Dosis de amor para realidades inevitables

“Para los males y alegrías del corazón no existe algún remedio. Algunos se esconden en las letras, pero aun así, sus resultados son limitados”

A propósito de la muerte de Mercedes Barcha y estos tiempos confusos que vivimos debido a la peste, vale la pena abrir un espacio para cuestionarnos sobre el amor. Algunos amigos cercanos de Gabo, que alguna vez llegaron a escribir sobre su vida, afirmaban que su matrimonio era encantador, estaban hechos el uno para el otro. Ella siempre centrada y anclada a la realidad; él viviendo una fantasía e imaginando puertos en los que nunca habría de atracar. El realismo mágico nacía casi que inconscientemente de esta unión, o en palabras más claras, su amor en sí era el realismo mágico.

En un escrito titulado “María es un texto sagrado” el de Aracataca afirmaba: “El amor es el tema más importante que existe en la historia de la humanidad. Algunos dicen que es la muerte. No creo, porque todo está relacionado con el amor. No hay una historia mía que no tenga un poco de amor, si se lee con cierto cuidado”. Lo que lleva a pensar que en todo lo que escribió, sean en un rincón, camuflada, en otra forma, cuerpos o voces, iba encontrarse un fragmento de su amor por Mercedes. Y más allá de ser el tema más importante de la humanidad, es una de las razones que nos mantiene vivos, porque sin amor la realidad sería aún más insoportable. La idea de que este sea magia parecería una cursilería más, pero por desgracia, por más que queramos escondernos del mismo, siempre termina por encontrarnos, parece ser que es una necesidad y no una opción. Analizar las acciones más cotidianas de la vida, desde la más insignificante hasta las más complejas, es encontrarse con las cenizas de una o varias personas amadas.

¿Qué sería entonces de un escritor sin su musa? ¿Qué sería de la obra de Gabo sin Mercedes? Las preguntas parecieran no llevar a ninguna parte, y hasta cierto punto, lastimar el ego de los que hacen algún tipo de arte. Pero resulta que alguien despiadado le enseñó a escribir al amor, y en la novela de la vida siempre habrán algunas páginas de su autoría. Y para más desgracias, el corazón no distingue entre aspirantes a un nobel o unos simples mortales. ¿Qué tienen en común miles de personas acumuladas en un vagón del Metro en plena hora pico? Que todas han sido víctimas del mismo victimario. A algunas les habrá ido bastante mal, otras habrán corrido la suerte de Márquez, pero en todo caso, el amor está en los aires y todos están inmersos en aquel bucle. Ahora que la ciudades están detenidas por un virus chino que vino de viaje desde el otro lado del mundo, cupido no se atreve a tomar ni el más mínimo descanso, o por lo menos, optar por el teletrabajo. Quizá le ha tocado esconderse bajo el velo de la paciencia y las falsas esperanzas pero ahí sigue dando guerra.

Muchos poemas de amor se escriben en estos días sin ni siquiera llegar la tinta al papel, pueden leerse en cada esquina. Desde las parejas que quedaron separadas por fronteras, los que se veían todo el tiempo, los que lo hacían a escondidas, los que se estaban conociendo y el despechado que le toca vivir sus penas en medio del encierro. Para los males y alegrías del corazón no existe algún remedio. Algunos se esconden en las letras, pero aun así, sus resultados son limitados y producen más enamorados, como en el caso de Gabo. Nuestro país es afortunado porque es el único en la tierra que tiene un género musical dedicado a las variables e inconstantes aristas del amor: El despecho, pero hasta con eso nos seguimos enamorando. ¿Será que esa es la razón que nos emboba y nos sesga de ver la realidad en que vivimos? En Colombia podemos estar jodidos pero enamorados, todo parece ser obra del realismo mágico. Es una de las pocas luchas que sabemos que están perdidas pero que seguimos intentado porque resulta siendo la salida más fácil a los malos tragos. Quizás no hablamos de el todos los días, se volvió tan obvio y un escenario tan común que ahora se las da de invisible. Pero a la hora de la verdad, este no es lugar del poeta, pintor, escritor, novelista o artista, es en realidad el refugio de todo mortal.  Y de seguro después de interiorizarlo podríamos hacernos la misma pregunta que se hace Fermina Daza, “¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo?”, y la vida por su parte nos respondería como Florentino Ariza: “Toda la vida”.

Sebastián Castro Zapata

Envigadeño de corazón, amante a la poesía y a la literatura. Le tengo miedo a los truenos y llevo una tormenta tatuada en mi brazo derecho. A veces me las doy de poeta y en la actualidad, estudiante de psicología en la Universidad Pontificia Bolivariana.

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