Hace dos años y medio inicié mi experiencia como servidor público. El sector privado me había moldeado y desarrollado las habilidades duras y blandas para liderar proyectos. Tal vez la cultura organizacional, o la comunión de objetivos únicos finales, siempre había orientado las decisiones laborales con un relativo pragmatismo. Los planes de trabajo específicos eran la carta de navegación día a día, y los pequeños logros eran el aliciente para el mediano plazo.
Los retos de la administración pública no me eran extraños del todo. Había estudiado un posgrado con un trabajo final enfocado en la identificación de oportunidades y retos de las empresas industriales y comerciales del estado a la luz de la teoría del new public management. Interesante ejercicio para comprender las bondades de la gerencia privada en el mundo público.
Sin embargo, una vez inicié la aventura del servicio público motivado por lo que había sido un sueño desde mi época infantil, me di cuenta de la falta de estructura de trabajo, tácticas y estrategias con la mira puesta en la consecución de logros. Pero una vez más no me extrañaba, ese justamente había sido el reto para el cual me habían invitado a ser parte del equipo.
Esta misma situación la encuentro la mayoría de las veces que interactúo con otras organizaciones o entidades públicas. La voluntad de quien lidera la organización no es suficiente para traducir las ideas en acciones, y lo más importante, que esas acciones se traduzcan en resultados y beneficio social. Los enormes retos en alinear los intereses de cada individuo que forman una organización, para trabajar por principios comunes, consumen más tiempo y energía que aquel que se invierte en la ejecución misma de los programas y proyectos. Allí está el reto, la visión a largo plazo no debe ser personalista ni gobiernista, el largo plazo debe ser visto como una construcción colectiva y un llamado al trabajo colaborativo. Como reflejo de una democracia en la que vivimos, la mayoría debería verse representada en ese ejercicio.
En la industria del turismo no estamos en una situación diferente, la gran apuesta desde el Gobierno Nacional por el turismo que se menciona en todo momento con ocasión de las necesidades de desarrollo social y económico para el país, con metas altamente retadoras, es una visión y un aliciente para que traduzcamos esos propósitos y esas agendas comunes en acciones. Y las acciones deben ser medibles, alcanzables y con una estructuración clara asociada a proyectos. La idea de triplicar el número de visitantes internacionales en Colombia debe tener una planeación integral, desde la planificación territorial, pasando por la competitividad de la industria, fundamentado en la infraestructura turística y logrando ejercicios intensos de promoción. Por tanto, el propósito es trabajar desde las coincidencias siempre en los diferentes niveles de gobierno y el sector privado, partiendo de la premisa que el turismo al ser parte de la economía también es en esencia una ciencia social, no una ciencia exacta, y por tanto no existirán fórmulas perfectas o soluciones únicas a retos comunes.
Ese es el reto para trabajar unidos.
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