Belleza

Hoy, en la mayoría de los casos, se normaliza en los hogares la sexualización de la mujer desde su infancia de una forma inconsciente e irresponsable


Si vamos a hablar de belleza, tendríamos que hablar de subjetividad o relatividad. Aunque bien es cierto que en las sociedades occidentalizadas por siglos hemos limitado bastante el concepto de belleza y lo hemos reducido al cumplimiento estricto de estándares, estereotipos y patrones similares y repetitivos en medidas y estéticas corporales, la belleza en su concepción original se remonta a los sentidos individuales e irrepetibles de cada persona.

La generalidad del concepto de belleza, impuesta por patrones machistas, ha convertido mayormente a la mujer y su cuerpo, en objeto de consumo sexual y de moda, en un bien material para un público consumista mayoritariamente masculino. Ha hecho que la figura masculina, se apropie nuevamente del cuerpo femenino, teniendo el poder de “adquirirlo” cuando quiera.

Esta imposición de un prototipo “ideal” de belleza femenina, ha ido inundando las mentes de las últimas generaciones, a tal punto de volverse una obsesión de alcance en gran parte del género femenino, y una obsesión de consumo en el género masculino. Ésta obsesión por un ideal de belleza, ha dejado como resultado absurdo y peligroso, la hipersexualidad infantil.

Hoy, en la mayoría de los casos, se normaliza en los hogares la sexualización de la mujer desde su infancia de una forma inconsciente e irresponsable. Muchas veces son los mismos padres y madres de las niñas, quienes las incitan desde temprana edad a seguir y convertirse en esclavas de las modas constantemente impuestas por la sociedad y los encargados del monopolio de la belleza y los reinados de belleza, naturalmente vendedores de modas y estereotipos.

Otro de los problemas que ha causado esta imposición es a nivel de salud mental y psicológica, sobre todo en las mujeres. Se entiende esto como una presión por parte de las sociedades hacia las mujeres, para que guarden, se adapten y se amolden a las medidas de su cuerpo conforme a los estándares estipulados; que modulen su comportamiento de una forma “delicada, cómoda”, categorizando este tipo de actitudes como netamente femeninas. La presión por encajar en la sociedad y en sus estándares requeridos, cada día van en aumento; los medios de comunicación por décadas se han dedicado a servir de puente, cómplices e intermediarios entre los grandes productores y vendedores de marcas y productos mercantiles de belleza y la mujer como principal consumidora de estas marcas.

Se podría decir, que la repetición de estos estándares y patrones repetitivos de belleza, han inundado a un punto sin retorno, la mente de las sociedades occidentalizadas. Estos prototipos de belleza se han repetido y propagado por medio de propagandas televisivas, telenovelas, y por supuesto una creación que no podemos eludir: la pornografía. Esta última, es quizás la que más impacto ha tenido en los últimos tiempos gracias al mejoramiento y la apertura constante de las nuevas tecnologías audiovisuales. Entre los aspectos negativos más peligrosos que tiene, es primero que causa una gran adicción, y segundo, que genera de nuevo una estandarización absurda y sin sentido del aspecto físico “ideal” del cuerpo femenino.

Con esta generalidad y estandarización de la belleza, convertida en un bien de consumo capitalista, se ha perdido, -espero que no por completo- el concepto de belleza como una perspectiva, una subjetividad y una relatividad de cada individuo.

La originalidad de la belleza humana, que tiene su eje principal en la diversidad de las formas, texturas, tamaños y colores, ha ido perdiendo su esencia, su fuerza. El adoctrinamiento de las mentes, por parte de los vendedores de productos y estereotipos, ha reducido el concepto original de la belleza, es decir la diversidad, a un modelo simplista y facilista, monótono y repetitivo.

Lo ideal sería volver al principio: a la subjetividad y a la relatividad. A la diversidad y a la diferencia como virtudes afines a la belleza. Nos ahorraríamos el peso culposo de una sociedad de mujeres inseguras, tímidas, reprimidas y frustradas por no cumplir estándares de belleza impuestos por machitos reprimidos. Nos ahorraríamos el sinsabor de ver al otro, a la otra de una forma uniforme y estándar. Nos ahorraríamos el costo que produce el acoso a las mujeres por la sexualización constante de su cuerpo desde la infancia.

Leonardo Sierra

Soy bogotano, me gusta leer, amante del arte, la literatura, y la música. creo en el cambio, así que propongo cambios para esta sociedad colombiana en la que vivo, creo en la paz, la reconciliación y el perdón. respeto y defiendo toda clase de libertad y expresión.

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