«Borrosidades en tiempo de pandemia»: Diarios de Cuarentena

William Powell Frith (1819–1909)

Por Esteban Vélez; educador popular, PhD en educación

Les desconsuela la suspensión del desfile de muertos por las calles del barrio de abajo y la imposibilidad de husmearles tras su postigos de mármol; se habían acostumbrado sin pudor alguno a la desaparición de los vivos; no les era suficiente el consuelo de avistarlos en los canales globales que les recreaban el final de las tardes con los reportes visuales de cientos de carros mortuorios sin dolientes que avanzaban mudos a la morada final al inframundo, en las fosas comunes o en los hornos crematorios de la vieja Europa.

De a poco el silencio inconocido, parido por el anuncio de la visita atropellada de la pandemia, reciente de nuevo la tortura desde antes del alba, infringida por el ruido taladrante de los coches de variado tamaño que desde sus chimeneas expelen olores insoportables para aves que en cuarentena habían regresado a la ciudad; de viaje a lo alto de las montañas, derraman lágrimas que anuncian que la lluvia de líquidos ácidos empapará de nuevo.

Como virus furioso trasmutan los aplausos de ayer, que exaltaban a los cuerpos de atención de primera línea, en un grito mediático privado que vitorea el retorno a las fábricas que ellos mismos ordenan vía decretos expedidos por su amanuense desde la capital. Los encumbrados en humo hasta la noche anterior quedaron reducidos, con la escupa de los apestados, a soldaditos esculpidos en sal; mientras, el poder celebra el regreso del progreso: la normalidad, está de vuelta.

Los de abajo cabizbajos, toman distancian de su par de enfrente y de atrás, en marcha marcial sin consentimiento previo, que su patrón dirige desde el piso último de los edificios altos arriba de La Frontera, mientras hacen gala de su obediencia de antes de conocer el silencio, y avanzan para ofrecer desde variados oficios el arte de construir la ciudad de estructuras bonitas, que ellos los obreros, ni sus hijas osan habitar.

Sentado en el trasporte masivo de regreso a su habitáculo entre la cañada, somnoliento, con la piel tostada por el sol inclemente que se aposta en las ciudades a pie de páramo, 2.600 metros más cerca de las estrellas, se le dibuja una sonrisa al saber que con su sudor poliniza el pan para los suyos.

Apretujado en el catre que comparte con su compañera y los dos hijos menores, delira con que sus manos construyen el país de sus sueños…expele 39 grados de fiebre.

Dante da vueltas alrededor del aposento de su amo que asemeja un infierno. No ladra, solo gime… El gallo que con el vecino salvó en el desplazamiento rinde homenaje cerrando el pico y clausurando el canto…

Todos callan: el vecino, su mujer, los hijos, el vecino…Regresó el silencio, el de antes… solo se escucha el tintin del cristal del brindis de los de arriba…

 

Nota:

En Al Poniente quisiéramos saber cómo ha sido la experiencia de las personas en este tiempo que llevamos confinados en nuestros hogares. Decidimos crear los Diarios de Cuarentena, con la intención de comunicar los sentimientos, sensaciones y experiencias vividas que sentimos en estos momentos insólitos para nuestra especie, a raíz del confinamiento.

Si quieres contarnos cómo ha sido tu experiencia en esta cuarentena, escríbenos tu testimonio al siguiente correo: [email protected]. Estaremos recopilando todos los relatos que nos lleguen. Les pedimos que nos dejen sus nombres, sus edades y el barrio en el que vive. Pero también, si desean, se puede publicar con un seudónimo o anónimamente.

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