcance real de la acción política; la democracia hoy no la amenaza la tecnología propiamente, pero sí el profundo estado de negación sobre los sistemas de poder y su funcionamiento.

La correlación que establece la maldad con la estupidez, tendemos a llamarla <inconsciencia>. La inconsciencia es uno de los síntomas del poder cuando su ejercicio se torna problemático, la sedación de sus “mieles” impide corresponder a la realidad, sobre todo cuando esta se distancia de la narrativa institucional que sostiene y diseña la arquitectura del poder de cada individuo que está dispuesto experimentar la pantomima de ser más que los demás. El espiral de errores que marcan un continuo retorno de la humanidad hacia su propio encuentro con el caos, no es otra cosa que la soberbia de aquellos que creen que podrán tener poder sobre su deseo de poder.


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María Mercedes Frank

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