Acá nadie tiene la culpa

Si Auschwitz ha sido en vano, Dios se ha declarado en quiebra» Imre Kertesz


Nadie sabe, nadie estaba implicado, todos se sorprendieron al escuchar los informes con los rituales macabros celebrados por sus soldados y la turba anónima que conformaba el ejército de las tinieblas -no el mismo de Jean-Pierre Melville-. Todos los funcionarios implicados en escándalos salen presurosos a emitir cualquier comunicado; dependiendo de la magnitud del asunto se ven forzados a ponerse la piel de persona y hablarles a través de los televisores-transmisores a las moscas que zumban su rumbón sobre la carroña:

. – ¡queridas, todo va a las mil maravillas! Hemos creado comisiones, reglamentado directivas, se han establecido certificaciones, cualificaciones profesionales, para que, olvidando esos capítulos doloroso de esa guerra compleja y absurda, podamos seguir teniendo carroña.

A todos les duele en lo profundo de su aspiraciones presidenciales la realización de cualquier crimen desde el poder público. Se conduelen. Escucharlos en sus soliloquios -o auto entrevistas- exponiendo sus cavilaciones profundas, la pugna de naturalezas opuestas, la consumación de las soluciones necesarias, los arduos trabajos que el prometo debe hacer, hercúleos magnánimos capaces de doblar un rayo con los dientes.

La sistematicidad de la crueldad y la sevicia jamás señala a los culpables. Se limita a arrojar, como uno de los tantos ríos de Colombia, cualquier vástago al que los señores de las tinieblas ya no quieren prestar su benevolencia.  Jamás los altos mandos se han visto juzgados por la implicaciones directa o indirecta de cualquier crimen. Los asesinatos son asteriscos en las hojas de vida para el ascenso a los cargos importantes. Se consigue alcanzar la estela del diablo, cuando se centuplican los infinitos caminos de la atrocidad, esa maraña tejida por la doctrina Vietnam.

. -Señores comisionados y comisionados:

los cadáveres sobre los que caminan y a los que desentierran, son solo un monumento del paisaje tropical de muerte en el que nos deleita habitar. Disfrútenlo, o déjenos acá con nuestra guerra, ¡no sean comunistas!

Fin del comunicado.

Comuníquese y cúmplase.

Han hecho lo humana y legalmente posible; viene con su manto raído a mirar con los ojos pletóricos de insomnio a la opinión pública para pedir perdón a las madres; después de gozar de los predios baratos, del botín burocrático y del erario público, de las estadías en Córdoba, de los sínodos en Urabá para decidir las elecciones, con el hondo pesar y con la certeza de que durante sus distintos ministerios se siguieron los más altos estándares, vienen a que les exculpen los pecaditos; es que humanos son, pecaditos cometemos todos, y ellos son humanos y no pueden evitar las voces viperinas de la concupiscencia conmovida en que habita la tentación; uno se equivoca en esta vida, uno se equivoca de carrera, de libro, de ideales -y lo reconocemos humildemente en los altares que la ruina siembra en nuestra alma- y ellos se equivocaron, ellos promovieron el crecimiento de grupos paramilitares, ellos que se han robado el dinero del Estado, ellos que convirtieron al estado en una alcancía y en una sucursal de contratación de los delfines de la burguesía del maizal, vienen a decir que lo sienten, que es solo un error humano.

Así como uno no paga cárcel por mearse los zapatos borracho, ellos no tienen por qué pagar cana por los millares de hijos de este terruño paradisiaco que yacen enterrados como pepas en lo profundo de sus entrañas húmedas y oscuras; Esta patria es un hongo que ha ido alimentándose de la descomposición de la materia de sus hombres -espiritual y física-, de la descomposición de sus instituciones, para sostener su vitalidad. Cuando se disculpan el gesto es falso, acartonado, como meros pasquines que se tuercen cuando una gota de verdad les cae encima. Se les ven las cuerdas que los mueven, el títere muge disculpas, pero estamos concentrados en el titiritero. Ya no nos distraen sus artimañas y entelequias, vemos sus manos manchadas mover las cuerdas de todas las marionetas que putean en el teatrino que es el Estado colombiano.

Mientras en las casas de pique resuena el himno patrio, mientras nos tomamos las manos para hacer un símbolo de paz visible a los marxianos detenidos en los gulags y los recintos concentracionarios, mientras el mundo vibra en un alabado del pacífico y en un kadish de duelo, ellos con sus disculpas nos señalan como monstruos por atrevernos siquiera a levantar sospechas contra su honra. Nos gritan divisionistas, incendiarios, politizadores por relatar la ignominia, por alumbrar Las imágenes de la decadencia, la podredumbre -diría Kertesz-, por no maravillarnos de la libertad que olía a cadáver y sabia a la sopa del Lager, y a la fragancia de la primavera -siguiendo a Kertesz-. Deberían canonizarlos a todos.

A mi sus disculpas no me sirven, y menos a los que aún esperan ser reparados. Yo no creo en la brujería -invirtiendo una frase de Markolino Dimond- de las palabras de los criptopofetas. Y aunque Es muy raro que un presidente de la república pida perdón y reconozca responsabilidad moral, comentaría Francisco de Roux al expresidente Juan Manuel Santos durante su presentación en la comisión de la verdad por su papel durante los falsos positivos; pero, ampliando la apreciación del presidente de la comisión: es más raro aun, nunca antes visto, que se le juzgue.

Vicente Rojas Lizcano

En mis inquietudes esta la búsqueda de una forma autentica y novedosa de retratar las problemáticas sociales (conflictos armados, emergencias ambientales, actualidad política, la cultura). Ello me ha llevado a incursionar en la novela de ideas, el cuento, y demás formas narrativas como herramienta de teorización sobre la política y la sociedad.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.