El conocer orteguiano

La vida requiere de una interacción mutua entre el sujeto y el objeto que forma parte de su contorno


José Ortega y Gasset (1883-1955) fue un conocido filósofo español perteneciente, dentro del movimiento del Novecentismo, a la Generación del 14 junto a autores como Ramón Pérez de Ayala o Juan Ramón Jiménez. Nacido en Madrid, cursó Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto y en la Universidad Central de Madrid, alcanzando en esta última el grado de Doctor en el año 1904 con una tesis titulada Los terrores del año Mil. Crítica de una leyenda. Continúa sus estudios en Alemania, país que marcaría profundamente su pensamiento al permitirle entrar en un contacto más directo con el idealismo y el neokantismo. A lo largo de su vida, Ortega publicó una fructífera cantidad de obras a la que se le deben añadir otros trabajos como la fundación de la Revista de Occidente y su labor como docente.

La filosofía de Ortega se inscribe en la corriente, autodenominada por él mismo, del raciovitalismo, llamada así como muestra de la superación de la razón pura del idealismo por parte de la razón vital. Sin embargo, hasta alcanzar finalmente el corpus teórico de dicha corriente de pensamiento, Ortega se vio inmerso en el perspectivismo o la «doctrina del punto de vista». Entre las obras de más peso de Ortega se podrían destacar las Meditaciones del Quijote (1914), El tema de nuestro tiempo (1923) o la archiconocida Rebelión de las masas (1929), entre otros muchos escritos. Para aproximarnos a su pensamiento sumariamente, tomaremos como referencia ¿Qué es conocimiento?, trabajo compuesto por una serie de cursos impartidos por el filósofo.

¿Qué es conocimiento? se encuentra dividido en cuatro apartados: “Vida como ejecución (El ser ejecutivo)”, curso dictado en el año 1929; “Sobre la realidad radical”, correspondiente a 1930; “¿Qué es la vida?” y, finalmente, “Una mirada al proceso histórico” pertenecientes ambos al curso de 1930/1931. En él, “Vida como ejecución (El ser ejecutivo)” contiene el mayor peso teórico de la obra. Los otros tres apartados son fundamentalmente entendidos como un importante apoyo para una correcta aproximación comprensiva del primer apartado.

Sin lugar a dudas, el idealismo supuso un gran avance en el ámbito de la teoría del conocimiento con respecto a la doctrina realista, la cual propugnaba que la existencia de la realidad es totalmente independiente del sujeto. La estructura ontológica de todo lo que se encuentra a nuestro alrededor no necesita de ningún sujeto epistémico, pues su estructura está “hecha”, existe en “sí misma”. El idealismo iniciado por Descartes puso de relieve la ingenuidad de esta doctrina desenmascarando su error fundamental: el mundo (entendido como el conjunto de todo lo que no soy “yo”) no existe “en-sí”, sino que existe “para-mí”. Existe para el propio individuo epistémico que pretende el conocimiento del mundo. Ortega se muestra totalmente de acuerdo con el avance teorético que supuso la irrupción del idealismo en detrimento del realismo. Con todo, el propio idealismo no se encuentra privado de errores.

En su conocida enunciación de la primera verdad clara, distinta e inconfundible («cogito, ergo sum»), Descartes, así como los idealistas que le suceden, le otorgan al propio pensamiento el puesto de verdad primera y absoluta. Ortega se propone una superación de este error idealista: el pensamiento no es la verdad primera ya que a éste le precede un yo consciente del pensamiento y, asimismo, para ser, el yo tiene la necesidad de un elemento anterior, la vida. Por vida nuestro filósofo entiende el diálogo entre el yo y el contorno, circunstancia o el mundo que rodea al sujeto. Decimos “diálogo” ya que la vida requiere de una interacción mutua entre el sujeto y el objeto que forma parte de su contorno, de este constante diálogo yo/contorno del yo, Ortega infiere que «el carácter más obvio» de la vida es la ejecutividad. La vida consiste siempre en mi actuar sobre la circunstancia y en que ella, simultáneamente, actúe sobre mí. Un claro ejemplo de esta interacción mutua nos la muestra en el inicio de la lección 7ª del curso “¿Qué es la vida?” con un ejemplo en el que se sirve de un sillón: «Más claro: el ser del sillón consiste en servir para que yo me siente. Pero el sillón no podría tener tal ser si yo no fuese alguien que necesita y quiere sentarse».

Mediante estas consideraciones que sitúan a la vida como verdad absoluta, se deriva el término de raciovitalismo que acuña el pensamiento orteguiano: todo es mi vida y nada del Universo se puede escapar a ello, ni siquiera Dios. El concepto de Dios cobra sentido y existe desde el momento en que este pasa a formar parte de mi vida. Esta doctrina nos lleva a sospechar la existencia de infinitos universos, tantos como vidas halla. No obstante, aclarará Ortega, dado que el otro individuo está en nuestra vida como parte constitutiva de nuestra circunstancia, tan sólo podemos hablar de posibilidad, nunca de certeza, de una hipotética vida (como correlación entre un yo y su contorno) ajena a la mía.

El pensamiento de José Ortega y Gasset ha sido uno de los más destacados en el mundo de habla hispana durante el siglo XX y su historia reciente. Ortega produjo todo un sistema filosófico propio partiendo de la obra de filósofos de la talla de Heidegger, Nietzsche o neokantianos como Hermann Cohen y Natorp. Como consecuencia de su colosal trabajo, resultan altamente destacables las influencias que el pensamiento orteguiano suscitó y suscita en la actualidad, cabiendo destacar entre sus discípulos más directos autores tan significativos como María Zambrano, Xavier Zubiri, Julián Marías, José Gaos, José Ferrater Mora o José Luis López Aranguren.

 

Alejandro Villamor Iglesias

Es graduado en Filosofía con premio extraordinario por la Universidad de Santiago de Compostela. Máster en Formación de Profesorado por la misma institución y Máster en Lógica y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Salamanca. Actualmente ejerce como profesor de Filosofía en Educación Secundaria en la Comunidad de Madrid.

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