Colombia, tierra querida

                                                          No decidimos dónde nacer, pero sí dónde luchar
                 Ingeniero y Profe, siempre estaremos esperándolos


La vida nos reúne en torno a un “mar” de posibilidades, ese mar que para unos es tan profundo que los ahoga, los consume y luego los arroja derrotados por las ansias de poder y ambición; mientras tanto, para otros ese mar es tan poco profundo que solo alcanza para refrescar los talones y sobrevivir en medio de la variedad de especies que terminan transformando el hermoso azul de las aguas en un oscuro espacio en el que vencen los mas fuertes; entonces como fieras salvajes o valientes guerreros decidimos afrontar la vida, reconocer fortalezas y debilidades, desprendernos de eso que tanto duele y cuesta, para luego adoptar decisiones, empacar maletas, ofrecer un abrazo, un apretón de manos, un beso y un hasta pronto que disfrace las lágrimas de una decisión que por dolorosa que sea, traiga consigo la tranquilidad que ofrece una economía medianamente estable o por lo menos merecida por los que creyeron en la academia como inversión de vida.

A lo largo de los últimos días la noticia titular de los diferentes medios, es la caída en el precio del dólar, situación que nos invita a reflexionar en la economía Colombiana y en esos connacionales que decidieron emigrar en búsqueda de mejores oportunidades, pues pasa el tiempo y la escasez en nuestro país es mas representativa, las oportunidades son pocas, el índice de desocupación nos agobia, los precios de la canasta familiar aumentan y la desolación es mayor a falta de políticas que inviten a continuar en un país del “tercer mundo”, un país que se trenza en discusiones bizantinas, programas gubernamentales utópicos e inclinaciones partidistas apasionadas que más allá de propuestas defienden ideologías.

Según diferentes fuentes de información, para el mes de mayo de 2023 fueron capturados 18.852 colombianos que intentaron ingresar de manera irregular a los Estados Unidos, cifras que además de ocupar la atención de las autoridades migratorias estadounidenses, DEBE preocupar a las autoridades de nuestro país, pues ¿Qué está sucediendo con nuestros ciudadanos?, mas que pensar en medidas de atención para las personas que decidieron emigrar, es necesario implementar una política de gobierno seria que motive a nuestros profesionales, ingenieros, docentes, contadores, administradores, entre otros, se la juegan en restaurantes, discotecas u hoteles de Estados Unidos, aportando en la fuerza productiva de ese país a cambio de un ingreso que les permita el estilo de vida digno que nos prometió la Constitución Política de 1991, pero que terminó en frías letras distópicas que hoy genera la división de familias, las lágrimas de hombres y mujeres que, a pesar de su formación profesional, por el bienestar de sus hijos partieron con maletas llenas de sueños en un viaje esperanzador del que no se sabe si tenga regreso.

Se torna difícil y hasta quebrantador leer los datos estadísticos de colombianos que dejaron nuestro país por causa de la escasez, la falta de oportunidades e incluso por la violencia, pero es más desgarrador aún escribir estas líneas que de inmediato me transportan a la cálida Ibagué, me llevan a pensar en el agrónomo y en la profe, dos historias que conozco e inspiraron el artículo de opinión, quienes sin dudas son el reflejo de una ciudad en la que clanes politiqueros reducen la posibilidad de ejercer con vocación y a cambio de un ingreso que satisfaga las necesidades de una familia; una ciudad que según el DANE para el mes de abril de 2023 con un vergonzoso 18,4 % ocupó el segundo lugar de desempleo; una ciudad en la que profesionales deben “rogar” al candidato de turno para que “a cambio de un voto” les “regale” un contrato de prestación de servicios que al menos les permita subsistir en medio de la profundidad de ese mar que, itero, solo refrescará los talones.

Nos enseñaron que las letras traducidas en formación profesional se convertirían en un mundo de posibilidades, nos enseñaron que lograr un titulo profesional casi que garantizaría la mediana estabilidad económica que demanda una familia, pero nunca nos dijeron que además del título profesional se debía asumir ideologías partidistas, pues si no haces parte del “clan político”, el profesional terminará en ocupaciones distintas a las de formación; nadie nos enseñó que pese a una estrategia de “empleo por mérito”, los concursos se ofrecerían con muy poca recurrencia y mientras tanto, el amor, vocación y ejercicio profesional dependerá del lazo de “amistad” que tuviera con el “clan político” en turno, o de lo contrario, ¡siga esperando!; nadie nos enseñó que incluso en medio de un “concurso de méritos” se presentaran tantos actos de desigualdad, violación a debido proceso, entre otras, lo cual nos obligara a acudir a los mecanismos Constitucionales de protección como garantía de un “concurso” de verdad meritorio y no “amañado”; finalmente en los salones de clase se les olvidó enseñar la realidad que viven muchos profesionales en un país como el nuestro.

Esa realidad de muchos profesionales corresponde al génesis de un gran porcentaje de los 130.971 colombianos que para el 2022 migraron a Estados Unidos, detrás del casi impositivo “sueño americano” y digo “impositivo” porque haciendo memoria en la cálida Ibagué, durante su infancia ni el Ingeniero agrónomo, ni la Profe, lo soñaron, pero la vida convocada en medio del mencionado “mar”, terminó por llevarlos a trascender fronteras, asumiendo riesgos y actividades que no se imaginaron,  pero que, a causa de esa realidad que no les enseñaron en sus salones de clase o que si lo enseñaron, a esa clase no asistieron, se vieron forzados a contribuir laboralmente en un país que no los vio nacer.

Como indicó una funcionaria de las altas esferas de nuestro país, “algún problema grave se vive en Colombia”, y es que, el número de ciudadanos que decidieron viajar al exterior en búsqueda de verdaderas oportunidades es muy alto, pero como no hacerlo con una inflación que para el 2022 llegó al 13,12% siendo la más alta del siglo, como no hacerlo ante el índice de desempleo y la demanda de profesionales que piden un espacio en la actividad laboral sin encontrar respuesta, como no ser parte del éxodo en medio de un sin número de promesas incumplidas y al leer en los diarios los diferentes hechos de corrupción en esferas de cuello blanco que se consume el poco recurso. Por su parte, las formas de ingreso a países como Estados Unidos, es lo menos importante, lo triste es que en los primeros ocho meses del año 2023 las cifras de emigrantes aumentaron a 126,200 connacionales, cifras que se constituyen como el fundamento de estrategias gubernamentales estadounidenses erigidas a la reagrupación familiar y la prestación de servicios de salud.

Pero en el citado “mar” de posibilidades no todo es tan oscuro, las remesas que consisten en el dinero enviado desde cualquier parte del mundo a Colombia, para el mes de marzo de 2023, correspondieron a US$ 736,74 millones y para el mes de julio aumentó a US$ 832,70 millones de dólares, tornándose en el combustible de la economía colombiana, al evidenciar un aumento del 21%, cifra que admite varias consideraciones, unas de regocijo en muestra del talento laboral de los colombianos en países como estados unidos y otras de tristeza pues al parecer Colombia carece de una política que permita la generación de empleos, la estabilidad laboral y llegar a cero en el índice de desocupación, lo cual fortalecería el ejercicio profesional del talento colombiano en nuestros territorios y de paso evitaría que esa fuerza laboral engrandezca la economía de otros países.

Por ahora, seguramente lejos de su ciudad natal, con los corazones empeñados en sus hijos, padres, hermano y familia, el Ingeniero agrónomo y la Profe de la Ciencias Naturales continuarán en el camino empedrado que lleva al logro de los sueños, a la inmersión en las profundidades del “mar” de las posibilidades, que teñido de un hermoso azul les permita la vida que merece un profesional formado por mas de cinco años en nuestras instituciones de educación superior, pero que por nacer en una ciudad que, pese a contar con todos los atributos para ser la mejor del mundo, al estar corroída por la politiquería, por los monopolios partidistas, administrada por hegemonías burocráticas faltas de prospectiva, funcionarios “subidos de peso” de toda una vida en cargos de elección popular, pero con ínfimos resultados de propuesta social, de emprendimiento, industrial y laboral, terminó entre el primer y segundo lugar de desempleo, en un país dividido por ideologías manipuladas a través de bonitos discursos que se limitan a formar gruesas páginas de papel.

Así las cosas, los colombianos y especialmente los excelentes profesionales formados en diferentes universidades de nuestro país, seguirán esperando que, sin importar la inclinación partidista, los gobernantes dejen de escudarse en lo que pudo ser y no fue, dando paso a la creación de estrategias y políticas que aseguren la empleabilidad oportuna de los graduados o en su defecto faciliten la creación de empresa y de suyo les permita el desarrollo profesional que le aporte a la fuerza productiva de este país y de ciudades como Ibagué (Tolima), que tanto lo necesitan.


Todas las columnas del autor en este enlace: Luis Carlos Amado Guzmán

Luis Carlos Amado Guzmán

Colombiano de nacimiento, Abogado, Especialista en Derecho Administrativo y Disciplinario, estudiante de Maestría en Derecho, miembro activo de la Policía Nacional de Colombia en el grado de Intendente, escritor de vocación y pasión, dedicado a temas de interés jurídico.

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