El espectáculo de imágenes en Instagram

“Allí donde el mundo real se transforma en simples imágenes, las simples imágenes se convierten en seres reales, en motivaciones eficientes de un comportamiento hipnótico.”

Tesis 18. Guy Debord.


 Desde hace un tiempo he venido reflexionando en torno al uso de las redes sociales, especialmente Instagram. La razón principal por la que elegí analizar e interpretar los usos de esta red es a través de lecturas complejas y precisas en Guy Debord, filósofo, cineasta y pensador que se autoproclamó fundador de la Internacional Situacionista francesa (organización revolucionaria del arte que pretendía ir en contra del poder de la mercancía desde pensamientos marxistas). Este autor era un visionario de la época, un filósofo del que se empieza a hablar con más fuerza en la actualidad debido a que sus ideas atraviesan el orden de los medios, de las imágenes como producto de venta, de la movilización de una pantalla globalizada.

En su texto más distinguido La sociedad del espectáculo, Guy Debord denunciaba el poderío y la hegemonía atravesada a través de un sistema de dominio de mercado del espectáculo, la difusión de imágenes como consolidación de una pantalla global que iba a confundir a toda la población, en especial los sentimientos y emociones que se movilizaban por medio de la política, el cine, el arte, la mercancía, el poder y muchas más situaciones. Debord sabía que la llegada masiva de la publicidad iba a generar un vacío y una necesidad sin fin en los espectadores, el consumo masivo de imágenes llevaría consigo una pelea continua por el sentimiento y deseo de poseer y estar sumergido en las pantallas, experiencias que hoy se ven a grandes rasgos a través de las diferentes redes sociales que amplían su capacidad de interacción y de manifestaciones.

Así pues, entre tantas de esas redes aparece Instagram como una red social enfocada en la comunicación a través de difusión y relación de imágenes, la creación de contenido que parece ser innovador y brillante, sujetos que se movilizan en el mundo de ideas totalmente consumadas llenas de “información”, sujetos que parecen obras de Jeff Koons, en el que se omite a través de los diferentes filtros y modificaciones fotográficas cualquier manifestación de fealdad, una red que posibilita la creación de tres roles al mismo tiempo, como expresa Paula Sibilia en La intimidad como espectáculo, ser autor, narrador y personaje al mismo tiempo.

Cuando me manifestó en contra de los diferentes usos de Instagram, no estoy atacando como tal a la red, simplemente pretendo mostrar el mal uso de la misma, allí cuestiono lo que se ha convertido en costumbre de exponer nuestras intimidades, mostrar la gran mayoría de experiencias, vivencias, emociones y sentimientos creyendo que estos son efectos que llevarán a aumentar nuestra autoestima. Sin embargo, pocos usuarios de Instagram tienen consciencia de uso de la red, reconocen el verdadero uso de la red social en el que establecen de entrada el objetivo principal de uso.

Cuando el usuario se alimenta por medio del espectáculo, todo el simbolismo que se plasma a través del like, corazones, posteos, comentarios, entre otros, es material suficiente para considerar que se es reconocido o no. Al usuario de Instagram le encanta que lo observen, ser el centro de atención más allá que su contenido carezca de información, hoy cualquier situación es digna de ser admirada aún en la ausencia de importancia. El usuario argumentará que lo hace porque le gusta, porque le parece divertido y desea que otros puedan ser partícipes en la lejanía de dichos sucesos, que no pretende ser importante para nadie, pero siempre cabe preguntarse ¿si nadie estuviese observando lo que se publica, se compartiría con la misma recurrencia de la que se hace al tener X cantidad de seguidores?

Allí es donde retorno a las ideas de Guy Debord, las imágenes para él, empiezan a interactuar con la economía, se posicionan por encima de lo que es original o copia, es decir la imagen al estar allí expuesta ya es demostrable, y aquí Instagram se ha apoderado de esa falsa conciencia del espectáculo. Usuarios que sacan provecho de la desinformación de seguidores para aumentar su expansión en el mundo digital, expresiones que parecen no tener ningún valor, pero que entre tanta movilización terminan por situarse como virales, como importantes, una completa idiotez.

Debord termina teniendo la razón en esta época de la digitalización, en sus ideas yacen algunas pistas para desenmarañar toda la infamia y tiranía que movilizan las redes sociales, o no tanto ellas, sino lo que han hecho las personas de estas, por lo que lo invito que se acerque a él y lea con dedicación y paciencia.

Sebastián Restrepo Moncada

Licenciado en educación física y deportes, especialista en pedagogía y didáctica. Magister en educación. Docente.

Centro mi atención especialmente en las ciencias humanas y la reflexión que gira en torno a las problemáticas del uso de las redes sociales. Además, curioso de la filosofía, la educación, el deporte, la literatura y todo lo que permite generar diálogo y reflexión.

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