El nuevo capo

Tras la muerte de Megateo y la sucesión de su estructura criminal, los medios especulan para poner de moda a un nuevo capo de capos, se trata de alias Puntilla Pachón, de quien se dice tiene más poder que los anteriores.

Pareciera que la capacidad de producción de súper criminales de nuestro país es ilimitada, los ciclos de violencia en las ciudades pasan del control absoluto de un capo a la lucha sucesoral por territorios y negocios para volver nuevamente a un capo una fuerza predominante en ciclos de guerra intensa y tensa calma. Nada para la guerra, nuestra sociedad tiene tan profundamente arraigada la relación con el crimen como medio fácil que fabricamos capos y lavaperros todos los días, que cada muerto es remplazado con una velocidad y eficiencia pasmosas.

De cuando en vez el despliegue de recursos que realiza la fuerza pública logra dar de baja a un capo y se convierte en una noticia ampliamente difundida, propaganda que da cuenta de una fuerza efectiva: «esta noche el país es más seguro, acabamos con el capo de capos» y al día siguiente,  como si las noticias fueran para olvidar súbitamente, renace el terror en una nueva y mucho más peligrosa figura del mal.

La estrategia de las autoridades alrededor es desmantelar complejas estructuras burocráticas acabando con sus cabezas, redunda en la ingenuidad de mitificar a los “patrones del mal”, sin duda las piezas más visibles pero menos significativas de toda la estructura; las autoridades no pueden creer que su tarea corresponda a la de “súper policías” buscando súper criminales.

El narcotráfico ha logrado penetrar a tal punto la estructura moral de nuestra sociedad que lo menos importante para combatir el crimen organizado es atacar los capos; el enemigo está disperso en la sociedad por eso es inútil concentrar esfuerzos en un solo objetivo.

Las estructuras criminales han tenido por muchos años la capacidad de permear todos los sectores de la sociedad, remplazan el estado en el territorio, cobran impuestos, resuelven conflictos de vecindad y su dinero llega a todas las esferas económicas, pueden comprar autoridades de todos los niveles e incidir en todos los niveles de la política nacional. Son capaces de reinventarse y reorganizarse al servicio de cualquier poder para mantenerse y han sabido sobrevivir como estructuras a todas las estrategias para derrotarlas.

Pero debo insistir, su existencia no deviene de la naturaleza de hombres que personalizan la maldad pura y coordinan desde sus pedestales ocultos empresas criminales al son de corridos prohibidos; el crimen organizado tiene muchas aristas y sin duda la incapacidad institucional para conjurar la marginalización de una porción mayoritaria de la sociedad y la promoción del mito aquel que reza que podemos alcanzar cualquier objetivo si nos lo proponemos, sin tener los medios objetivos para que ello ocurra, convierten a cada generación de jóvenes en materia prima para la guerra; algunos llegarán a ser capos y su funeral se presentará como una victoria de la política institucional y otros, la mayoría, no serán capos y su muerte no saldrá más que en la prensa roja, oculta, como todas las derrotas de la institucionalidad.