El mundo de las mentiras y las campañas electorales

En Colombia estamos a pocos días de las elecciones al congreso y las consultas para la definición de los candidatos presidenciales. Se agita todo el escenario electoral y el punto clave es que, en términos de presidencia, estamos a pocos meses del momento definitivo.

Hoy es normal escuchar que Colombia no va bien, que puede hacerse de una manera diferente y que lo que se requiere es “el cambio”, pero de cambio se ve muy poco en las campañas electorales. Resulta preocupante que los supuestos “diferentes”, “jóvenes”, “frescos”, “apolíticos” y aquellos que “quieren derrotar las viejas prácticas clientelistas” sean bastante similares, iguales o incluso peores que esas prácticas que quieren “derrotar”… como bien se dice, como se hace campaña, se gobierna (o se legisla, para el caso congreso).

Esto, contrastado con una política tradicional que ha buscado más el beneficio de unos “privilegiados” que el de la nación nos deja en medio de una posición en un país bastante complejo. La escalada de esas prácticas políticas ha generado un espacio de batallas emocionales y psicológicas que afectan de manera directa la vida de los colombianos, donde muchos han logrado tecnificar y profesionalizar estas nefastas formas de hacer campaña.

Noticias indignantes, guerra, inflación, ELN, miedos extremos, la inminente necesidad de emigrar, el pensar y sentir que todo se irá al carajo, la preocupación permanente por la demora en los trámites del pasaporte y las citas en la embajada de Estados Unidos que están para 2024… Si gana el uno, castrochavismo, si gana el otro más de lo mismo, y la realidad nos mantiene sumisos ante la desigualdad, un océano de corrupción, falta de oportunidades, impuestos por todo, encarecimiento de la vida misma y gobernantes sometidos por sus propios intereses y los de sus oscuros patrocinadores. Seguimos siendo el mismo país sin rumbo, que ha perdido más del 50% de su territorio a lo largo de su historia y que aún no tiene identidad ni factores de unidad.

En campaña todos dicen que hay que cambiar a Colombia, en el escenario se ven pocas propuestas y estamos en el marco de una comunicación política electoral bastante limitada, pocos que hablan de un modelo de Estado que nos llene de esperanza, pero lo peor son esas campañas que por ganar cualquier adepto atentan contra la verdad.

El Congreso de Colombia constitucionalmente tiene dos funciones esenciales: hacer control político y legislar, promesa de campaña que no se aferre a eso está llena de mentiras. Un congresista NO administra recursos públicos, NO hace carreteras, puertos, aeropuertos, ni absolutamente nada en términos de infraestructura. NO da subsidios, mercados, bonos, ni lleva internet a ningún lado. Pero con todas estas falsas promesas logran que una gran parte del número de habitantes de este país se emocionen y concedan su voto. Lo que al final se termina transformando en ovejas votando por el lobo que las va a salvar de las garras de… el lobo.

Sin embargo, NO TODOS LOS POLITICOS SON MALOS, es más Colombia tiene una importante cantidad de liderazgos destacados y diversos, hombres, mujeres, jóvenes, con experiencia y convicción, con valores que pretenden realmente contribuir al país, y alejar a aquellos ladrones que visten corbata solo se enriquecen del fruto del trabajo, traducido en pago de impuestos, de ciudadanos, trabajadores y empresarios.

Por eso es fundamental no tragar entero, su ejercicio como ciudadano es fundamental para la correcta decisión del voto, conocer realmente la historia y el trabajo de los candidatos para aspirar, lo que han logrado y han hecho en beneficio del país, la postura que han asumido ante situaciones complejas. Irónicamente en Colombia hay que revisar el pasado judicial de los candidatos, de qué se les acusa o incluso de qué se les ha hallado culpables. NO vote por el que le recomendó un líder, (que negocia con su voto a sus espaldas), no vote por el que tenga más vallas, publicidad, medios de comunicación, ni por el que simplemente existe para impedir que otro que piensa diferente a él, gane.

Valore y dignifique su voto, investigue el pasado de su candidato, esto le permitirá entender si sus posiciones y propuestas son de verdad, o si solo crea escenarios ficticios para movilizarlo emocionalmente al punto de contribuir a quien puede ser su verdugo. No permita que con trucos absurdos, lo conviertan en idiota útil de los interés de quién le miente.

Su voto es sagrado, cuídelo, valórelo y dignifíquelo, es su responsabilidad con usted, su familia y su país.

 

Sebastián Ruda Gallego

Máster en Comunicación y Marketing Político de Universidad de Alcalá y Cescompol, Politólogo, analista político y Asesor del Grupo Urbano Medellín.

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