Las personas le dan demasiada importancia a la visión porque creen que la visión es la que hace pensar y eso es falso.
El vidente sueña imágenes, pero yo sueño con sonidos.
La mentira se delata porque se inventan versiones de la misma.
Llevo la invidencia no como una limitación porque la limitación es mental.
Andrés Felipe Marín
Uno ve, así pocos crean, a través de los otros sentidos. Lo que pasa es que las personas le dan demasiada importancia a la visión porque creen que la visión es la que hace pensar y eso es falso. La visión solo transmite información al igual que los oídos, el olfato, el gusto y el tacto. Entonces el cerebro procesa esa información que llega independientemente del canal. Porque la vista como el tacto, el olfato, el gusto y el oído son solo canales. Entonces lo que se procesa es la información que esos canales llevan al cerebro para convertirla en conocimiento.
Yo nací bien, pero a los seis meses se me desarrolló un glaucoma congénito y a los tres quedé ciego. Pero no recuerdo esas primeras imágenes. Por eso me considero ciego de nacimiento. Aun así, me muevo igual y trabajo igual que un vidente. Por ejemplo, para llegar al trabajo todos los días me despierto a las 3:20 am. En casa me demoro una hora organizándome y desayunando. Luego camino 20 minutos desde mi casa ubicada en el barrio Guayabal-Medellín hasta la estación del metro Aguacatala. Me monto en el rectángulo gigante de sillas a lado y lado que me lleva hasta la estación de metro que necesito donde abordo la buseta que me deja en la Institución Educativa en la que soy profesor.
Para moverme construyo en mi cabeza mapas mentales de los lugares para poder desplazarme con exactitud por el espacio. Por eso cuando uno va a un lugar desconocido es como si a uno lo lanzaran a un desierto porque no hay puntos de referencia. Pero cuando un lugar es familiar es como si lo viera porque a través del tacto y el oído uno se imagina como es la calle y las esquinas. Uno forma los espacios igual que los sueños por medio de los sonidos.
Mis sueños son acústicos porque así vivo la realidad. El vidente sueña imágenes, pero yo sueño con sonidos. Puedo soñar que alguien me está haciendo una crónica y en el sueño el cerebro me da la información de que está la mesa y el periodista al frente, en una zona campestre… pero no lo veo así tenga la certeza de que su presencia está. Es así que en el sueño lo represento como me lo imagino. Bueno, sueño como me imagino su presencia no su apariencia.
Trabajo
Cuando entré al colegio le pedí a la coordinadora que me diera todo digital para tener más autonomía y poderle presentar el diario de campo y las actas. Para la realización de estos documentos cuento con un programa especial: el software Jaws, que es un lector de pantalla para ciegos o personas con visión reducida que desarrolla la compañía Freedom Scientific. Esto me permite una autonomía en un 80% en la búsqueda de información en internet. Cuando necesito escribir algo lo hago en Word utilizando todos los dedos.
En casa, como cualquier docente, preparo las clases. Pienso en el objetivo y las metas que quiero alcanzar. Cuando necesito escribir una información en el tablero llamo a un estudiante. Otras veces traigo la lectura en braille y leo. Después les dicto las preguntas. Pero lo que más me gusta es el trabajo cooperativo. Por eso, busco ejercicios como obras de teatro para motivar el trabajo en equipo porque como decía Vigotsky, el trabajo social es el que jalona los procesos de aprendizaje.
También utilizo una regla metálica conformada por 28 cajetines. Cada cajetín tiene seis puntos, tres en el lado derecho y tres en el izquierdo de arriba hacia abajo. Combinando los seis puntos se obtienen todas las letras del abecedario, los signos de puntuación, los números y la simbología matemática. Aclaro que el alfabeto uno lo tiene en la cabeza y lo combina para crear una palabra. Ejemplo, usted tiene un papel y un lápiz. Pero en el lápiz no está el alfabeto. Con el lápiz puede acceder a las letras del alfabeto. Lo mismo es con el braille. La A es el punto uno; la B el uno y el dos de arriba hacia abajo; la C el uno y el cuatro de manera horizontal; la D uno, cuatro y cinco…
Para que las clases funcionen considero que hay que hablar mucho con los muchachos. Aunque no existe un contacto visual con ellos procuro que haya mucha familiaridad. Por eso, me les aprendo el nombre y los reconozco según el tono de voz.
Hago esto porque sé que pertenezco a una cultura basada en la deshonestidad. Y si creo un ambiente de credibilidad las cosas pueden cambiar. Por ejemplo, cuando paso revisando las tareas los muchachos intentan mentirme. Lo que no saben es que ser ciego no es ser tonto. Me hacen creer que me leen la tarea cuando la están inventando sin percatarse de que la voz, al inventar, titubea. Además, se quedan mirándome como sino sintiera que sus ojos me interrogan. Por eso los pongo a leer de nuevo y caen en la mentira. La mentira se delata porque se inventan versiones de la misma. Por eso las personas no son capaces de sostener una misma versión de su mentira.
Amor
Usualmente soy tranquilo con los afectos porque considero que a través de una mujer se pueden amar a todas. Tengo una novia. Ella es secretaria. Con ella he tenido cuatro novias y todas videntes.
Antes, confieso, les tenía miedo a las mujeres. Hay un episodio que me marcó a los nueve años. Mis amigos jugaban pico botella con unas niñas, pero ellas dijeron que solo jugaban si yo no jugaba. Fue cuando creí que por ser ciego no iba poder conquistar a ninguna mujer. Después me enteré de que todo era una condición mental y cambié ese pensamiento negativo porque descubrí que a las mujeres les gustan los hombres seguros. Y un hombre seguro no tiene miedo, menos a las mujeres porque ellas son como cualquiera, como un amigo, que también dice groserías y se contradice. Por eso no hay que idealizarlas.
Educación y literatura
Estudié mis primeros años en una escuela especial para ciegos y sordos que estaba ubicada en Campo Valdés, que desafortunadamente cerraron en el 96. Digo desafortunadamente porque el Estado no debe desconocer que los invidentes necesitan una educación especial para desarrollar las competencias necesarias con las cuales defenderse en el mundo de los videntes. Allá estudié hasta segundo. En tercero de primaria fui integrado a un colegio regular y a partir de entonces estudié en instituciones regulares.
Después ingresé a la Universidad de Antioquia y me gradúe en octubre del 2009 del programa de lengua castellana. En el Alma Mater pude leer muchas cosas, sobre todo a Hermann Hesse, mi autor preferido. Pero mi obra favorita es “El Principito” del francés Antoine de Saint-Exupéry. Esta obra igual que “La Metamorfosis” de Franz Kafka son las dos obras más importantes del siglo XX. Según el filósofo alemán Eugen Drewermann estos dos libros logran el culmen de la literatura del siglo.
Pero el libro que menos me gusta es “Sobre héroes y tumbas” de Ernesto Sábato, en especial en el informe sobre ciegos, porque es una visión muy negativa que tenía el autor sobre los invidentes. Algo, pienso, tenía que ver la pelea que tenía con Borges o simplemente le tenía miedo a la ceguera. Afortunadamente se quedó ciego para que viera que las cosas no eran como las imaginó en su informe. Porque los ciegos no somos una sociedad secreta que se pueda comparar con los murciélagos y las babillas.
Otro libro, “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago, que también trabaja la ceguera lo hace distinto porque la utiliza como una metáfora para describir la decadencia de la sociedad. Esto no está muy lejos de la realidad, por ejemplo, hay grupos de invidentes que en las fiestas arman tremendas bacanales, cosa que no me agrada mucho.
También escribo, pero no me aventuro a la novela porque me parece muy complicado y lleva mucho tiempo. Por eso, me gusta escribir cosas cortas como cuentos. Uno de mis cuentos fue publicado en una revista para invidentes en la Universidad de Medellín. Claro que también sacan el número en tinta. El cuento se llama “Bajo un cielo azul” y relata la historia de una mujer que tiene un sueño que la atormenta todas las noches. Ella intenta evitarlo y va al psicólogo. Pero el sueño continúa. Hasta que llega un día de primavera en que ella decide cumplir su sueño. Se levanta de la cama, se pone la mejor gala y sale a caminar por la calle. Cuando está en la avenida principal de la ciudad se desnuda y sale corriendo. Ese era su sueño.
Para mí la poesía es el reflejo de la belleza del mundo, del lenguaje. Y de un trabajo de más de veinte años, de recopilación de mis ejercicios de escritura, aparece en el 2021 mi primera publicación titulada: “Cuando la luz lo baña todo”, es un libro de poesías.
Es que creo que todos podemos acercarnos a la literatura y disfrutarla desde nuestras propias vivencias. Para mi escribir es aportar a la cultura desde mi visión, la oportunidad de mostrar al mundo vidente que a pesar de no tener el sentido de la vista la imaginación también vuela y que se puede construir buena literatura que devele cómo se percibe el mundo desde la ceguera.
Y bueno, en este año, el 2023, se publica el libro “Cuentos de la rebeldía”. Entre las historias hay una que me gusta mucho, se llama: “El ángel caído”. Es que aún nos miran con lástima o nos sobrevaloran y nos ven como héroes cuando cumplimos nuestros sueños, piensan que en nuestro interior no habita el mal. Este cuento rompe con eso, muestra otra faceta en la que la persona con discapacidad es un alguien cualquiera que también debe luchar contra el bien y el mal y enfrentarse a situaciones que lo obligan a elegir
En la colección de veinte cuentos se relata situaciones cotidianas y se muestra los prejuicios incrustados en la sociedad occidental. Por ejemplo, un sacerdote se enamora de su ayudante o un cristiano cae en la tentación y participa en una orgia.
Para mí, en los libros el escritor también es un pintor, a través de la palabra tiene la capacidad de hacerle imaginar al lector esos mundos a los que no puede acceder. Es que bueno, no existen las barreras, todos los sueños se pueden alcanzar. Solo es cuestión de luchar por ellos.
Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Camilo Betancur E.
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