El factor Darín y el Oscar extranjero

Al anunciar la selección oficial de Cannes 2014 hubo una película que no cuadró. Junto a habituales como Nuri Ceylan, los Hermanos Dardenne o  Zvyagintsev, se coló el nombre del argentino Damián Szifrón. Y no por primerizo, pues su hoja de vida está marcada por la reconocida serie Los Simuladores. Para la prensa cinematográfica la sorpresa estuvo delimitada por su nueva película, Relatos Salvajes, una producción con tintes taquilleros, lejos del exuberante drama que tanto le gusta recibir al festival de cine más famoso del mundo.

El otro factor era que Jauja, del también argentino Lisandro Alonso, sonaba como la película latinoamericana independiente del año, y tuvo que conformarse con participar en una categoría menor, como la es Un Certain Regard.

La polémica se ha diluido, pues la ahora película argentina más taquillera de los últimos treinta años -superando a la icónica El secreto de sus ojos- ha logrado una titánica tarea: enamorar a la crítica y al público popular. Son seis cortometrajes que nunca llegan a converger en el relato, aunque sí en las ideas: la naturaleza del ser humano es violenta; individuos que buscan el beneficio propio por encima de la armonía colectiva. Un juego similar a Touch of sin, pero esta vez a la argentina -aunque, bueno, algo menos política-.Odios, celos, envidia, venganza, demonios del pasado y acciones del presente. Una serie de salvajadas -valga la redundancia- que engrosan una versión escalofriante de la condición humana.

Y aquí entra Ricardo Darín. El Rey del cine argentino: no importa qué tan mala sea la película, su actuación siempre será foco de atención y, por obvios motivos, llamativos ingresos a los productores. Partícipe directo de importantes obras como El secreto de sus hijos, Nueve reinas o El hijo de la novia, y de películas fallidas como Cuento chino o La educación de las hadas, su presencia asegura una taquilla importante y la puesta en escena de uno de los mejores actores hispanoamericanos.

Sobra decir que el cortometraje en el cual el actor de 57 años participa es el mejor. No solo por la caracterización de su personaje, sino porque el mismo Szifrón se empeñó en que el guion y el universo de este fueran redondo. Los detractores dirán que Darín hace el mismo papel en todas sus películas: un clase-media greñudo con escasa sensibilidad pero excelso en complejos absurdos. Sin embargo, su potencial radica en no dejarse persuadir por la facilidad histriónica: el proceso de reinvención del personaje es su mayor talento.

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No significa que Darín sea el único responsable del éxito de Relatos Salvajes. Entre su ritmo vertiginoso, la exquisita banda sonora, la facilidad dramática de las actuaciones -incluso el contar con Pedro Almodóvar como productor- suman creces para entender el boom mediático de la película. Tanto que, me atrevo, y así parezca temprano, a presentarla como favorita al Oscar a mejor película extranjera en los premios de la Academia de febrero del próximo año.

Pues la carrera a la estatuilla dorada ya empezó. Una lucha que, a simple vista, parece ser prometedora. Consagrados de Hollywood como David Fincher (Gone Girl), Bennett Miller (Foxcatcher) o Christopher Nolan (Interstellar) junto a los mal llamados independientes como Paul Thomas Anderson (Inherent Vice), Richard Linklater (Boyhood) o González Iñárritu (Birdman) son nombres atrayentes que, además de asegurar producciones de calidad, darán un nuevo aire a una entrega de premios cada vez menos llamativa.

Pero vuelvo a Relatos Salvajes, ya que la categoría de Oscar a película extranjera, aunque suele ser subvalorada, dibuja una línea más independiente y artística a la presentada por la industria cinematográfica más poderosa del mundo. Por algo tres de las mejores películas de la década han sido las últimas en llevarse la estatuilla: Una separación de Farhadi (2011), Amour de Haneke (2012) y La Grande Belleza de Sorrentino (2013).

Para el próximo año, ya que han sido elegidas las participantes por cada país, se prevé, más que una lucha, una competencia de pesos pesados de la producción independiente mundial. Entre las de mayor reconocimiento para la cinefilia pero con pocas chances de adentrarse en la dinámica hollywoodense -ojalá haya sorpresa- están Ida de Pawel Pawlikowski (Polonia), Winter Sleep de Nuri Ceylan (Turquía) y What Now? Remind Me de Joaquim Pinto (Portugal); mientras que, con mayor peso mediático, películas como Two Days, One Night de los Hermanos Dardenne (Bélgica), Mommy de Xavier Dolan (Canadá) y la ya comentada película de Szifrón le van dando forma a una categoría que parece impredecible por contener propuestas tan disímiles. Aunque, y reitero mi posición, empiezo a intuir que Darín, así como en 2009 con El secreto de sus ojos, volverá a coronarse como el gran Midas latinoamericano.

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[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-b-mia.xx.fbcdn.net/hphotos-xpa1/v/t1.0-9/10356220_10152575733628112_5221994349825380317_n.jpg?oh=7131973ae7d67aa81c54d493a9deb9f6&oe=5460205C[/author_image] [author_info]Diego Pérez Torres Estudiante activo de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Antioquia y de Comunicación Social en la Universidad EAFIT. Ha participado en la elaboración de diversos documentales y cortometrajes que han alcanzado presencia en diversos festivales de cine. Apasionado por el cine, la literatura y las artes visuales; con proyección en la realización e investigación cinematográfica.[/author_info] [/author]

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