Política e ideología

lo técnico, entendido como un afuera de lo ideológico no existe en política. No existe tal cosa como un político desideologizado”


En la actual disputa por la presidencia de Colombia he escuchado comentarios cotidianos que intentan criticar al discurso de Francia Márquez. Lo que más se repite es que para toda explicación de sus propuestas utiliza la expresión “patriarcado blanco”. La política, entre otras cosas, es un escenario de disputa ideológica, de formas de entender al mundo. Francia Márquez es determinista, pero lo es tanto como un liberal o un marxista ortodoxo. Entiende que el mundo se explica a partir de la raza y el género. Considera que ahí está la gran tensión universal. Para ella – se podría inferir de lo que se le escucha- la historia se reduce a la lucha de razas. El racismo y el machismo son la base para explicar el funcionamiento de la sociedad.

A Jorge Robledo – que por lo que dice parece creer en el postulado marxista sobre la historia- lo criticaron en redes sociales porque supuestamente “le estaba explicando a Francia Márquez qué es el racismo”. Él, entiende que el problema de Colombia es un problema de clase, no un problema de identidad. Y que el género y la raza no son una clase. Incluso podría decirse que son distractores del problema de fondo. Hay otros precandidatos, como Federico Gutiérrez, que consideran que la solución a la pobreza es una cuestión de generación de riqueza. De ahí que se le escuche decir que hará todos los esfuerzos para aplicar la vieja fórmula del liberalismo económico: tratar de aumentar varios puntos el PIB. Su visión del país se inscribe en esta corriente de pensamiento, al menos en ese aspecto.

Michael Sandel describe en su último libro “La tiranía del mérito” lo que él denomina “la forma tecnocrática de entender el bien público”, esto es, la manera como muchos partidos tradicionales conciben al mundo a partir de la fe en los mercados, asumiéndolos como vehículos para la obtención de bienes públicos. A su modo de ver, este discurso trata cuestiones morales como si fueran simples asuntos de eficiencia económica y reserva la discusión a “los expertos”. Lo técnico, tan popular en estos días, está inscrito en un marco ideológico. Los políticos técnicos, son más políticos que técnicos, y las decisiones que toman responden a una manera particular de entender a la sociedad.

No estoy diciendo que los políticos y funcionarios no deban prepararse, o tener conocimientos sobre administración, hacienda, pobreza, desigualdad, género y toda la lista de asuntos de interés público (incluso mi deseo es que eso sea cada vez más así, que tengamos gente competente para los cargos que asumen). A lo que me refiero es que lo técnico, entendido como un afuera de lo ideológico no existe en política. No existe tal cosa como un político desideologizado. Y con ideología me estoy refiriendo a un modo de entender la realidad social. A un conjunto de ideas desde donde se construyen los proyectos políticos. Desde donde se piensan soluciones a los problemas sociales. La política, en particular la política electoral, es un escenario de lucha ideológica, de disputa entre lentes con los que se mira la realidad, de competencia entre visiones del país que a menudo están enfrentadas, pero que pueden complementarse. Hay niveles también en cómo se expresa una ideología entendida en este sentido, es decir, un político puede tener distintos lentes. Pero no ha nacido el primer político sin gafas. Y si no tiene, es porque no le interesa la política, o no es competente para el cargo que aspira, o peor, su motivación para llegar a un cargo público no es política.