Mi tragicomedia siempre ha sido igual:
Solo cambia el tiempo, su nombre y el lugar.
Un día sobre un secreto a voces, imposible de alcanzar,
Conmigo mismo tuve que pretextar;
Me he vuelto víctima de aquello que inventé
Enfrentando mi valiente cobardía ante sus encantos de mujer.
Frente a la tensa calma y silencio atronador de su cara enrojecida,
Me hago el de la vista ciega después de mis constantes majaderías.
¡Qué doloroso placer es saberte ajena e imaginarte mía!
¡Y que a todas mis declaraciones respondas con tu gentil descortesía!
O cuando con rechazos e indiferencia no me castigas,
Cual si peinaras calvos, de mí te olvidas.
Es la torpe inteligencia de mi sentipensante, cuerdo loco corazón,
Y de mi alma llena de vacíos marchando hacia ninguna dirección.
Si bien el destino no existe y se construye en el diario vivir,
Es debido no forzar lo que no quiere fluir,
Ni desperdiciar amor en la agridulce bala fría
Del eufemismo amistad con el que velas mi herida.
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