Ciencia política, gobiernos de coalición y una magdalena

Leo con atención las reflexiones de mis colegas politólogos sobre el posible gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Y como en tantas otras veces, me sorprende nuestra fragilidad como científicos. Tengo el pálpito, como dicen neurobiólogos como Damasio, de que primero sienten si quieren o no ese gobierno compartido y solo después ponen su saber científico, sobre todo asentado en el comparativismo, al servicio de esa inclinación previa. Se habla mucho de las posibilidades de un gobierno de coalición y nada del programa presentado por Unidas Podemos. Hablar de ideologías no es “científico”.
Nos recordaba Weber que la objetividad en las ciencias sociales viene golpeada desde el momento en el que ponemos la mirada en unos sitios y no en otros, de manera que ya desde la propia elección del objeto de conocimiento estamos siendo parciales. Lo más honesto es saber que nadie es neutral y que lo más que podemos hacer es intentar ser objetivos. Pero sabiendo que es bastante probable de que estemos sesgados y que nuestra mirada es parcial. Aunque solo sea porque es infinitamente más lo que ignoramos que lo que sabemos. Y toda esa ignorancia convierte nuestras investigaciones en poco objetivas.

Hay otro problema no menor. Los politólogos que no cuestionan lo que existe suelen creer que son más objetivos que sus colegas críticos con lo que existe. Les cuesta aplicarse a sí mismos los presupuestos metodológicos que enseñan a los doctorandos. Algunos incluso creen que un politólogo serio no puede ser antisistema, aunque ellos mismos no vivan con indignación el vaciamiento de la soberanía o de la democracia en la fase neoliberal del capitalismo europeo y lo afirmen desde revistas académicas, radios, televisiones o periódicos mimetizados con el sistema. La verdad es que estás tan contaminado habiendo participado del 15M y escribiendo sobre los indignados que votando en las elecciones, militando en un partido o haciendo investigación para un gobierno al tiempo que escribes sobre el parlamentarismo o los sistemas electorales.

El comparativismo, una de las fortalezas de la Ciencia Política, es una de las señales de debilidad de la politología, especialmente porque compara cosas que en rigor no se pueden comparar. Ni dos países son iguales ni dos procesos son idénticos ni los momentos pueden equipararse, a veces porque tienen lugar en tiempos históricos diferentes y otras porque a pesar de ser contemporáneos, cómo se vive el tiempo histórico en unos países y otros es radicalmente diferente.

Estas precisiones me rodean porque veo que a mis colegas les cuesta decir dónde está el verdadero problema del PSOE para no querer un gobierno de cooperación con Unidas Podemos. En las comparaciones que se hacen con otros países se ignora lo más relevante: la obcecación del PSOE es tan exagerada no por ningún problema objetivo que afecte a la gobernabilidad, sino porque sería la primera vez que un gobierno de esas características tendría lugar en España y, casi podría decirse lo mismo, en Europa.

El PSOE ha vivido con enorme comodidad el bipartidismo. Desde 1977, al PSOE no le ha ido mal. Ni en los peores momentos lo ha perdido todo y en algunas ocasiones ha ganado mucho, incluidas mayorías absolutas y gobiernos en la mayoría de las Comunidades Autónomas y principales alcaldías (es la base de lo que Katz y Mair llaman la cartelización de los partidos políticos). Pero ese tiempo se ha pasado y para el PSOE, reconocer que necesita a una fuerza a su izquierda para gobernar es algo peor que un jarro de agua fría. Si Unidas Podemos gobierna en España, se termina el monopolio del voto útil que ha tenido el PSOE en el gobierno central desde la izquierda. Si en buena parte de Europa los partidos socialistas se han convertido en irrelevantes, la entrada en el gobierno de UP sería una señal en esa dirección, esto es, el reconocimiento de que el PSOE ya no tienen la hegemonía total en la izquierda en España. Por eso se comporta como un niño caprichoso que cree que por cerrar los ojos va a desaparecer la situación que le desagrada. Si se le suma el comportamiento arrogante y veleta de Pedro Sánchez, se entiende mejor la absurda situación actual donde el PSOE grita desde sus 123 escaños que quiere gobernar como si tuviera 176.


El comportamiento errático de la Vicepresidenta del Gobierno no ayuda. Es la insulsez de decir que un acuerdo de gobierno “caduca”. Es lo que pasa cuando dice con unos pocos minutos de diferencia que UP se negó a crear un gobierno compartido inédito en Europa y lleno de posibilidades y, en un giro de 180%, seguir argumentando a continuación que es una locura un gobierno compartido porque serían dos gobiernos en uno. Es la vacuidad de decir que si se retiraba Pablo Iglesias desaparecía los problemas y decir cuando Iglesias se retira que los problemas en realidad son otros. Es lo que pasa cuando buscas argumentos para lo que no tiene mucha explicación: la negativa de Sánchez a negociar un gobierno estable de colaboración con Podemos que sume más que los 147 escaños de la derecha.

¿Por qué la derecha puede juntarse sin problemas para formar gobiernos y Pedro Sánchez pone tantas pegas? ¿Por qué Pablo Casado puede insistir en sumar a las tres derechas, incluida la extrema derecha de VOX, y desde el Gobierno se pretende aislar a Podemos y se les ha llegado a acusar de no tener compromiso con la democracia?

La explicación es sencilla: las diferencias entre las tres derechas no es ideológica. VOX es una escisión del PP y Ciudadanos es un invento del IBEX 35 para intentar frenar la sangría de votos del PP a causa de la corrupción.Ni VOX ni Ciudadanos nacen porque el PP dejara en algún momento de ser de derechas. En cambio, Podemos nace porque el PSOE dejó de ser de izquierdas. Pedro Sánchez llega a la Secretaría General del PSOE aupado por la derecha del partido contra Eduardo Madina, se queda en el limbo cuando los barones le sacan de la dirección del PSOE, se hace antisistema en la carrera hacia la Secretaría General, retoma el discurso de la izquierda en las elecciones generales y vuelve de nuevo a la derecha desde el gobierno en funciones. Este viaje se ve en las pensiones, en la lista de la amnistía fiscal, en la derogación de la reforma laboral, en la limitación del precio de los alquileres o en la inhumanidad demostrada con el Open Arms que recuerda al PSOE que puso las concertinas en Ceuta y Melilla.

Cuando el PP se junta con VOX y Ciudadanos no hace concesiones ideológicas porque sos sustancialmente lo mismo. Pero cuando el PSOE se junta con Unidas Podemos, tiene que recuperar su ideario socialista y confrontar al poder económico de España. Y Pedro Sánchez no quiere. No es que las derechas se unan y las izquierdas vayan separadas. Es que el PSOE quiere ocupar todo el espacio electoral de la izquierda, quiere tener todo el gobierno posible de la izquierda -aunque no le den los votos- y no está dispuesto a hacer políticas de izquierda que le confronten con el capitalismo financiero, con la monarquía o con la Unión Europea en su deriva neoliberal.

 

Y por eso, Pedro Sánchez quiere llevarnos a los españoles otra vez a elecciones: porque prefiere un gobierno con Ciudadanos o con el PP que le permita justificar unas políticas conservadoras y seguir diciendo que son una fuerza de izquierda. Y si de paso puede intentar echarle otra palada de arena para que Unidas Podemos desaparezca, miel sobre hojuelas. Porque solo desapareciendo Podemos,  dejaría de recordarle al PSOE de Sánchez que ya no tiene ningún interés en hacer políticas de izquierda. Aunque de esto no hable mucho la ciencia política y los politólogos. Menos que de magdalenas.

Juan Carlos Monedero

Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Actualmente es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid (con dos tramos de investigación -sexenios- reconocidos).