Antioquia Profunda

Gratitud y reconocimiento afectuoso al
Grupo Nómada, Colombia sin Fronteras,
 al grupo de caminantes a la Reserva del Cañón del Río Melcocho
y a la hospitalidad de los arrieros que nos guiaran.


Ya es de madrugada en el Valle de Aburrá: los carros bajan y suben raudos por la auto-pista Norte; los puestecitos de comida “al paso” ya están atendiendo y más de un transeúnte toma su primer tinto; hay en el aire de este despertar urbano un calor detenido, me dicen que es propio del verano tropical, pues se nos deslizan gotas de sudor desde la frente a los ojos; Luz y yo aguardamos el transporte que nos llevará a una nueva aventura natural.

Este sábado la mayoría de la población duerme hasta tarde. Mientras nosotros hacemos todo lo contrario, nos dirigimos a la Reserva del Cañón del Río Melcocho, hacia el oriente, y que se encuentra entre los municipios de El Carmen de Viboral y de Cocorná, a unas dos horas de la ciudad luminosa de Medellín, en la ANTIOQUIA PROFUNDA.

Mientras nos acercamos a nuestro punto de partida pienso:

“La marcha es la vida misma y el camino todos los pasos dados en la vida; pues así se fragua la existencia, como se fragua el hierro y se tensa su carácter por siempre, mientras el tiempo no lo corroa…”.

Los caminantes, sabemos sin duda, que esta primigenia actividad de la humanidad, como ejercicio absoluto, en muchas oportunidades produce dolor, cansancio y agobio; nos incomoda la carga, los ascensos, nos ponen límites las flaquezas y debilidades de nuestro cuerpo, sin embargo, las experiencias vividas nos nutren la conciencia en espacios inmanentes, los que jamás olvidaremos, pues nos desconectan de la dramática existencia cotidiana, nos vitalizan, incluso el “buen ego”, y además porque sabemos que por todo lo ganado los dolores de la marcha se irán en unos instantes,  porque son circunstanciales, y porque tienen la impronta de que nuevamente nos vencimos a nosotros mismos, alegres y entusiastas, con nuestros aciertos y errores.

La aproximación al Cañón del río, generalmente se hace en una 4×4, en 45 minutos, adentrándose de súbito a una exuberante vegetación tropical, árboles majestuosamente erguidos, caídas de límpidas aguas, quebradas que se precipitan hasta lo insondable terrestre, serranías que se hermanan en las alturas.

Ingresamos al control del Parque, a través del Centro de Atención, Información y Cultura Ambiental “CAICA”, en donde somos cuidadosamente controlados e inscritos por una guarda parque. Llega la hora esperada. El grupo de caminantes se alinea espontáneamente en el sendero y comenzamos a marchar.

“Caminando en silencio vienen a mi memoria aquellos pretéritos senderos que recorrí allá en mi tierra austral, eminentemente andina, gélida y escabrosa, desolada como una piedra rodeada por el ventisquero, de abismos verticales, de ríos que galopan salvajemente hacia el Pacifico, cornisas sólo sujetas por el “viento puelche” o el impenitente “nortazo”, en donde mis alumnos y yo, discípulos y maestro, aprendimos que, más que haber vencido a la cumbre, valió más su trayecto recorrido, atados todos a una cuerda fija segura, leal hasta la muerte, solidaria en la travesía, de una amistad incorruptible; y lo más feliz, es el hecho de que ese nudo leal permanece todavía apretado, y que en su seno también permanece palpitando la emoción de habernos conocido íntegramente en el progreso de la marcha…”

Mientras tanto, en fila y ordenados, nuestro grupo sigue progresando para lograr su objetivo, llegar al rio Melcocho y recorrer sus riveras y corrientes transparentes:

El sendero es zigzagueante, mixto, pedregoso y barroso, por ello en algunos metros es muy duro, o de lo contrario los botines se entierran en el cieno; casi no hay zonas llanas, se está constantemente subiendo o bajando, desniveles sobre los 50 metros de altura; se entra y se sale de canalones arcillosos, color a la greda, que superan los 6 metros de altura, por ellos el sol se eclipsa y deviene una noche temporal; en algunos momentos la vegetación se espesa y hace su presentación la exuberante selva tropical, con todos sus atributos: el soto bosque inferior tapizado de arbustitos y musgos, flores que lucen sus mil formas y colores, arboles de diferentes tamaños, de troncos delgados o gruesos, casi todos de hojas muy grandes, y en el bosque, impenetrable, las copas de los arboles gigantes buscan incansablemente la luz, mientras que las lianas cuelgan por doquier en busca de la humedad del interior de la selva.

A cierta distancia y altura se observan majestuosas las verdes serranías, en sus tonalidades infinitas de verdes, sus resplandores a medio día, como avanzan sus sombras y luces por la mañana, a veces cortadas por nubes lenticulares o avasalladas por la bruma gris de un atardecer, hacia abajo sus valles que serpentean como arrancándose de los pies de los cerros, y en ocasiones cortadas por un rayo imprevisto que se descarga desde el mismo éter electrificado. Mientras tanto en las laderas arbóreas, de improviso, como diminutos seres aparecidos de la nada y emplazados en la nada surgen las edificaciones de algún paisa tenás, en el vértigo de las laderas, de cornisas hercúleas, sostenidas en el aire, literalmente estructuras aéreas, confiando en las virtudes del equilibrio, como los magníficos “Stábiles de Calder”. A lo lejos, en la profundidad del abismo, se expresa el rio Melcocho, sonoro y raudo, de turbulentos rápidos, caídas de agua a plomo, y de pronto apacibles remansos bajo la floresta de la selva, remansos tanto para el cuerpo como para el espíritu.

Después de recuperar fuerzas en el solaz del arriero que nos guio, reponer las energías con una mesa de olores y sabores tropicales, llegó el momento de regresar, por el mismo sendero, los mismos pasos dados, el mismo cansancio… sin embargo, felices de haber roto con el estancamiento y status quo de cada día.

Estimados lectores, ¡me sorprende y sobrecoge la estupenda gloria de este paisaje hiperrealista!, y todo in situ (que su realismo resulta más convincente que el mundo objetivo).


Todas las columnas del autor en este enlace:  https://alponiente.com/author/victorhbu/

 

Víctor Henríquez Bustamante

Profesor de Estado en Castellano y Filosofía

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