Emergencias metafísicas y predicadores laicos a propósito de Fernando Savater

Podemos leer a Savater sin sentir por ello que traicionamos las más prístinas fuentes del pensamiento filosófico. Podemos frecuentar los “filósofos menores” que no están en el canon oficial que construyó Heidegger y se cerró con él. Podemos disfrutar de la honradez en la escritura y aprender a valorar hasta el más mínimo gesto de sensatez en la argumentación sobre cualquier problema filosófico, político o social. Con respecto a Savater, todavía podemos celebrar las dos entradas que este filósofo escribió en su Diccionario de filosofía, tan personal, sobre la lectura y el leer. No pocas veces, además, hay oportunidad de reconocer los esfuerzos suyos por contrarrestar el nacionalismo vasco devenido en máquina de guerra asesina. Su entereza y valentía son más encomiables que la escritura feroz del erudito que pontifica desde la comodidad de su escritorio.

Hoy, como en el caso de los toros, debemos tomar distancia de la postura asumida por Savater en una entrevista profusamente difundida por los medios de habla hispana. Allí sostiene un buen número de ideas que no son ya producto de un lúcido uso del juicio sensato, al contrario, parecen un gesto de derrotismo que no ayuda a quienes han perdido a tantos por el virus. Estaremos a la altura de lo que enfrentamos en la medida en que podamos dotar de sentido a esto que nos acaece sin más. Pero una frase altisonante, la cual puede vender periódicos y libros, puede hacernos ver muy listos y poco ingenuos, no es más que una renuncia a algo central para el ser humano: comprender.

Citar a Michel Houellebecq para decir que “luego de esta pandemia seremos iguales, pero un poco peor”, entre risas, nos hace pensar que la desesperanza hacia los congéneres nos domina hasta el grado de creer que todo aquel que no renuncia a esperar lo mejor de los seres humanos es un idiota, un pobre imbécil, un pánfilo irremediable y otros epítetos de ya larga tradición. Curiosamente, y lo digo sin ningún reato, eso es justo lo que caracteriza al que investiga sobre educación y formación.  No renuncia al optimismo, no levanta los ojos y los hombros cuando alguien dice “humanidad” y “humanismo”, aunque sepa todo el horror que han provocado en su nombre proyectos políticos devenidos en genocidios. A pesar de todo y contra toda esperanza, esperamos que los miles de muertos por la pandemia nos ayuden a repensar, por ejemplo, el sistema de salud creado bajo la lógica del mercado y con el aparente afán de diluir la responsabilidad en su fracaso. Esperamos, quizá ingenuamente, que una tarea inaplazable es solucionar la brecha social y económica que impide el acceso de millones a una educación digital. Quizás sea una tontería y sería mejor dedicarnos a hallar la felicidad en comprarnos un caprichito gastronómico u otra fruslería, como sugiere Savater.

Algunos, especialmente los aspirantes a “predicadores laicos”, como dice el filósofo español, somos propensos a ver “emergencias metafísicas” cuando vemos cómo afrontamos ahora una pandemia que nos exige un cambio completo de actitud frente a la naturaleza, la forma como producimos, la política y la economía. Los pedagogos, los maestros, también los intelectuales y académicos, los científicos, con seguridad, nos rehusamos a creer que buscar el modo de educar en la felicidad es una exageración fanática, aun cuando sabemos todo lo difícil que es afrontar lo que entendemos por felicidad. Debemos estar atentos contra la cursilería, claro, y debemos evitar que esa cursilería devenga política pública y evite afrontar con seriedad y sobriedad los problemas que implica educar y formar a los seres humanos. No podemos olvidar que educar en la búsqueda de un mundo más justo y fraterno, ser optimistas, implica sin duda que reconocemos como central en pedagogía que no esperar algo bueno de los seres humanos es renunciar, justamente, a lo que nos hace precisamente humanos.

Juan Felipe Garcés Gómez

Coordinador Regionalización. Instituto de Filosofía. Sede Carmen de Viboral. Integrante del Grupo Formaph (Formación y Antropología Pedagógica e Histórica). [email protected]

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