¿Condenados a la libertad?

“»El mundo que deseabas puede ser alcanzado, existe, es real, es posible, es tuyo.”
–Ayn Rand (1957/2019, p. 1119)

El ser humano, desde el principio de su existencia, ha demostrado una capacidad fenomenal de desarrollarse y progresar, lo que lo ha llevado además, en la actualidad, a vivir una época llena de prosperidad. A lo largo de la historia, ese trabajo y genialidad del hombre para avanzar ha demostrado la grandeza de su ser. El cómo han cambiado las generaciones en el tiempo y las culturas del mundo, también varían muchas costumbres y prioridades en el actuar de las personas.

Pero existe un principio que es común a toda época y lugar. Un principio que ha estado atado al hombre, imposible de eliminar, imposible de ignorar, peligrosamente innato al ser: la libertad. El libre albedrío es esa cualidad de la cual hemos sido dotados desde nuestra creación: esa capacidad para elegir en cualquier situación, aunque esa situación sea muy limitada. Tal fue el caso de Viktor Frankl, un sobreviviente al holocausto nazi, quien, a pesar de su trágica experiencia, se dio cuenta de que el hombre puede aún tomar decisiones en favor de encontrar sentido a su vida, hallar un propósito y ser feliz. Frankl decía que “al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana –la libre elección de la acción personal ante las circunstancias– para elegir el propio camino” (Frankl, 1946/2016).

Quizá el caso de Viktor Frankl es demasiado drástico, pero ejemplifica justamente qué tan lejos puede llegar la libertad en palabras de alguien que sufrió los vejámenes que ocurrían en los campos de concentración. Incluso si imaginamos la peor de las circunstancias, como el caso de un esclavo sometido al más execrable de los regímenes autoritarios que pueda existir, a quien se le ha despojado de todo (de su familia, sus pertenencias, y hasta de su dignidad humana) y desamparado en una situación tan humillante, incluso allí, existe esa dádiva de libertad que nos ha sido destinada: ese don que no te pueden arrebatar y de lo único que no te pueden despojar. Por esto, es necesario aquí hacer una gran aclaración en el ejemplo dado: si se perdiera la libertad de acción, seguimos conservando la libertad interior.

La libertad interior puede ser una cárcel o un regalo, dependiendo de cómo el hombre afronte esta realidad. Si el ser humano no acepta que la libertad lo obliga a hacerse cargo de su propia vida y a responsabilizarse por ello, tiene dos consecuencias: por un lado, no podrá evitarla, y por otro, se abandona a ser un ente semejante a un animal que actúa por instinto o se somete a qué agentes externos guíen el rumbo de su vida. Esto es totalmente perjudicial para sí mismo, porque, como decía Ayn Rand: “se puede ignorar la realidad, pero no se pueden ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”. Si vemos a la libertad desde esta perspectiva, será una cárcel a la que estaremos eternamente condenados; no obstante, si aprendemos a afrontar la verdad de que por naturaleza el hombre ha sido dotado de la capacidad de pensar y de razonar en el marco de su libertad, empezaremos a ver el ser libres como un regalo divino que nos ha sido concedido por gracia.

Generalmente, cuando hablamos de libertad nos referimos a la libertad de acción, de ahí que luchamos contra toda forma de coacción que no permite que los individuos ejerzan las decisiones que toman. Sin embargo, ¿de qué sirve la libertad de acción sin la libertad interior? El hombre tiene que aprender a ser libre de sus cadenas internas primero, aunque invisibles pero tan efectivas para atar al ser a un estado deplorable, antes de poder aprovechar el mundo ideal que soñamos donde se respete esa libertad de acción.

Entre ser libre y no serlo, si eliges con valentía afrontar la libertad, descubrirás un universo de posibilidades. Si decides hacerte cargo de tu destino y apreciar el libre albedrío que te ha sido encomendado, esforzándote por expandir la frontera de tus límites mentales, descubrirás la grandeza que se encuentra dentro tuyo. A través de este ejercicio hallarás propósito y podrás encaminarte hacia tu felicidad. Valora la libertad, ese regalo tan sublime.

Empieza a ser consciente de las decisiones que tomes, porque cada una de ellas te han sido confiadas como oportunidades para que las uses con sabiduría. Por un momento pregúntate, ¿qué ha hecho el ser humano para recibir el don tan sagrado de poder pensar por sí mismo, de ser una entidad única y genuina que puede tomar el rumbo que se le plazca? Esto no fuera posible sin nuestra condena, es decir, nuestra bendición: la libertad, por lo que, aprovechándola mediante un acto de voluntad, será tu tesoro más preciado, y nunca más una maldición.

Referencias

Frankl, V. (2016). El hombre en busca de sentido. (3.ª ed.). Herder Editorial. (Obra original publicada en 1946).

Rand, A. (2019). La rebelión de Atlas (Trad. D. García). Ediciones Deusto. (Obra original publicada en 1957).


La versión original de esta columna apareció por primera vez en el portal Editorial Politics, y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.

Sara Urquizu

Boliviana. Activista por las ideas de la libertad, escritora, conferencista, y estudiante de Derecho y Economía de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia); también, es alumni de la Fundación Nueva Democracia (Bolivia), de la FPP (Fundación para el Progreso, Chile) y de la KAS (Fundación Konrad Adenauer, Alemania). Coordinadora Local de Students for Liberty Bolivia (SFL Bolivia), y Líder y cofundadora de LOLA Bolivia (Ladies of Liberty Alliance Bolivia): movimiento liberal-libertario para empoderar e impulsar el liderazgo de la mujer.

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