Canto de navidad

«Todos los niños quieren ser hombres. Todos los hombres quieren ser Reyes. Todos los Reyes quieren ser dioses. Sólo Dios quiso ser niño.” Leonardo Boff.

El Dios de toda la creación se hizo criatura: confiándose al cuidado de una madre primeriza, quien seguramente cargaba con el lastre de la duda moral, los juicios prematuros y los comentarios malintencionados por su sorpresivo e inexplicable embarazo. Se confió al cuidado de un albañil; un padre que no consagró ninguna palabra, ningún discurso ni consejo que valiese la pena ser transmitido por los evangelistas; un padre interpretador de sueños, tan preparado en el arte de sumirse en sus profundidades subconscientes, y sobretodo en los silencios; un joven obligado a la migración, a la exposición a lenguas desconocidas, a tierras extrañas y oficios diferentes, todo por salvaguardar su muchacho, su familia. Dios hecho hombre: expuesto a la descomposición de la carne, a un sufrimiento que pudo haber evitado, frágil bebé que apenas naciendo fue condenado a huir sin entender las razones, quien apenas abriendo los ojos se encontró con la inclemencia de un mundo de linderos, de propiedades privadas, de dueños, quienes desde sus cómodos asientos en los parlamentos deciden que familia puede estar en sus territorios, que familia está preparada para morir en su travesía de buscar alimentos y sobrevivencia. Dios hecho hombre también transitó su propio Tapón del Darién; a la espalda de sus padres también debió haber sentido la zozobra de los caminos oscuros; sus primeras miradas seguro se encontraron con la mirada tierna de sus padres, pero también con la confusión de no saber que pasaría en su huida, si tendrían éxito al migrar.

Dios se hizo bebé sin lugar en sus propios multiversos. Se le vio en la cuna de los críos de los bueyes; al calor de unas hojas de palmeras; todo tan improvisado, tan tosco y maloliente. Allí se escucharon sus primeros lloriqueos a todo pulmón, que se mezclaban sinfonicamente con el mugir de los bueyes. Ningún cronista podrá escribir con exactitud si el bebé espantaba a los animalitos o si era al contrario; lloriqueos de lado y lado que al fin no era otra cosa sino la manifestación de la vida, la llegada de una nueva vida.  El niño que luego sería llamado rey del universo, se le privó de los diseños exclusivos de las cunas de oro, de los acabados vanguardistas y de las últimas tendencias. Sin palacios fortificados, sin espacios sobrantes, sin lujos de ningún tipo nació al que llamarían rey de todo.

Y como la vida se celebra, sobre todo aquella en la que se cargan todas las esperanzas, al niño Dios también se le celebró su llegada. Se interpretaron los astros a su favor, en su sonrisa inocente se vio la llegada de un mejor mañana: más esperanzador, más salvífico y sanador. Y a las paradojas ya iniciadas le seguían otras tantas, igual de sorpresivas: Dios encarnado; nacido en un pesebre; al cuidado de una joven familia con tanto por resolver, tendría su propio baby shower, al cual acudirían los infaltables en todos los países y culturas del mundo: los pobres. Lucas relatará que unos pastores, entregados al deber de ganar su pan diario, fueron sacados de su cotidianidad por un momento, para hacer lo que parece ser un lujo de los privilegiados: para contemplar. La ruptura cultural de la navidad es que los sin nombre, los jornaleros, los marginados, los que no cuentan; a esos se les invita a contemplar el niño en el pesebre, a juntarse a los coros de los ángeles, y a cantar: Gloria a Dios en la tierra y paz a los hombres de buena voluntad.

Este canto sigue en la boca de los de siempre: los pobres. Cantando esperanzados a un Dios que también se vio precario, hijo de inmigrantes, cargado al hombro por padres confundidos, huyendo de la voracidad de los poderosos. Cantando por la paz para los hombres en la tierra. Una paz esencialmente entendida en términos de justicia social: donde los hambrientos sean saciados, los poderosos humildes, la tierra para todos y sin visas, la desaparición de los infiernos del Darién. Una paz centrada en el principio más humano de todos, a saber: que todos los lugares deben ser seguros para celebrar la vida. Este fue el canto de María la madre de Jesús y el canto de los pastores. Este es el canto de la navidad.

 

Juan Fernando Morales Valencia

Juan Fernando Morales Valencia, seguidor de Jesús, teólogo, magíster en hermenéutica literaria.

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